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Me Casé Con Un Stripper

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Blurb

La vida de Aria, siempre ha sido perfecta, organizada y planificada.

Cumpliendo al pie de la letra, un plan de vida que hasta ahora ha realizado con éxito; estudiar, graduarse y tener el empleo soñado, para dejar atrás su oscuro pasado.

Pero, ¿Qué pasará cuando sus planes, meticulosamente planificados, se vean interrumpidos al despertar una mañana las Vegas, y ser la esposa de un total desconocido?

Y no uno cualquiera, sino un Stripper profesional bastante egocéntrico, descarado, narcisista y ególatra…

Un matrimonio inesperado pondrá la vida de Aria Spencer de cabeza.

Un hombre acostumbrado a tenerlas a todas rendidas a sus pies, excepto a ella…

Una noche que ninguno de los dos recuerda, pero que sin duda será la mejor de sus vidas.

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Horas antes de la locura
POV Aria Spencer Veo a mi amiga con ganas de querer matarla. ¿En serio me hará hacer eso?. Toda mi vida he sido el tipo de persona que evita a toda costa el desenfreno, las fiestas, las locuras. Siempre he sido una mujer centrada, juiciosa y bastante tranquila. No me gustan los cambios, no me gusta el alboroto, no me gusta bailar, ni tomar, ni mucho menos fumar; soy la antítesis de la rubia que tengo al frente. Hanna Carson es mi mejor amiga desde la primaria. Desde que nos conocimos en la escuela, hemos sido inseparables, y aun cuando ambas elegimos carreras distintas, nos las arreglamos para no estar alejadas. Yo me gradué hace un año de administración empresarial. Lo mío siempre ha sido el liderazgo, administrar una gran empresa, tener un cargo importante y destacar en medio de todos. En cambio, Hanna se fue por todo lo opuesto; se graduó de Maquilladora Profesional en la Beauty Schooll de Seattle, hace un año, al igual que yo. ¿Cuál es la diferencia? Que a mi amiga preciosa le ha ido demasiado bien. Se ganó su lugar en el mundo del maquillaje, y también sus clientas. Cuenta con un perfil de i********: con millones de seguidoras que alaban su talento y se agendan con ella para ser maquilladas. En cambio, a mí me ha ido de las patadas desde que me gradúe. No he encontrado un empleo digno, por no tener la experiencia suficiente. ¿Pero cómo tengo experiencia, si no me contratan para obtenerla? He tenido un año desgraciado, trabajando de asistente en una empresa dónde no valoran mi potencial y conocimiento. No me malinterpreten, me siento feliz por Hanna, estoy orgullosa de mi amiga, pero cuanto desearía tener el éxito que ella tiene, en mi área por supuesto. Suelo ser hermética, perfeccionista y controladora. Saber que no he tenido el éxito que planeé me frustra, me estresa y en cierta parte me decepciona. Hanna lo sabe, por ese motivo ha cambiado la planificación de este viaje. Uno que estoy más que segura, acabará en un desastre. —¿Me estás hablando en serio? —pregunto con una ceja alzada. —¡Vamos Aria! Jamás había hablado tan en serio. Niego una y otra vez. —Quedamos en que la despedida de soltera sería un viaje a Nueva York. Me quejo y Hanna resopla. —Aburrido Spencer… —se pone de pie y llega hasta donde me encuentro sentada. Estamos en la sala de nuestro departamento. Ambas vivimos juntas desde que entramos en la universidad. Cuando Hanna se comprometió con Leonardo, hicimos una promesa de viajar a Nueva York y pasar una semana juntas, visitando museos y lugares emblemáticos de la ciudad. Pero ahora, la futura señora Brown, desea hacer un viaje a la ciudad del pecado—. Has tenido un pésimo año, creo que este viaje te ayudará a relajarte, olvidar que no tienes el trabajo soñado, incluso, puede que encuentres al amor de tu vida allá… —¿En la ciudad más corrupta de todo el país? —me río con falsedad. Hanna rueda los ojos y comienza a masajear mis hombros. Sabe que me encanta eso y sabe que lo necesito. —Aria, soy hija única… —bufo ante sus palabras —Dichosa tú. —¿Podrías dejarme continuar? —guardo silencio porque la he molestado—. ¡Gracias! Como te decía… Eres mi mejor amiga, eres la hermana que mis padres nunca me dieron, así que no te queda de otra que aceptar como será mi despedida de soltera. Me aprieta un poco al decir esas últimas palabras, y me quejo. Hanna rodea el mueble y se planta frente de mí con sus brazos cruzados. Sé que tiene la razón, soy su mejor amiga y debería de ser yo quien esté planificando su despedida de soltera. Pero ella sabe muy bien que eso no es lo mío, no me siento cómoda así que ella, al ver