4

1569 Words
Un día importante en su vida, en menos de dos horas Anabel cruzaría la puerta de su despacho y la tendría cerca, el olor que emanaba le deleitaba. Anabel, por su parte se levanto cinco de la mañana, para buscar un atuendo idóneo para ir a trabajar. Sin embargo, nada le quedaba y era urgente ir de shopping. Debió hacer caso a todos los consejos que le dieron para luego dar un resoplido, la ropa era fácil de arreglar, pero todavía no había recibido su primer sueldo, así que lo que comprase tenía que poder combinarse con todo, pensó mas tarde en llamar a Verónica para que la acompañara. Eran ya varios días que no sabia nada de ella, desde que la vio con el tal Quique hacia que se le revuelva el estomago. Anabel, después de una hora dando vueltas en su armario recurrió a su hermana Amanda, quien aun dormía, pero al ser un tema urgente debía despertarla. —¿Manda?— con tono suave — Necesito tu ayuda por favor A su hermana le costó abrir los ojos y la miró con cara de pocos amigos —¿ Que quieres? Dormí muy mal anoche y vienes y me perturbas — Necesito tu ayuda, por favor— mostrando los dientes. — ¿ A esta hora? ¡ashhhhhhhhhhhhh! — Es para ir a trabajar hoy. Acabo de ver mi ropero y no tengo nada decente que ponerme. — Claro... si nunca quieres comprar ropa, siempre estas ocupada y cuando te digo vamos "no quieres" — Hoy día iré. Lo prometo —Dame un momento— se levanto de mala gana y en estado zombie siguió a Anabel a su dormitorio, miro el ropero y puso cara de espanto, efectivamente no había nada idóneo pero estaba segura de encontrar algo decente que pudiera usar, era fanática del Pinterest y no perdía la oportunidad para descargar outfits. Anabel agradeció el detalle ya que ella era bastante despistada y no tenia una noción clara de moda. Casi sobre la hora, encontraron un outfit para su primer día de asistente. Salió como alma que llevaba el diablo y un poco mas llego a la oficina jadeando. La mujer hermosa del anterior día le brindo una sonrisa afable y la dejo pasar para que pudiera tomar el elevador. Una vez en el elevador, se aliso la falda y saco un pequeño espejo q traía en la cartera para verificar que todo estuviera en orden. Cuando llego al piso indicado, se encontró con los penetrantes ojos azules que hacia que le tiemblen las rodillas por alguna extraña razón. —Bu buenos días — tratando de articular correctamente las palabras. — Buenos días — dijo Vale, arqueando una ceja — Llegas temprano, eso me gusta. ¿Te entregaron todo? —Si, señor — respondió Anabel. Lo que causo gracia en su jefe, llevándose una mano a la boca para evitar una carcajada —No tienes que ser tan formal. Aunque si nos encontramos en otra circunstancia me gustaría que me llamarás así. Estas palabras ocasionaron cierto rubor en las mejillas de Anabel que por un breve momento imagino una escena un tanto indecorosa y lujuriosa. —Volviendo a los que nos compete. Llevaras mi agenda, programaras mis reuniones y de ser necesario revisaras todos los documentos que me llegan antes de que los firme. No puedes apagar tu teléfono lo necesito prendido 24/7 ¿esta claro? — sabia que esta última orden, era innecesaria pero quería tener control sobre ella, quería saber con quien se veía y sobre todo si salía con Roberto. — Esta bien, no hay problema. Solo tengo una pregunta a todo esto ¿Cuánto será mi salario? Lo que pasa es que ayer en Recursos Humanos, no supieron decirme porque estaban esperando tu orden. —Ya veo, solo por esta vez, yo haré la llamada, porque se trata de ti — contemplando la silueta de Anabel mientras esperaba que el técnico tomara el teléfono — Arturo, buenos días, espero que todo bien con tu familia; comentarte que tengo una nueva asistente y quiero que se le otorgue el salario A1 por favor. Anabel, no lograba escuchar lo que le decían al otro lado de la línea, solo esperaba que su sueldo sea lo suficientemente alto para poder ahorrar y ayudar a su mama. — Muchas gracias, Arturo y saludos a tu esposa — colgando el teléfono Vale, se acerco a Anabel y la empujo hacia la pared — Ya esta resuelto, espero que cumplas bien tus funciones reduciendo el espacio entre sus cuerpos y colocando su nariz cerca el cuello de ésta — Eres deliciosa. —¿Qué? — respondió Anabel con un grito ahogado —Nada, dulzura es hora de trabajar El resto del día no hubieron mayores insinuaciones, ya que Vale estaba muy comprometido con su trabajo y definitivamente era alguien que si sabia de negocios. No hubo descanso y siguieron un ritmo frenético hasta pasada las ocho de la noche. Anabel, tenía hambre pero por la carga laboral prefirió mantenerse callada aunque su estómago comenzó a rugir. —Lo siento, es que tengo hambre — con una sonrisa tonta. — Es verdad, no comimos nada en todo el día— ¿Quieres que pidamos algo?