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1783 Words
Anabel, entro saltando a su casa, aun no sabía cual era la conexión entre Roberto y Valentín, pero como hoy era su día de festejo no se pondría analizar cosas que no le competían. Caminó lentamente hacia la entrada de su casa para luego dirigirse hacia la cocina, donde su madre se hallaba cocinando para sus mascotas. En otra época esa casa estaba llena de gente, porque vivía su papá, su abuela y sus tías que siempre venian; esas voces se fueron apagando lentamente hasta que sólo quedaron las voces de su madre y hermana. — Mamá!— gritó Su madre giro bruscamente con el corazón desbocado — Te dije que no hicieras eso, un día harás que me de un infarto— con cierto desazón — Lo siento — No te preocupes, más bien viniste por aquí — Tienes una sorpresa para mi? — Si, dame un momento— fue a su habitación y volvió enseguida, traía consigo una manilla con dados que simbolizaban la suerte y la fortuna. La ojicafe sonrió e inmediatamente se la puso, se convertiría en su amuleto de la suerte. Una cálida somnolencia le pesaba. Debía ser por él trabajo extenuante que hacia todos los días. Esa noche en particular había pedido a Nando que lo llevará pronto a su departamento. Respiró aliviado cuando vió que se aproximaban a su hogar. Valentín sonrió y entró a su morada. Sin embargo, en lugar de irse a la cama tomó una botella de vino y se sirvió una copa dejándola sobre la mesa su aspecto se tornó misterioso caminaba de un lado al otro, se encontraba un poco nervioso, porque no le hacía gracia que su primo Roberto estuviera alojado en la casa de sus padres. Más si la casa de estos colindaba con la de Anabel; el sabía que ellos en el pasado fueron novios, no por mucho tiempo pero lo fueron y algo que le carcomía las entrañas fue que Roberto hubiere sido el primer hombre que le robo un beso a la tierna e inocente Anabel. Lo envidiaba por este suceso, ya que cuando él era niño solía espiar por una pequeña abertura de su cortina a la ojicafe, quien era una dulce niña de 7 años que se apoyaba algunas noches en el marco de su ventana para contemplar el cielo, tan lindo y estrellado, o al menos eso creía, mientras que él prácticamente vivía oculto en su casa por una rara condición en su piel entre otras cosas que fueron sucediendo en esa casa. La enfermedad remitió y con el tiempo fue desapareciendo. Ojalá hubiera sido un niño común y no uno atormentado que vivía en la oscuridad; ¡cómo hubiera anhelado ir al colegio, salir con amigos y estar de galante con algunas muchachas!. Su vida se restringió a su recamara y a contemplar al pequeño ángel que vivía en la casa contigua. Con sólo verla conocía que su pequeño ángel vivía un tormento, llegando del colegio a llorar por el bullying que sufría o porque a veces su madre no la tomaba en cuenta y prefería hacer cosas con su hermana mayor, sin embargo no todo era malo porque ella ella era la niña de los ojos de su padre, a diferencia de él, que su padre lo tenia recluido en un cuarto oscuro. Los años pasaron, y al ser un poco mayor que Anabel se vio forzado afrontar la realidad, con su enfermedad curada debía entonces ir al colegio. Por un momento, estuvo feliz porque podría ir al mismo centro de estudios que Anabel, empero sus padres acordaron mandarlo al extranjero donde también estudiaría la Universidad. Nadie nunca se enteraría que el ya no estaba en esa casa y por lo tanto nunca podría hablar con Anabel y para ella la vida seguiría transcurriendo de la misma forma, por que ellos eran desconocidos. « Anabel, mi Anabel todos estos años pensando en ti, mi querido ángel. Finalmente te tengo cerca » con una risa un tanto maquiavélica. Pronto fue sacado de sus pensamientos, al ser la puerta tocada por uno de sus empleados — Señor, hay alguien que quiere verlo — dijo una hermosa mujer de cabellos rubios. — Has que pase — sin darle mayor importancia a la mujer — Señor, pase por favor — dirigiéndose al hombre que solicitó una cita con Valentín — Gracias — dijo este, echándole una mirada lasciva a la mujer que pareció gustarle tal insinuación. Valentín estaba de espaldas mirando el vacío, cuando solo sintió como el extraño se acomodaba en el sillón y extendía las piernas — ¿Qué es lo que quieres? — sin darse la vuelta si quiera a mirarlo. — Veo que me reconoces, querido primito. Esperaba que seas mas amable conmigo y por lo menos me invitaras una copa de lo que te sirves — con cierta sorna. Finalmente, Valentín giro y sus ojos azules penetrantes se posaron en la figura del individuo. — ¿Cómo quieres que te reciba? — musito—¿Qué me incline y haga una reverencia? respondió Valentín — No necesitas usar tu sarcasmo, sé que precisamente no somos amigos, pero soy tu familia te guste o no. — Vaya familia que tengo, que vive exigiéndome cosas. —¿Yo te exijo? Y lo que hicieron ustedes conmigo—respondiendo con cierta rabia, ustedes siempre tuvieron todo y nosotros prácticamente éramos los parientes pobres. —¿ Que hicimos nosotros? Porque si mal no recuerdo, tu padre estafo a mi padre, abandono a tu madre y por sino fuera poco, ella vino a exigirnos que paguemos todos los gastos médicos, las deudas y otras cosas que según ella le debíamos. Lo que mi padre pidió simplemente fue una retribución, porque nosotros no teníamos nada que ver con los problemas familiares que ustedes tenían. — A eso le llamas retribución — parándose de golpe — Yo debí tener un cargo mas importante en la empresa, no el de un simple profesional técnico. — Los puestos se ganan y que yo recuerde tu no te has ganado nada—con tono colérico, replico nuevamente Valentín —¿ Estas seguro?? — ¿De que vas?