Bajo fuego.

1322 Words
Antes de que María Isabel pudiera responder, Aldo la agarró del brazo con fuerza y la jaló hacia él. —¡Aldo, suéltame! —exclamó María Isabel, tratando de zafarse de su agarre. Tommy dio un paso adelante, su mandíbula se tensó. —Déjala, Aldo. Esto no es necesario —expresó con firmeza. Aldo miró a Tommy con desprecio. —Tú cállate, Moore. No tienes derecho a decirme nada. Mabel, vamos. No vas a perder más tiempo con este criminal. María Isabel intentó mantenerse firme. —Aldo, esto no es asunto tuyo. Estoy haciendo mi trabajo y lo que creo que es correcto. No puedes simplemente venir aquí y... —¡No es tu trabajo liberar a asesinos y delincuentes! —gritó Aldo, interrumpiéndola—. ¡No te vas a arruinar la vida por él! Tommy, sin poder hacer nada más que mirar, sintió la impotencia y la frustración crecer dentro de él. No quería causar más problemas a María Isabel, pero ver cómo Aldo la trataba le rompía el corazón, y lo llenaba de furia, además sabía que quería provocarlo para armar una pelea y demostrar que no se merecía la libertad condicional, y no estaba dispuesto a darle ese gusto. María Isabel finalmente se soltó del agarre de Aldo y lo miró con determinación. —No puedes decidir por mí, Aldo. Yo decido en qué creo y a quién quiero ayudar. Si no puedes entender eso, entonces no tenemos nada más que hablar. Aldo, furioso y humillado, la miró con una mezcla de incredulidad y odio. —Esto no ha terminado, Mabel. Ya verás —amenazó antes de dar media vuelta y salir de la sala, dejando a María Isabel y Tommy en un silencio tenso. María Isabel se giró hacia Tommy, su rostro lleno de preocupación y tristeza. —Lo siento, Tommy. No quería que esto pasara. Tommy negó con la cabeza, la observó de forma suave. —No es tu culpa, Mabel. Gracias por todo lo que has hecho. No dejaré que su comportamiento arruine esto. María Isabel asintió, intentando calmar sus emociones. Salieron del tribunal, todavía emocionados por la decisión de la libertad condicional. Ella decidió llevar a Tommy a su casa para sorprender a su madre. Quería que ese momento fuera especial, un reencuentro lleno de esperanza y alegría. Durante el trayecto, Tommy se observó en el reflejo de una ventana y vio su atuendo desaliñado y su aspecto desarreglado. Se sintió incómodo al pensar en presentarse así ante su madre después de tanto tiempo. No quería que la primera impresión después de su liberación fuera de descuido y desesperanza. María Isabel notó su inquietud. —Tommy, ¿estás bien? —preguntó con suavidad. Tommy dudó antes de responder, sin querer mostrar vulnerabilidad ni pedir ayuda. —Es solo que... no quiero que mi madre me vea así. Quiero que se sienta orgullosa de verme, no que se preocupe más de lo necesario —expresó mirando sus ropas desgastadas. María Isabel sintió una punzada de tristeza y comprensión. Quería ayudarlo sin que él sintiera que debía hacer algo a cambio, pero Tommy, con su orgullo y su deseo de ser independiente, no quería aceptar más ayuda de ella. —Entiendo, Tommy. No te preocupes, podemos arreglarlo —propuso, tratando de pensar en una solución. Tommy, sin embargo, la interrumpió. —Mabel, ya has hecho mucho por mí. No quiero ser una carga. Si me prestas algo de dinero, puedo devolvértelo. Déjame hacer algún trabajo para ti a cambio —propuso, decidido a mantener su dignidad. María Isabel se conmovió por su sinceridad y su orgullo. No quería que Tommy se sintiera en deuda con ella, pero entendía su necesidad de contribuir. —Está bien, Tommy. Si eso te hace sentir mejor, hay algo en lo que podrías ayudarme. Tengo problemas con una tubería en mi casa. No sé mucho sobre reparaciones, pero si tú puedes echarle un vistazo, estaré más que agradecida —avisó, sonriendo con calidez. Tommy sonrió, aliviado de poder hacer algo útil. —No soy un experto, pero