Y un día...

1503 Words
El llanto de los bebés era todo lo que oía, mientras otras mujeres recibían a sus bebés, yo solo podía mirar, sin tener a mi pequeña en mis brazos. El dolor era inmenso, me sentía destruida, rota, con cada parte de mi corazón cayendo junto al charco de sangre en mi interior. Pasé mi manos en mi aún hinchado vientre, teniendo un vacío que crecía a cada segundo. —¿Señora? —escuché a la enfermera, quien cambiaba el suero que estaba conectado a mi vena—. El doctor ha informado que pronto la dará de alta, tiene a algún familiar que pueda venir por usted. Agaché la cabeza y negué, no tenía nadie. A la única persona que estaba cerca, era a mi madre y ella estaba igual o hasta peor que yo. —Oh, lamento eso, pero en realidad no puede quedarse aquí mucho tiempo. —Lo sé, no necesito que alguien me ayude, puedo tomar mis cosas sola —contesté con total seriedad. Y así se dio, una semana después de haber estado hospitalizada, fui dad de alta, el impacto no había tenido mucho impacto en mi cuerpo, la peor parte se la había llevado mi bebé. Mi pequeña ángel que ahora ya no estaría conmigo. Regresar a la habitación donde vivía fue lo más duro, pues al entrar lo primero que vi fue la cuna de mi niña, y no pude evitar sentir que esto que llevaba guardando en el hospital, estallara. Pasé mis dedos sobre la superficie de la cuna, aún tenía el cuerpo adolorido por los golpes, pero más me dolía esto que se formaba en mi garganta, mi cabello ocupó todo mi rostro, y sin fuerzas sollocé hasta tomar el pequeño osito de peluche que había comprado para mi niña. —Mi bebé… —las lagrimas resbalaban por mis mejillas y yo solo podía aferrarme a ese osito de peluche que absorbía mi llanto—. ¡Dios, ¿por qué me has dejado?! —exclamé en tono de reclamo mirando al techo—. ¿Qué hice para merecer esto? ¡¿Por qué me arrebataste a mi bebé?! ¿Por qué…? —. Ya no quiero… No quiero esta vida, no quiero estar sin mi bebé… Por favor… Mi mente debió desear tanto que mi realidad fuera otra, que pronto me vi rodeada en otro ambiente, uno más hermoso, donde yo sostenía a mi hija, donde la veía dar sus primeros pasos, en el que me decía mamá. Casi podía verla corriendo mientras reía con su cabellito oscuro volando con el viento como el de su padre, sus brazos abiertos simulando que podía volar, mientras yo iba detrás de ella para tratar de alcanzarla. —Mami… Mami… Atrápame mami —escuchando el eco de su risa, volví a mi realidad. No recuerdo cuanto tiempo me mantuve así, hasta que mis ojos cansados se cerraron. Caí en un profundo sueño, en realidad hubiera deseado no despertar jamás, pero tuve que hacerlo, y ver mi mundo, uno que no quería, que no deseaba, una donde estaba sola, donde mi niña ya no estaba más. Con el cuerpo adolorido por los moretones, tuve que seguir mi vida, soportando la idea que esto era lo que me había tocado vivir, y que no podía escapar. … El cuerpo de mi hijita ahora descansaba en un hermoso lugar, cada semana iba a visitarla y el resultado era el mismo, me quedaba por horas hablando con ella, llevándole listones, ositos de peluche, muchas cosas que hubiera querido darle al tenerla en mis brazos, pero debía tener resignación, porque esto era lo único que tendría. Y así trascurrieron seis meses, admito que las cosas en el trabajo iban bien, los ingresos me permitieron mejorar en las herramientas de uso y costear los gastos de mi madre sin tener que preocuparme demasiado. Entonces, me hice cuestioné: Quizás debería quedarme y construir mi vida aquí, para Diaval era como si yo hubiera muerto, jamás me contestó, lo cual significaba que se había olvidado de mí. —Es momento de seguir viviendo, Lys —me dije, dando el inicio a mi nueva vida. Me cambié de vivienda, a una más cercana al hospital para estar más al pendiente de mi madre, quien recientemente había despertado, pero su rechazo fue el mismo de antes. Quizás me hubiera dolido, pero en realidad, después de lo de mi hija, ya nada podía lastimarme. Además de que mi nuevo hogar era mucho más amplio, con una cocina bella donde podía dar rienda suelta a mi creatividad. La señora que un