Guerra declarada

1808 Words
—¡¿Qué crees que estás diciendo maldita embustera?! —Hera… —la llamé, debido a que sus gritos eran fuertes, por lo que no podía permitir que me dejara en vergüenza, pero ella continuaba soltando todos adjetivos conocidos en su vocabulario hacia Lys, quien ni siquiera mostraba un solo gesto de incomodidad—. ¡Ya basta Hera! —está vez hice sonar el bastón que sostenía con mi mano, para luego ponerme de pie. —La señorita Landi, fue la esposa legitima del difunto señor Dolciani, y si tiene dudas, puede verificar los papeles, no hay ningún fraude, ya que… Levanté mi mano para callar al abogado que la acompañaba. —No tiene que darme más explicaciones. Puedo sacar mis propias conclusiones con lo que veo —mis ojos la recorrieron desde la cabeza hasta la punta de los pies, y solo pude apretar con fuerza el bastón que usaba para caminar—. La codicia, el esmero por mostrar a alguien algo que no es, la falsedad y una máscara de hipocresía —todas aquellas palabras salieron de mis labios sin que apartara mis ojos de su rostro. —Es curioso que alguien hable de hipocresía, cuando fácilmente puede dar clases de ello, pero he venido a aquí para hacer cumplir el deseo del señor Dolciani, y si usted y su esposa no están de acuerdo con mi presencia, son libres de retirarse, pues como ya lo mencioné, pueden ver que digo la verdad, con solo leer los documentos. —¿Ah sí? pues entonces déjeme felicitarla, señora. —¿Quizás podría ocultar más su sarcasmo, señor? —me contestó como si el solo hecho de dirigirme la palabra, fuera una pérdida de tiempo para ella. —No es ningún sarcasmo, aunque claro, cada persona interpreta las palabras como usualmente la usa. Alguien falsa, no puede creer en la sinceridad, que busca el mínimo defecto para estropear con él en el piso. Me inclinaría ante usted, por la astucia que tuvo al casarse con mi padre. ¿Dígame como lo hizo? ¿O acaso realmente ya había algo entre él y usted antes de que se divorciara de mi madre? … POV Lys Por sus palabras y mirada, sé perfectamente que estaba detestando este momento, mas por mí podría enfadarse cuanto quisiera, nada de lo que diría me haría flaquear. Los sentimientos que un día movían mis decisiones y vida, ahora habían quedado atrás. De aquella jovencita que reía con el amanecer de cada día, el aleteo de las aves y mariposas, ya no existía, pues del mismo modo que un día él me regaló los motivos para sonreír, ahora me las había arrebatado. —¿Podríamos discutir de esto en lugar más privado? Aún hay cosas que deseo explicarle señor —dijo Jeremy a Diaval, quien no tuvo más opción que aceptar. Lo vi darse vuelta con el bastón, empezando a caminar más lento de lo que recordaba, me hice preguntas que no obtendrían respuestas, pero sacudí mis pensamientos y concentré mi atención en lo que debía hacer. Jeremy me dejó pasar primero, sonriéndome con sus dientes blancos y mirada en color miel. —Primero las damas, por favor —él tiene un aura única, sus modales son perfectos, por alguna razón me recuerda alguien, aunque por los últimos acontecimientos, no se viene nadie a mi cabeza. —Lys —pero cuando estamos ingresando, la delicada mano de Brisa, sostiene la mía, mirándome con sus ojos verdes cual, como las hojas de primavera, al contrario de los demás Dolciani, ella me sonríe y mirando por un segundo, antes de que alguien la descubra, me abraza —Yo no juzgo a mi padre por lo que hizo, estoy segura que tuvo alguna razón para hacerlo, así que no pienses que yo soy igual de testaruda que mi hermano mayor. —Me alegra oírlo, Brisa. Tu padre tenía razón al hablar que tú eras como un delicado ángel que brindaba paz a su vida. Ella sonrío con la tristeza en su mirar, y asintió. —No intentaba hacer su vida feliz, simplemente era que yo lo amaba mucho —cabizbaja, suspiro bajando los hombros, y pude verme en ella —. Como aquella muchachita que había perdido a su padre, al hombre que más admiraba y quería. —Brisa… —quise darle algo de ánimo, pero ella misma se borró las lagrimas que se asomaban por sus ojos. —¿Sabes? Papá hablaba de ti, trató de ir muchas veces a visitarte, pero las constantes visitas al médico, no se lo permitían, debí sospechar que algo muy grave ocurría, pero él solo me dijo que eran controles rutinarios, que nada malo pasaba con su salud. Ahora me doy cuenta que debí haberle prestado mayor atención. Me da alegría que al menos sus últimos días hayan sido con una persona que transmite mucha alegría, como tú. —¡Brisa! —se escucha la voz de la esposa de Diaval, quien al darse cuenta que la hermana menor de su esposo, no estaba cerca, viene a llevársela sin siquiera importarle que la joven se resistiera a seguirla. —Evita reacciones impulsivas, Lys. Sé que el señor Dolciani te encargó especialmente a su hija, pero no es el momento para