Libertad condicional.

1817 Words
Un par de días después, Aldo llegó a la prisión con una expresión llena de ira y una mirada fría. Había decidido enfrentar a Tommy personalmente. Al llegar a la sala de visitas, pidió que lo llevaran a ver a Thomas Moore. El guardia, reconociendo la influencia de Aldo, accedió de inmediato y lo escoltó hasta la mesa donde Tommy ya estaba sentado. Tommy levantó la vista cuando Aldo se acercó, sorprendido de verlo allí. La tensión entre ambos era evidente, ninguno se soportaba. —¿Qué haces aquí? —preguntó Tommy, frunciendo el ceño. Aldo se sentó frente a él, inclinándose hacia adelante con una expresión de desprecio. —Vine a dejarte algo claro, Moore. No saldrás nunca de aquí —aseguró, su voz estaba llena de veneno—. No importa lo que Mabel haga, no importa cuánto intente ayudarte. Mi suegro, Salvador, con todas sus influencias, no permitirá que te liberen —mintió con respecto a Arismendi. Tommy mantuvo la calma, aunque sentía la ira burbujeando debajo de la superficie. —¿Qué quieres, Aldo? —preguntó con firmeza. Aldo esbozó una sonrisa cínica. —Quiero que dejes de manipular a Mabel. Ella es mi novia, y no permitiré que un delincuente como tú la utilice para sus propios fines. Ella me tiene a mí, un hombre intachable, ¿crees que me cambiaría por un delincuente como tú? —preguntó soltando un bufido. Tommy apretó los puños sobre la mesa, sus ojos ardian de rabia. —No estoy manipulando a Mabel. Ella es una persona íntegra y compasiva que ve más allá de las mentiras y las apariencias. No soy perfecto, pero estoy intentando redimirme. Y no te dejaré que me amenaces o que le hagas daño. Aldo soltó una carcajada amarga. —¿Redimirte? No me hagas reír, Moore. Eres un criminal, y eso es todo lo que serás. Y aunque intentaras cambiar, nunca serías digno de Mabel. Salvador y yo nos aseguraremos de que nunca salgas de aquí. Tommy se inclinó hacia adelante, mirándolo directamente a los ojos. —Puedes intentar todo lo que quieras, Aldo, pero no voy a darme por vencido. Y si crees que puedes manipular a Mabel y usar tus influencias para mantenerme aquí, estás subestimándola. Ella es más fuerte e inteligente de lo que piensas. Aldo perdió la sonrisa, su expresión se endureció. —No entiendes con quién estás tratando, Moore. Mabel es mía, y haré lo que sea necesario para proteger lo que es mío —bramó. Tommy se enderezó, habló con voz firme y decidida. —Mabel no es una posesión. Ella tiene su propia voluntad y sus propios ideales. Y si crees que puedes controlarla, te darás cuenta de que estás muy equivocado. Yo lucharé por mi redención y por ella, y no me detendrás. Aldo se levantó bruscamente, golpeando la mesa con la palma de la mano. —Esta conversación ha terminado, Moore. Te quedarás aquí, y Mabel se dará cuenta de lo inútil que es luchar por alguien como tú. Tommy lo observó con frialdad, sus palabras se llenaron de convicción. —Puedes intentarlo, Aldo. Pero no subestimes el poder de la verdad y la justicia. Y no manipules a Mabel. Aldo salió de la sala, su rostro tenso y lleno de furia. Cuando la puerta se cerró detrás de Aldo, Tommy permaneció sentado en silencio por un momento, dejando que la intensidad del enfrentamiento se disipara. Sus pensamientos se aclararon. —No voy a rendirme. Y demostraré que soy digno de Mabel, sin importar lo que cueste. **** Aldo llegó al apartamento de María Isabel con un ramo de flores en la mano, con la intención de disculparse. La puerta se abrió y ella lo miró con una mezcla de sorpresa y desconfianza. —Mabel, te traje flores —mencionó Aldo, extendiendo el ramo hacia ella con una sonrisa que intentaba parecer genuina. María Isabel tomó las flores con cautela, su expresión seria. —Gracias, Aldo. Pero necesitamos hablar —dijo, abriendo la puerta para que él entrara. Aldo entró en el apartamento, tomó por la cintura a su novia, intentó besarla, ella hizo a un lado su rostro. Aldo soltó un bufido, ella le señaló al sofá, ambos tomaron asiento, y María Isabel dejó las flores a un lado, sin mirarlas. —Mabel, sé que estás molesta conmigo, pero... —¿Molesta? —interrumpió María Isabel, en un tono lleno de cinismo—. Aldo, fuiste a contarle a mi familia sobre mis planes de liberar a Tommy. Sabías que esto era algo delicado y personal, y aun así decidiste traicionarme de esa manera. Aldo intentó defenderse. —Mabel, lo hice porque creo que estás cometiendo un error. Tu familia tiene derecho a saber lo que estás haciendo. Esto no solo te afecta a ti, sino a todos nosotros. María Isabel lo miró con una mezcla de decepción y enfado. —Eso no te daba el derecho de ir a mis espaldas y contarles. Estaba tratando de manejar esto de la mejor manera posible, y tú solo complicaste las cosas. Mi padre y Joaquín están furiosos, y ahora tengo que lidiar con las consecuencias de tus acciones. Aldo suspiró, frustrado. —Mabel, no entiendes. Tommy es peligroso. No puedes dejarte llevar por la compasión y poner en riesgo tu carrera y nuestra reputación. —¡No es solo compasión, Aldo! —exclamó María Isabel, levantándose del sofá—. Estoy haciendo esto porque creo que es lo correcto. Porque creo que Tommy merece una segunda oportunidad. Tú no ves más allá de tus prejuicios y tu necesidad de controlarlo