No puedo creer que este hombre me hará levantar. No quiero salir, no quiero ir ver a su grupo de amigos que no conozco, ni siquiera tengo ganas de moverme. —¿No puedo quedarme a dormir? —como niña malcriada, pregunto. —¡No! Por décima quinta vez —está gozando esto. —Mike, he comido más de lo que debería, estoy llena, cansada y bastante adolorida —me pongo de pie—. Yo no me iré a ningún lado, aquí te espero. No comprendo cuál es el afán, de que yo lo acompañe esta noche. —¿Tanto te cuesta salir con tu esposo, Arita? —lo veo con fastidio. Me da una sonrisa, que lejos de ser de burla, es cautivadora—. No te voy a dejar sola aquí. —Voy a dormir —demando. —No. Tú vas a levantar tu culo y vendrás conmigo. Ya él está vestido, en cambio, yo no. Yo me duché y me puse mi pijama. Estoy muy c