Soy la dueña

2190 Words
Mirando como simple espectadora, solo me quedó aplaudir ante los demás, observando al hombre que me prometió amor, casándose con aquella que me juró que no significaba nada. ¿Por qué aplaudo? Quizás para no llamar más la atención, pero sobre todo para que la madre de Diaval no viera cuanto dolor me provocaba esto. —¿Ya te vas? —me pregunta, cuando me doy media vuelta—. No creo que tengas prisa. —Pues la tengo, señora. —Déjame adivinar, ¿mi esposo te envió un mensaje pidiéndote que vengas? —¿Cómo? —Sorpresa, querida. Fui yo —ella sonrió con la victoria en su rostro—. Solo quería dejarte muy en claro que no tenías ninguna sola oportunidad con mi hijo, y que mejor te olvidaras de ese compromiso. —¿Y usted como sa…? —No hay nada que no yo sepa de mi hijo, soy su madre, me tiene plena confianza, así que en este momento me entregas ese anillo y te largas en el mismo avión que llegaste. —Ya veo… —asentí, metiendo mi mano en mi bolsillo para sacar el anillo y mostrárselo—. Pues ahí lo tiene —tome su mano con rapidez, dejando el objeto en su palma, ahora si evite estar haciéndose pasar por el señor Dolciani, que ni su esposo es. La sonrisa se borró de su rostro, convirtiéndose en una mirada feroz y mandíbula tensa. —¡¿Quién te da el derecho a decir eso?! —su escándalo hizo que algunos de los asistentes giraran y notaran la exaltación de la señora, llevándose cierta impresión de mi presencia. No quería formar parte de este espectáculo, por lo que decidí marcharme, mas al levantar la mirada, observé los ojos petrificados de Diaval, quien se hallaba congelado y la boca semiabierta. Tras exhalar y dar por finalizada mi estadía en ese lugar, me dispuse a ir al aeropuerto y reservar el primer boleto que me llevara de regreso al país donde tenía al negocio y a mi hija esperándome. Realmente ya nada me ata a estas tierras. Detuve a un taxi que pasaba cerca, lo abordé, mas antes de marcharse, vi por última vez a Diaval, aún sin moverse, mientras las manos de Hera, la mujer que un día solo era su secretaria trataba de hacerlo volver en sí. —Al aeropuerto, por favor —el taxista obedeció, y sin poder pensar en otra cosa más, sentía los miles de golpes que iban uno tras otro en mi alma. Esta era la estocada final que necesitaba, ya nada podía ser peor en mi vida, nada podía hacerme más daño, todo lo que una vez amé no existía. Al llegar al aeropuerto, me preparaba ir a comprar mi boleto, más poco después de pagarle al taxista, un auto en con las ventanas polarizadas, se estacionó frente a mí, desconcertada, me quedé sin reaccionar, hasta que vi a un hombre que vestía de traje bajar, este fue a abrir la puerta detrás, dejándome descubrir a aquel hombre que yo había venido a ver. —Pequeña —me dice, quitándose las gafas oscuras. —Señor Pascal —logro decir, antes de que él se acercara y me recibiera en abrazo caluroso y ansiado. —Oh Lys, mi pequeña Lys, como te extrañado, creí que no volvería verte, lamento no haber ido a visitarte o llamarte, pero pasaron tantas cosas que… —Ya no tiene caso, señor. Lo que haya pasado, solo le incumbe a su familia, y no me lo tome como si fuera una malagradecida, simplemente creo que él tiempo ha creado esto. Mi casa ya no está aquí. Sus ojos me mostraron una profunda sensación de dolor con mis palabras, especialmente la última. —Me alegra verlo, aunque no haya sido la mejor manera. De todo corazón deseo que pronto pueda hacer levantar su empresa y economía. —Lys, no estoy en bancarrota —me dice, justo cuando le doy la espalda. —¿Cómo? Pero si las revistas… —Lo sé, pero créeme que hay una explicación para todo, y me encantaría que la escuches. —Señor, agradezco que usted quiera compartir su secreto conmigo, pero… —Por favor, Lys. Tenía planeado verte, pero han pasado tantas