día apostó por mí, cuando aún mi negocio no era muy rentable, se había convertido en mi principal clienta, siempre me comentaba que a su hijo le encantaban los chocolates que yo preparaba, y que pronto haría un viaje, por lo que quería varias de mis cajas que se llevaría en su tiempo fuera del país, pues tenía un caso importante que atender, uno que estaba relacionado con un hombre muy importante que manejaba un negocio que ahora estaba en quiebra. —Imagino cuan orgullosa debe estar de su hijo. —Mucho, mi hijo es un hombre brillante, y aunque es muy reservado con sus casos, sé que se trata del patriarca de una familia muy rica. —Eso suena interesante, quizás algún día necesite de sus servicios. —Oh linda, con gusto le diré que lo haga, de hecho, me encantaría se conocieran. Está tan fascinado por tus preparaciones, que creo que estoy sintiendo celos. No pude evitar reír ante su peculiar comentario, y me di cuenta que hace mucho tiempo no había escuchado mi propia risa. —Ay Linda, tienes la mirada cargada de tanta pena, que hasta has olvidado de como reír, no temas volver a hacerlo. Lo que te pasó no fue tu culpa, vive por tu hija. Asentí, aceptando de corazón su consejo, aunque esto fuera casi imposible, ya no tenía motivos para ver con colores al mundo. … El calor pasó a ser frío, lo verde se trasformó en añejo y finalmente en blanco, la época donde la familia debía estar unida había llegado, desde mi ventana veía los colores resplandecientes en el cielo a media noche, celebrando la navidad. Exhalé el aliento de mi boca, observando como este se evaporaba en el viento. —Dos años Diaval, dos años en los que no he sabido nada de ti. Me alejé de la ventana, para beber el chocolate caliente de mi taza, cuando de repente, escuché el sonido de un nuevo mensaje en mi computador. Quizás era alguno de mis proveedores que me deseaba felices fiestas, más al revisar, encontré un mensaje largo, que finalizaba con… —Dolciani. Dos años, después… Y recién obtenía noticias de ellos. Tomé asiento para no caer por la impresión y continué leyendo, cayendo en cuenta que en realidad se trataba de una invitación con urgencia. —Necesito tu presencia con urgencia, pequeña Lys, por favor, solo puedo confiar en ti. … No sé qué me pasó por el cerebro, quizás aún estaba sensible o hallé esta posibilidad para finalmente contarle a Diaval sobre los hechos que había atravesado, y entender la razón de su olvido. Por otro lado estaba mi madre, quien luego de haber sido dada de alta había decidido entrar voluntariamente a un centro de rehabilitación, mas su rechazo a mi persona, siguió siendo el mismo. Ya tenía una vida que estaba construyendo aquí, pero antes de seguir poniendo los ladrillos, debo enderezar la base, así que acepté. Me despedí de mi niña, solo sería momentáneamente, volvería muy pronto, quizás con su padre para que también la conociera, era lo correcto. Tomando el avión que me llevaba de regreso al suelo del país que no pisé en dos años, me encontré con un día festivo en el lugar donde el señor Pascal me había citado. —Que extraño —dije para mí, observando como muchos iban vestidos de gala, mientras que yo solo usaba un vestido casual con un abrigo no muy costoso—. Creo que errado en la dirección, o quizás el taxista se confundió, además lo más cercano a este lugar es la iglesia. Debe ser un error. Me preparaba para abordar otro auto, cuando escuché palmas y celebraciones, saliendo de la iglesia. Un auto pasó a velocidad frente a mí, y solo por curiosidad, me sentí tentada a ver. Me imaginaba a mi saliendo del altar, a mi mente le gustaba jugar conmigo. —También debo hablar con él, debe haber una razón para todo esto —volví a girar sobre mis talones, hasta que oí tras mis espaldas que alguien gritaba: ¡Qué vivan los esposos Dolciani! Por inercia volví a mirar, encontrando a Diaval y a aquella misma mujer de la que desconfiaba salir de la iglesia. —Esto no puede ser… No puede… —Bienvenida querida —con una voz escalofriante, reconocí la voz detrás de mí. Así es, se trataba de la madre de Diaval.
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