mi desgracia, decidió hacerse cargo de esto. Sin embargo jamás consideré que, tendría en mente semejante locura. —Está bien, tú ganas. —¡OMG! ¿Lo dices en serio? —chilla como niña pequeña y yo debo de tapar mis oídos para evitar que sangren—. ¡Juro por Dios que creí no accederías! —Puedo decirte que no, justo ahora. —No puedes, eres una mujer de palabra —cierto, cuando digo que sí, es sí. Cuando digo que no, es no y ella lo sabe—. ¡Estoy tan emocionada! Aplaude, me abraza y me llena de muchos besos que me hacen reír. —Bueno, debes de comprar los boletos de avión para el fin de semana. —No hace falta Arita linda, los compré para esta noche. ¡Mierda! —¡Hanna! ¿Estás loca? ¡Apenas es martes! ¡Mañana trabajo! ¡Ni siquiera he pedido permiso! —me pongo de pie y comienzo a quejarme. Tengo un jefe a quien rendirle cuentas, no puedo faltar al trabajo así como así. Eso quedará mal en mi expediente y ella lo sabe muy bien. —Aria, tu trabajo es una mierda —me dice con obviedad, y mentira no es. Ser la asistente de un viejo quejón y mal humorado no estaba en mis planes de vida, pero es mi trabajo—. De igual forma pensabas renunciar ¿no? —Si pero… —¡Silencio! Esta noche nos vamos a la ciudad del pecado. La Aria aburrida, mandona y perfecta se quedará aquí en Seattle y allá serás la Aria perra que se comerá la ciudad. Sin poder evitarlo, suelto grandes carcajadas por la forma tan liberar de ser de mi amiga. A ella no le causa nada de gracia que me esté burlando así que guardo silencio por el bien de mi vida. —Leonardo realmente te ama —digo mirándola finamente—. Confiar en que nos iremos de viaje, a la ciudad más pervertida en todo los sentidos, solas y sin ningún hombre, debe de ser un gran acto de extrema confianza. —Primero; tienes razón, si me ama. Segundo; voy contigo. Llevo la mano en mi pecho en señal de falsa ofensa. Pero más bien me siento orgullosa en saber que mi cuñado confía plenamente en mí, y sabe que de las dos, yo soy la más juiciosa. —¿No se supone que debo de sacar la perra que llevo dentro? —De eso me encargo yo —me sonríe con malicia. —No voy a beber y lo sabes. —No hay problema. Nos sostenemos la mirada, no quiero pensar en las locuras que Hanna debe de estar planificando en su cabezota. Debo de mantenerme en total alerta a sus movimientos. Una vez me drogó, así que no dudo que lo haga nuevamente. —Ok… ¿Te despedirás de Leonardo? —Eso lo hice anoche querida… —levanta sus cejas con coquetería—. Le di sexo magistral toda la noche, le hice… —¡Hanna! —tapó mis oídos y camino hacia la cocina. Quien crea que mi amiga es una mujer clasista, está totalmente esquivado. Hanna es una mujer que no tiene pelos en la lengua y llama las cosas como son, pero, en cambio, yo soy más reservada con esos temas, y prefiero no andar diciendo cuantas veces le hice un oral a mi prometido, o las posiciones que hice con él la noche anterior. —Es sexo Aria, no es nada malo… —No comprendo como es que la familia de Leonardo te ama. —Me soportan, que es distinto… Además, el que me importa que me ame, lo tengo comiendo de la palma de mi mano, y eso para mí es más que suficiente. Chocamos las manos y hacemos un pequeño baile de la victoria. Leonardo creció con padres creyentes a la fe bautista, son súper reservados y conservadores. Asisten a la iglesia cada domingo sin importar nada. Cuando conoció a Hanna en la universidad, el futuro abogado quedó prendido de la frescura, libertad y el carisma de mi amiga. De inmediato se hicieron novios, y al culminar la carrera se comprometieron. Leonardo, vio en mi Hanna, lo que por tantos años se le ha prohibido. Y desde ese día, le ha sido fiel. —Amo verte así, voy a extrañar verte vuelta loca, buscando en el armario ropa conservadora para ir a la iglesia. Nos reímos por eso. —¿Lista para pasar los mejores cinco días de tu vida, Aria Spencer? Me cuesta decirlo, pero tampoco soy una aburrida amargada. Igual será una ciudad nueva por conocer, me apoyaré de eso para pasarla fenomenal, y darle a Hanna la despedida de soltera que ella con tanto esfuerzo planificó. —Estoy lista —respondo con seguridad y una gran sonrisa. —¡Vegas! ¡Allá vamos! —grita en medio de la cocina—. ¡Y prepárate ciudad del pecado! ¡Porque Aria Spencer irá a arrasar! Dios, apiádate de mi alma. […] Todo lo demás ocurrió súper rápido. Ambas hicimos nuestras maletas, preparamos todo para pasar nuestros últimos cinco días juntas. Hanna se casará dentro de dos semanas, se irá a pasar un mes en Brasil por su luna de miel. Sé muy bien que no la volveré a ver todos los días como estaba acostumbrada. Quedaré