cosas que… Me llevaría una eternidad explicarlo todo —su rostro me mostraba desesperación. —De acuerdo, pero debo irme este mismo día, no deseo permanecer un solo día aquí. —No te preocupes, no habrá problemas. Al final, acepté ir con él, ya en su auto, empezó a contarme los últimos sucesos que había tenido en su vida, omitiendo las partes donde me hablaba de Diaval. Comprendí que cerró la fabrica por decisión personal, pues tras el divorcio que tuvo, la madre de Diaval planeaba tomar el mando de esta, causando que la fábrica cerrara de la peor manera. —No puedo dejar que el apellido de mi abuelo se ensucie —añadió. —¿Y qué hay de su hijo? Él pudo haber tomado el liderazgo. —Evité hablar de él, para no incomodarte, pero aunque mi hijo sea muy bueno en los negocios, no puedo confiar en él, y menos después de la decisión que tomó al casarse con su secretaria. —Imagino que tuvo sus razones para hacerlo, pero yo no soy nadie en la vida de ustedes para opinar. —Viviste cinco años con nosotros, Lys, por supuesto que puedes opinar, de hecho, necesito tu ayuda. —¿Mi ayuda? —no entendía en que podría serle yo de utilidad. —Así es, sé que te has graduado recientemente, y viendo las condiciones en las que me encuentro, eres la única persona en la que podría confiar. Rápidamente comprendí a donde quería llegar, y sin dudarlo negué con la cabeza. —¿Acaso usted? —Lys… —Lo siento, pero no. Yo no puedo aceptar lo que usted me quiere proponer, no deseo mantener ningún tipo de relación con su familia, perdone que sea muy dura, pero es lo mejor. Creo que esta conversación ha llegado a su fin, por lo tanto, agradeceré que me regrese al aeropuerto. —Lys, yo te pido que… ¡Ugh! —entonces, él llevó sus manos a su pecho, lo cual hizo que me alarmara. —¡Señor Dolciani! Está teniendo un infarto, hay que llevarlo a un hospital —dije, mientras trataba de mantenerlo despierto. Pronto nos hallamos frente a un hospital, él fue ingresado, la preocupación me carcomía, y cuando creía que me darían alguna buena noticia, me pidieron que firmara un documento para que el pudiera ser intervenido de emergencia, en ese momento no me importó nada, solo salvar la vida del hombre que me acogió en su hogar. Me hice responsable, y con la certeza de que él estaría bien, me quedé a esperar hasta la mañana siguiente. Mi idea era no quedarme ni un solo día más, pero sentía que no podía dejarlo. La enfermera me comunicó que tras la intervención él estaría bien, que por ahora yo debía irme a cambiar y tratar de relajarme. ¿Cómo pretendía que me relajara en una situación como esta? —No se preocupe, señorita Landi, nosotros daremos la vida por el señor Dolciani —respondieron los dos hombres de seguridad que cuidaban del señor Pascal. Luego de tanta insistencia, tuve que aceptar. De ese modo fui a un hotel, me quedaría solo hasta que él señor Dolciani estuviera totalmente fuera de peligro, más nunca imaginé que en transcurso de los días, alguien supiera donde me localizaba, especialmente un… ¿abogado? —¿Señorita Landi? —Así es —respondí. —Jeremy Leroy —me tendió su mano, estrechando la mía—. Soy el abogado del señor Pascal Dolciani. —No me diga que… —Oh no, él señor está fuera del hospital. —¿Perdón? Y como si fuera una mala broma, el señor Pascal apareció a un lado. —P-pero… —Pequeña Lys, lamento haber tenido que llegar a estos extremos, pero no tenía otra opción. —Esto no me está gustando nada, ¿qué hace aquí un abogado? ¿Por qué usted está aquí, cuando debería estar en el hospital? —Porque no tuve ningún infarto, Lys. —¡¿Qué?! —Al negarte a tomar control de la fábrica, solo me quedaba una opción y esa fue… El abogado me entregó unas copias, para que yo pudiera entender el significado de estas. —Ahora usted figura como la esposa del señor Dolciani. —¡¿ESPOSA?! No, no, no. Esto