— dijo Valentín. Anabel respondió — No es necesario, en casa me esperan con comida. —En ese caso, creo que eso es todo, puedes irte— dijo Valentín con tono cansado y a esas horas ya se encontraba un poco desaliñado —Muchas gracias, por todo estoy aprendiendo bastante— replico la ojicafe, mientras alistaba sus cosas para dejar la oficina. Valentín, simplemente movió la cabeza en señal de aprobación y dejo que se marchara, para cuando llego a la planta baja se encontró con Roberto quien siempre tenía esa sonrisa afable. — Anabel, ¿Qué haces aquí hasta estas horas? — Me quede demorada con unos pendientes—con tono nervioso — no sabia que trabajabas aquí. — Ni yo, que tu lo hacías, quiero decir — ambos rieron, Roberto sabia que era muy pronto para preguntarle en que área se encontraba, por lo que esperaría que ella lo dijera. — Pues vámonos ¿No te parece? Que ya es tarde y quiero ir a cenar. —Claro, estoy muerta de hambre — ambos salieron y unos metros antes de cruzar el umbral de la puerta, Roberto tomo la mano a Anabel, con una doble intención. Anabel, tuvo una punzada en su corazón y un leve destello le recordó lo mucho que le gustaba Roberto en su adolescencia. Valen, miro desde su ventana esa imagen y se le enervó la sangre. Conocía muy bien los motivos de su primo, pero no esperaba que lo hiciera tan rápido; quiso llamarla y decirle que vuelva pero en ese momento no había excusa valida para hacerla retornar. Roberto y Anabel atravesaron un parque y se toparon con unos tipos que buscaban problemas, sin darles tiempo a que reaccionen corrieron como almas que llevaba el viento, hasta llegar cerca a un restaurante donde servían unas hamburguesas deliciosas. Ambos rieron y sorpresivamente Roberto le robó un beso. Anabel quien aun principio se mostro sorprendida, luego correspondió el beso que estaba cargado de emociones y esperanzas. Él era su primer amor, su amor de adolescencia aquel ser que se es difícil olvidar a través del tiempo, le traía cierta nostalgia, porque le recordaba tiempos felices aquellos donde uno no tenia preocupaciones y hacia planes hasta el infinito. Cuando el beso se termino, Anabel se mordió el labio y lo empujo levemente, sin embargo, Roberto le sostenía la mano y le sonrió — ¿ Que pasa, no te gustó? — dijo con una mirada cautivadora, una que hacia derretir hasta un tempano de hielo. — Claro que me gusto, es sólo que no recordaba tus besos de esa manera. Es extraño besar a alguien después de tantos años y creo que más a ti — dando un suspiro — Tú me terminaste por mensaje, no me diste mas explicaciones... hasta ahora no entiendo tu actuar. ¿Recuerdas lo que me dijiste? —Lo recuerdo muy bien, sólo que en ese entonces era un niño que sentía que su mundo se le venia encima. Lo único que quería era escapar, y cuando finalmente se suscito la situación no quise desaprovecharla. Es verdad, fui muy egoísta y no mire hacia atrás — con un tono mortificado. — Yo te necesitaba, pero comprendí que querías tu espacio. Además para cuando termino lo nuestro, yo aun no superaba la muerte de mi padre. Todavía pienso que si se hubiera tratado a tiempo, la enfermedad que padecía podía haberse detenido pero ocurría lo contrario cada día se debilitaba más, yo no tenía una noción clara de lo que sucedia, tal vez sí le hubiera insistido de ir al médico, o hubiera recurrido a mi madre para que lo obligara, hoy estaría aqui. Sin embargo, no podemos vivir de supuestos y yo aún sufro su perdida y creo que todavía no encontrado mi rumbo y en eso estoy volviendo a la carretera para tomar el camino correcto. — Son otros tiempos, ahora somos adultos podemos comenzar de nuevo ¿Qué dices? Anabel, lo observó un tanto desconcertada — La verdad no se que decirte, me parece muy sorpresivo lo que me pides. No nos hemos visto en años y de repente me dices esto.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD