Raquel apretó su mano con firmeza, con sus ojos llenos de lágrimas. —No digas eso, Tommy. Tú eres más que tu pasado. María Isabel me avisó que iba a demorar, se le complicó un caso, no te ha olvidado. No dejes que esos pensamientos te destruyan. Eres fuerte y valiente. No puedes rendirte ahora —suplicó con determinación. Pero sus palabras parecían no tener efecto. Tommy seguía inmerso en su tristeza, incapaz de ver un futuro más allá de la humillación y el rechazo que había experimentado, se fue a encerrar en la alcoba. Raquel sintió que el corazón se le estrujaba en el pecho sintiéndose impotente. Sabía que Tommy necesitaba más apoyo del que ella podía ofrecer en ese momento. Decidida a hacer algo, salió de la casa, tomó su teléfono y llamó a María Isabel nuevamente, con la esperanza