es un error, en ningún momento firme esto, esto... —Sí, lo hiciste Lys, solo que no lo sabías. —¡Señor Pascal! No me diga que lo que firmé en el hospital fue… —Lo siento, pequeña, pero no tenía alternativa. —¡Eso es un delito! Me ha engañado. —Lys… —¡No! Es que ni siquiera lo voy a escuchar, eso es un error, si firmé ese documento, fue por otras razones, que yo sea su esposa, es un gravísimo error —mi cordura ya se había esfumado—. Entiendo que quiera proteger su dinero, pero llegar a esos extremos. ¡Eso si que no! —¡Lys! No es por el dinero que hice eso. Es por mi hija, mi querida Brisa… Ella aún es muy joven y no tiene a nadie más que a mí. Sacudí la cabeza sin entender que tenía que ver esto con la hija menor de los Dolciani. —Lys, luego de que te marchaste, pasaron muchas cosas, entre ellas es que fui diagnosticado con un tumor. —¡¿Cómo dice?! —No puedo entrar en detalles, mas no me queda mucho para poder solucionar todo. Lys —tomó mis manos con las suyas —. Eres el ángel que llegó para salvar a los que amo. Por favor, protege a mi Brisa, no puedo confiar en mi hijo, ni en su madre. Mi niña es muy inocente y sufrirá mucho mi ausencia, te lo pido. Hazte cargo de ella, y toma la fábrica que tanto me costó mantener. Sus palabras eran acompañadas con dolor y pena. —Yo… no sé que decir, tengo una vida fuera… —No estás casada Lys, eso lo sé muy bien. Por favor, acepta pequeña, acepta esto que será mi única calma. Miré al abogado y luego al señor Pascal, quien no soltaba mis manos. —Yo… —————— POV Diaval Solo vi a mi padre una vez, y no pensé que sería la última. Aquel día en el que me casé, él solo estuvo durante unos minutos, hasta que… Ella apareció. ¡Después de dos años! ¡Después de dos malditos años! —Diaval… —limpiando con un pañuelo sus mejillas, mi hermana se asomó a mi habitación—. El abogado de papá nos espera en la fábrica, ya debemos irnos. —Lo sé perfectamente. Puedes irte. —Pero… —¡Dije que te vayas! ¡No quiero la lastima de nadie! ¡¿O me crees un incapaz?! —No, yo… Lo siento mucho, no quise ofenderte, hermano. Ella se retiró, dejándome en el silencio de mi habitación. El día había llegado y era momento de pasar la página, vivir del pasado era una porquería. … Ya en la fábrica, todos estuvimos esperando la llegada del abogado, salvo Hera, quien no dejaba de mostrar fastidio para que atendieran sus órdenes, siendo sincero, me importaba poco lo que ella hiciera. Solo quería acabar con esto, y no tener que esperar otro maldito día. Di un grito de orden, pero al parecer la persona que vendría tenía más poder que yo, lo cual solo me producía una rabia desesperante. Hasta que el mentado abogado hizo su aparición, mas no se encontraba solo, pues pocos segundos después, ella descendió con un vestido n***o, mostrando una mirada fría y porte elegante, que parecía ser otra persona. —Lys… —la nombré. —Señor Diaval Dolciani. La señorita Landy; ella es la viuda de su padre, y a pedido de su padre, la dueña de la fábrica. —¡¡¿Qué está diciendo?!! —exclamó Hera—. ¿Cómo se atreve a decir que está es dueña de la fábrica? —miró a Lys y sin temor se acercó para estar cara a cara —. ¿Qué se supone que haces aquí? —Contigo no tengo nada de que hablar, y si tienes alguna duda de mí… —Por supuesto que la tengo, esta no es tu fábrica —entonces el abogado sacó el documento donde lo demostraba, para que Lys lo tomara en sus manos y señalara su nombre—. ¿De quien es el nombre que lees aquí, Hera? —¡Es una falsificación! —Yo no tengo la necesidad de hacer tales artimañas. Soy Lys Landi, la dueña de la fábrica Dolciani, y aquel que no esté de acuerdo, es libre de irse, porque les guste o no. Aquí se va a respetar el deseo del señor Pascal, ¿lo oyeron todos?
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