puedo intentarlo. En prisión uno aprende todo —murmuró—. Gracias, Mabel. Te prometo que haré un buen trabajo —respondió con determinación. María Isabel llevó a Tommy a una tienda de ropa. Mientras él seleccionaba algunas prendas, ella no pudo evitar observarlo. Con cada prenda que se probaba, Tommy se veía más atractivo, más seguro de sí mismo. Cuando finalmente eligió un conjunto que le quedaba a la perfección, María Isabel sintió que su corazón latía más rápido. Tommy era muy guapo, con una presencia que irradiaba confianza y una mirada dulce que contrastaba fuertemente con la de Aldo. Había algo en su sencillez y humildad que la atraía profundamente. —Te ves genial —susurró María Isabel, tratando de sonar casual, aunque su voz temblaba ligeramente. —Gracias, Mabel. Realmente aprecio todo esto —respondió Tommy con una sonrisa cálida que hizo que María Isabel sintiera un cosquilleo en el estómago. Luego, pasaron por una barbería. Tommy se sentó en la silla y el barbero comenzó a trabajar. Mientras le cortaban el cabello y se afeitaba, María Isabel lo observaba desde la distancia, viendo cómo su aspecto se transformaba de manera notable. Con cada corte de cabello y cada pasada de la navaja, Tommy parecía más renovado, más libre. Cuando terminó, Tommy se miró en el espejo y casi no se reconoció. Se veía completamente diferente: más fresco, más vivo. María Isabel lo observó con admiración, notando cada detalle de su rostro, cada línea suave y cada mirada dulce. —¿Qué te parece? —preguntó Tommy, girándose hacia ella con una sonrisa. —Te ves increíble, Tommy. Realmente... —María Isabel hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Realmente te ves muy bien. Tommy sonrió, agradecido por sus palabras. —Gracias, Mabel. No sé qué haría sin ti. María Isabel sintió que sus mejillas se sonrojaban, pero trató de mantener la compostura. —Es un placer ayudarte, Tommy. Te lo mereces. Mientras salían de la barbería, Tommy se sentía más seguro y listo para enfrentar lo que vendría. María Isabel no podía evitar sentir una atracción creciente hacia él, maravillada por su transformación y por la dulzura que veía en sus ojos. En el camino hacia el apartamento de ella, María Isabel no podía dejar de mirarlo. Cada vez que lo hacía, se daba cuenta de lo diferente que era de Aldo. Donde Aldo era frío y calculador, Tommy era cálido y genuino. Esa diferencia la hacía sentir más atraída por él, aunque sabía que debían mantener sus sentimientos bajo control. Finalmente, llegaron a la casa de María Isabel, donde él se dispuso a revisar la tubería. Aunque no tenía mucha experiencia, su determinación y esfuerzo lo llevaron a encontrar la solución al problema con la tubería. María Isabel lo observaba trabajar, sintiendo una profunda admiración por su perseverancia y su deseo de hacer las cosas bien. Mientras ajustaba una de las conexiones, un fuerte chorro de agua salió de repente, empapándolo a él y a todo el suelo. Tommy intentó rápidamente cerrar la válvula, pero el agua seguía saliendo con fuerza. María Isabel corrió hacia él, resbalando. —¡Tommy, cuidado! —exclamó, tratando de mantener el equilibrio. Tommy se giró justo a tiempo para ver a María Isabel resbalar y caer hacia él. Intentó agarrarla para evitar que se golpeara, pero en el proceso ambos perdieron el equilibrio y cayeron al suelo mojado, uno encima del otro. El tiempo pareció detenerse para ambos en ese momento. Estaban tan cerca que podían sentir el calor del cuerpo del otro. Tommy, la sostenía de la cintura, sintió su suave perfume y la calidez de su piel. María Isabel, con el corazón latiendo rápido, miró a Tommy a los ojos, sintiendo una chispa de electricidad entre ellos. —Mabel... —susurró Tommy, sin apartar la mirada de sus ojos.
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