—casi perdiendo la paciencia — Hoy me encontré con tu vecina, creo que se llama Anabel, la verdad me costó un poco recordar su nombre, ya que íbamos al colegio juntos. ¿Sabias que yo fui su primer novio? debo reconocer que se ha puesto muy hermosa. —No entiendo ¿ porque me dices esto? — apretando los puños — yo no la conozco, así que puedes hacer lo que te plazca. —Es bueno saber que cuento con tu bendición—con tono afilado — un pajarito me conto por allí, que comenzará pronto a trabajar en la empresa. Sino te importa, querido primo me gustaría saber que cargo va desarrollar.— Tu sabes para estar mas cerca de ella — guiñándole el ojo. — ¿Por qué piensas que te lo diré?...Ahora por favor vete, que estoy bastante ocupado. —Gracias por tu tiempo, que pases una buena semana — saliendo estrepitosamente de su despacho. Valentín, se dirigió al escritorio, primero dando un fuerte golpe para luego estampar sus puños esta vez contra una de las paredes que se encontraba cerca. Los celos le carcomían, porque Roberto había obtenido todo lo que quería en su vida en cambio él siempre había hecho lo que otros le dictaban que hiciera. Ahora bien, le preocupaba que Roberto averiguara que Anabel era su nueva asistente. Pero ¿por lo que menciono? acaso no averiguo nada por parte de ella ¿ya se habían visto? O ¿si lo hicieron, Anabel no dijo nada al respecto? De algo estaba seguro, él no tenia la confianza que tenia Roberto con Anabel ya que solo fue un mero espectador durante su niñez, no conocía sus sentimientos, sus vivencias, su forma de ser, su todo. Pero su intención era conocer todos esos aspectos, por algo la nombro asistente para tenerla cerca. A pesar de eso, se preocupaba también por él y sus pensamientos que muchas veces se tornaban sombríos, vacíos y sin sentido, características que quiso cambiar a través de los años pero sin éxito. Era un ser nocturno, que apreciaba la noche como si fuera una buena amante sin preguntas y en silencio, pero si quería Anabel debía domar sus bajos instintos. Anabel despertó con el pulso desbocado, abrió los párpados y luego quiso cerrarlos nuevamente para poder conciliar el sueño, sin embargo la ansiedad estaba haciendo de las suyas, atribuyó a que se trataba de la felicidad de obtener un trabajo lo que retumbaba en su pecho; esto hizo que se formara una mueca que pronto se fue apagando por el recuerdo de su padre, que la había abandonado para marcharse al más allá cuando ella tenia 17 años, o también podía ser las otras muertes que la rondaban. Anabel, saltó de la cama y se sentó al borde de esta, para luego incorporarse e ir hacia la ventana y observar la casa del vecino donde la ventana de antaño permanecía cerrada, no es que nunca hubiera estado abierta, pero siempre tuvo la sensación de que alguien vivió mucho tiempo en esa recamara. Sonrió y alzo la mirada hacia el cielo y por primera vez en mucho tiempo le puso nombre a los sentimientos que tenia: soledad y luto. Valentín, por otro lado, examinaba detenidamente su reflejo en el espejo que era impecable y perfecto, había preferido alquilar un departamento en el centro, lejos de la casa de sus padres aunque aun principio la idea de volver lo tentó, pronto supuso un desaliento cuando se entero que Roberto iba a vivir en esa casa. La noche anterior había logrado conciliar el sueño con relativa facilidad; no obstante, al despertar los nervios y la ansiedad comenzaron a hastiarle, porque al igual que Anabel, él también llevaba un luto en su corazón. Es por esta razón, que salió un momento de su departamento para ir a un lugar que siempre lo desahogaba, era una vieja casa que guardaba un poco del antiguo revoque y una infinidad de retratos desgastados. Pero al interior de esa morada todo se transformaba en un sueño. Valentín desde pequeño fue un niño muy misterioso y fantasioso sus padres siempre pensaron que fue a causa de su enfermedad, pero él sabía muy en el fondo que había un secreto detrás de él. En aquella casa su cuerpo tendía a estremecerse por qué muchas voces se acercaban a él sin razón aparente. La noche con su tremenda oscuridad daba miedo, pero una vez que se iluminaba la casa parecía que se rompía el encanto.
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