estallar contra esa mujer. Apreté mis dedos en mi puño, pero era verdad, aspiré y relajé los hombros. No iba a hacer de este día un espectáculo para ellos. … Una vez reunidos, Jeremy tomó el centro de la sala, donde procedió a indicar las cuestiones legales y los papeles donde claramente estaban las firmas de puño y letra del difunto señor Pascal. —Él señor Diaval Dolciani, podrá mantener ciertos derechos en la fábrica, más el poder absoluto se lo confiero a mi esposa Lys Landi, quien desde este momento tomará la última decisión en la fábrica que tanto amé, además de manejar como ella guste la riqueza que acumulé en mis años de vida. —¿Qué quiere decir con eso? —levantó la voz, Hera. —Que si su señor esposo y todos ustedes, desean mantener relación con la fábrica y fortuna dejada en vida por el señor Pascal, será solo con la aprobación de mi clienta. —¡Está diciendo que vamos a vivir de la piedad de esta! —ella me señaló furiosa, traía tanta rabia acumulada, que en sus ojos se podía observar el rojo de la maldición. —Es lo que el señor quiso. —¡Pero ellos son sus hijos! ¡Es inaudito! —Tiene la firma del señor, si desconfía de mi palabra, puede… —¡Por supuesto que desconfío! ¡Esta mujerzuela pudo haberse acostado con usted, para convencerlo de decir todas esas estupideces! —El ladrón cree que todos son de su misma condición —contesté, sin poder mantener más tiempo la lengua dentro de mi boca, pues ya la estaba tolerando lo suficiente, pero claro, aún tenía más dignidad que ella, porque no era yo la histérica que gritaba y caminaba levantando los brazos ante las demás miradas. —Bueno, yo he terminado con mi labor, debo atender otros asuntos, con su permiso —Jeremy guardó los documentos dentro de su portafolios, despidiéndose formalmente todos, antes de llegar a mí y estrechar mi mano. —Estaré atento a tu llamada, Lys, fui leal al señor Dolciani, no dudes que puedes contactarme en el momento que lo desees, sin importar la hora, estoy a tu servicio. —Te lo agradezco —él se despidió, mostrándome una sonrisa de que no debía perder la calma ante lo que ahora me esperaba. —Tú y el abogadito parecen ser muy cercanos, parece que mi teoría no está tan alejada de la verdad, apuesto que el viejo no te podía cumplir y te encamabas con el otro. —Si me meto a la cama con quien quiera, no tienes que saberlo. —¡Maldita pe…! —Hera, déjame a solas con ella —intervino Diaval, irrumpiendo las palabras que su esposa estaba por soltar. —Ni muerta, eres mi esposo, esta tipa es capaz de… —Por favor Hera —él tomó la mano de ella y la miró con la suavidad que un día me mostró a mí—. Espera por mí afuera, junto a Brisa. —Cuando me lo pides de esa manera tan dulce, por supuesto que lo haré mi amor —ellos se dieron un beso frente a mis ojos. No sé que sentí, pero decidí apartar la vista, manteniendo lejos de mí cualquier pensamiento que estaba prohibido en mi vida. Una vez a solas, él tomó el inicio de la conversación. —. Viuda Dolciani, parece que te queda mejor, que prometida de Dolciani. No respondí a su estúpida comparación. —Si has pedido que estemos a solas, imagino que es para hablar del futuro de la fábrica. No tengo tiempo para cosas banales. —¡Claro! La señora ahora pertenece a otro status social. Dime, ¿este era tu plan desde el inicio? Con razón mi madre te odiaba, ahora todo parece tener sentido. ¿Por qué conformarse con el hijo? ¡Cuando puedes atrapar al pez gordo! —De tu mujercita lo aguanté, no creas que voy a seguir escuchando más idioteces en un solo día —me di vuelta para alejarme de sus comentarios sin sentido. —¡Por supuesto! ¡Ahora huyes! ¿Me permites un consejo? ¡No vuelvas jamás! Quédate en Francia, anda vete con tu abogadito ¡Y deja a mi familia en paz! —fue tanta su ira al gritar que la vena en su cuello era muy notoria. —No tienes derecho a decir lo que debo hacer con mi vida, y recuerda bien esto Diaval Dolciani, no fui yo quien rompió la promesa. —¿Promesa? —él soltó una risa bastante fingida—. ¡Maldita cínica! —escupió con tanta convicción que juré que, si no fuera por el bastón, hubiera sido capaz de actuar con violencia. —No entiendo la causa de tu ira, tú te casaste. —¡¿Y qué querías que haga?! ¡Me dejaste! Yo necesitaba el calor de alguien y ella me lo dio ¡TE LARGASTE DURANTE DOS MALDITOS AÑOS! ¡Y AHORA ME ENTERO QUE TE ACOSTABAS CON EL VIEJO! ¡Sabes el asco que corre por mis venas! —¿Sabes una cosa? —en lugar de intimidarme, me acerqué hasta acortar cierta distancia —. Pues es reciproco. —Perfecto —respondió—. Porque voy a quitarte la fábrica. Si una vez te amé Lys Landi, ahora siento por ti un profundo odio. Vas a desear no haber pisado este suelo, jamás. —Adelante, has lo que quieras. Ni creas que le temo a tu familia, y muchos menos a ti.
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