sola en este departamento, y mis días serán más aburridos de lo que ya son. Así que, cómo su mejor amiga, debo de dejar aun lado mi mal carácter, mi lado aburrido y sacar esa perra que llevo dentro, como ella me dice. Debo de disfrutar junto a ella, porque ya luego, no volverá a ser lo mismo. Justo ahora, nos encontramos en el aeropuerto de la ciudad. Estoy algo ansiosa por las locuras que puedan suceder. Hanna inventa mucho, y a causa de ello, soy yo la que termina pagando los platos rotos. —Tranquila Aria, yo le pedí que se comportara —dice Leonardo con empatía y yo niego. Ambos sabemos que eso será imposible. —Yo me encargo de que no haga alguna locura —le aseguro dándole dos palmadas en la espalda. Los dos se ven con complicidad. No sé por qué, pero siento que este par se ha puesto de acuerdo en algo. Voy a ignorar la forma en que me miran, porque me voy a concentrar en disfrutar estos cinco días. Veo que ella le dice algo al oído y ambos se ríen. No me voy a romper la cabeza pensando en que estos dos se han puesto de acuerdo para hacerme una broma. Leonardo es un hombre extremadamente guapo, pero muy tranquilo. O bueno, lo era, porque el efecto Hanna lo ha influenciado muchísimo, y ya no es ese joven apacible y relajado. Digamos que, mi amiga lo llevo al lado oscuro del sexo, la fiesta y la diversión. —Si muero, ustedes dos serán los culpables. Tomo mi maleta y me alejo para darles algo de privacidad. Los oigo reírse y decirme que me aman, que me relaje y que disfrute de esta aventura. También me río, pero ellos no lo notan. Por supuesto que disfrutaré, pero a mi modo, y eso es algo que Hanna no considera. No beberé nada de alcohol, si voy a disfrutar de la ciudad del pecado, será en mis cinco sentidos, para así llevar en mi memoria la despedida de soltera de mi mejor amiga, como el mejor de los recuerdos. […] Nueve de la noche, y hemos llegado a Las Vegas. Hanna está emocionada, no para de tomar fotos, y señalar cada casino, teatro, hotel, y bares. ¿Y quién no? Hasta yo estoy embelesada por tantas luces, colores y atracciones. Las vegas es la ciudad del pecado, es conocida por el juego, las apuestas, la disponibilidad del alcohol las veinticuatro horas del día, y la legalidad de la prostitución. —Estamos en la capital mundial del entretenimiento, Aria Spencer…—me dice mi amiga con elegancia—, así que, olvídate de tu aburrida vida en Seattle, y prepárate, que esta noche te comerás la ciudad. —Tu seguridad me abruma. —Tú solo déjate llevar —me guiña un ojo, y yo tomo aire preparándome para lo que vendrá. Hanna le pide al señor del taxi que nos lleve al hotel donde nos hospedaremos por estos cinco días. Auspiciado por Leonardo Brown, el imponente Las Vegas Hilton at Resorts World nos recibe con su majestuosa estructura en color rojo y n***o. Cada noche aquí debe de valer una millonada, y para la suerte de la rubia a mi lado, su prometido tiene para costear esto, y mucho más. —Esto es una locura… —digo cuando ya estamos dentro. No tengo palabras para describir cada detalle que mis ojos aprecian. Todo es ostentoso, lleno de brillo, glamour. La mínima estatua decorativa debe de valer un año de mi sueldo como asistente, y eso que gano más o menos bien. —¡OMG! ¡Aria! ¡Mira esto! —mi amiga me jala de forma brusca y lo que mis ojos ven me deja atónita. Una gigantesca esfera que refleja muchos colores, con el nombre del hotel en cursiva, se encuentra en el medio del gran living del lugar. Parece ser de pantallas LED, porque los colores cambian, y ofrece un show espectacular a la vista del ojo humano. La adrenalina se hace presente en mi sistema, me emociono con todo lo que estoy viendo, y por primera vez, siento que esta noche será totalmente diferente. —Hanna… —llamo su atención —. ¿Trajiste tu vestido dorado de tiras? —Por supuesto que sí —responde extrañada. —No esperemos a mañana, esta misma noche lo usaré. Mi amiga me mira sin dar crédito a lo que digo. No estoy diciendo que me volveré loca, no. Solamente quiero vivir la experiencia de conocer Las Vegas cómo lo veo en las películas, pero, conmigo siempre existen los peros. Me mantendré alejada del alcohol y controlaré las locuras de Hanna. —¿Vivirás la experiencia? —me pregunta totalmente extasiada. —Viviré la experiencia… Me toma del brazo y prácticamente me arrastra hacia el ascensor. Solo le ruego a Dios, de que Hanna no cometa ninguna locura en nuestra primera noche. Me mentalizo una y otra vez que, todo sea por la despedida de soltera de mi mejor amiga.

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