todo. Aldo se levantó también, su expresión se endureció. —¿Y qué hay de nosotros, Mabel? ¿Qué pasa con nuestra relación? ¿Estás dispuesta a poner todo en juego por ese hombre? María Isabel lo miró, su voz firme. —Nuestra relación se basa en la confianza y el respeto. Y tú rompiste ambos al ir a contarle a mi familia algo que debíamos manejar juntos. No sé si puedo seguir adelante con alguien que no respeta mis decisiones ni mis principios. Aldo intentó acercarse a ella, pero María Isabel dio un paso atrás, manteniendo la distancia. —Mabel, lo siento. No quise hacerte daño. Solo quería protegerte. —¿Protegerme de qué, Aldo? ¿De tomar mis propias decisiones? —respondió ella, su voz salió llena de dolor—. No necesito protección, necesito apoyo y comprensión. Y si no puedes darme eso, entonces no sé si podemos seguir juntos. Aldo la miró, sintiendo que estaba perdiendo el control de la situación. —Por favor, Mabel, no hagas esto. Podemos solucionarlo. María Isabel suspiró, su expresión cansada pero resuelta. —Necesito tiempo para pensar, Aldo. Necesito saber si realmente podemos seguir adelante después de esto. Aldo asintió lentamente, sabiendo que había perdido más de lo que esperaba. —Te daré el tiempo que necesites. Pero, por favor, considera lo que te he dicho. María Isabel no respondió, simplemente lo vio salir del apartamento, dejando las flores en la mesa sin tocarlas. Sabía que tenía decisiones difíciles por delante, y estaba dispuesta a enfrentarlas, sin importar lo que costara. **** Las semanas siguientes fueron un verdadero desafío para María Isabel. Día tras día, enfrentó trabas y obstáculos en su esfuerzo por conseguir la libertad condicional de Tommy. Desde papeleo interminable hasta influencias poderosas en su contra, parecía que liberarlo era un imposible. Sin embargo, no se dio por vencida. Su determinación y su creencia en la redención de Tommy la mantuvieron firme. Cada día visitaba la prisión, llevando no solo documentos y argumentos legales, sino también esperanza y apoyo moral. Tommy se aferraba a esa esperanza, sabiendo que María Isabel estaba luchando por él con todas sus fuerzas. Semanas después, recibió la tan ansiada noticia: una audiencia había sido programada para revisar la posible libertad condicional de Tommy. La emoción la invadió y corrió a la prisión para contarle. Cuando María Isabel llegó, los guardias la escoltaron hasta la sala de visitas. Al ver a Tommy, su rostro se iluminó con una sonrisa radiante. —Tommy, tenemos una audiencia —avisó sus ojos brillaban con emoción—. La sentencia será revisada, y tendremos la oportunidad de demostrar que mereces la libertad condicional. Tommy sintió una oleada de alivio y esperanza, algo que no había sentido en mucho tiempo. Se levantó de la mesa y, sin pensarlo dos veces, la abrazó con fuerza. En ese momento, él sintió muchas cosas. No solo gratitud y esperanza, sino también un profundo amor por María Isabel. Al tenerla tan cerca, inhaló su suave perfume, el mismo con el que soñaba todas las noches. No quería soltarla, deseaba tenerla en sus brazos para siempre. Su corazón latía con fuerza, y la calidez del abrazo lo llenó de una paz que no había conocido en años. —¡Mabel, no puedo creerlo! —susurró con la voz quebrada por la emoción—. Gracias, gracias por no rendirte. María Isabel sintió el calor y la fuerza del abrazo de Tommy, su corazón latía con fuerza contra el pecho de él. Sus sentimientos, que había tratado de mantener a raya, se intensificaron en ese momento. —Lo vamos a conseguir, Tommy. Estoy segura de ello —expresó casi titubeando. Finalmente, se apartaron un poco, pero sus miradas seguían conectadas, llenas de una mezcla de esperanza, gratitud y algo más profundo que ninguno de los dos se atrevía a verbalizar. **** Días después, llegó el momento de la audiencia. María Isabel y Tommy se presentaron ante el panel de jueces y la junta de revisión. María Isabel expuso con elocuencia y pasión el caso de Tommy, destacando no solo los hechos legales, sino también su esfuerzo por cambiar y redimirse. Tommy, por su parte, habló con sinceridad sobre su arrepentimiento y su deseo de tener una segunda oportunidad. El ambiente en la sala era tenso mientras los jueces deliberaban. Finalmente, el juez principal se dirigió a ellos. —Después de considerar todas las evidencias y testimonios, hemos decidido conceder la libertad condicional a Thomas Moore, bajo la supervisión constante de la abogada María Isabel Arismendi. La audiencia ha concluido. La emoción fue abrumadora. Tommy y María Isabel se miraron, sabiendo que habían logrado lo imposible. Cuando salieron de la sala, Tommy la abrazó de nuevo, esta vez con lágrimas en los ojos. —Gracias, Mabel. No sé cómo podré devolverte todo lo que has hecho por mí —mencionó con su voz llena de gratitud y amor. María Isabel lo miró, su corazón lleno de alegría y esperanza. —Solo haz lo correcto, Tommy. Vive tu vida de la mejor manera posible. Eso será suficiente. Y mientras seguían abrazados. Aldo apareció, su rostro estaba rojo de furia. Se acercó rápidamente a ellos, ignorando completamente la conmovedora escena. —¿Qué demonios está pasando aquí? —gruñó.
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