Zoe llegó a su apartamento, se dejó caer en el sofá, tratando de procesar todo lo que había sucedido. Había logrado su objetivo, pero a un precio emocional que no había anticipado. Las palabras de Patrick resonaban en su mente, mezclándose con la confusión de sus propios sentimientos.
Se secó las lágrimas y se levantó, decidida a seguir adelante. Tenía que revisar el material de la cámara y asegurarse de que tenía suficiente evidencia para ayudar a Claire, aunque ver ese video le iba a remover todo lo ocurrido en el despacho de Patrick, aún había en su piel los rastros de aquel momento, podía sentir aún el sabor de sus besos, el aroma tan masculino de su piel. Zoe se puso de pie y corrió a la ducha, pensó que así podría borrar las huellas de aquel instante de sex0 con aquel hombre.
Luego de eso, editó el video, no podía exponerse a que su rostro o ciertas partes de su cuerpo aparecieran en aquellas imágenes, no quería, ni debía ser expuesta. Después intentó dormir, aunque no logró conciliar el sueño.
Al día siguiente, Zoe citó temprano a Claire en su fundación. Estaba nerviosa, pero sabía que tenía que entregar las pruebas que había obtenido la noche anterior. La esposa engañada llegó puntual, con una expresión de anticipación y curiosidad en su rostro.
—Claire, ya tengo las pruebas de la infidelidad de tu marido —avisó Zoe, tratando de mantener la voz firme.
Claire la miró con una mezcla de sorpresa y alivio.
—¿Te acostaste con mi marido? —preguntó directamente y la observó con atención, clavando sus ojos en ella.
Zoe asintió, aunque evitó el contacto visual.
—Ese fue el trato. Solo fue una trampa para obtener las pruebas —respondió.
Claire suspiró y luego esbozó una sonrisa tranquilizadora.
—Está bien, no te preocupes. Quiero ver el video.
Zoe sacó la cámara de su bolso, pero antes de entregársela, hizo una pausa.
—Claire, te lo voy a entregar, pero necesito que sepas que no puedo aparecer en él, por eso edité las imágenes. Mi reputación está en juego.
Claire no se contuvo y soltó una sonora carcajada que retumbó en la oficina.
—Querida, yo también puse cámaras en la oficina de mi marido. Ya sé lo que pasó entre ustedes. Pero ahora no me interesa el divorcio —avisó, su tono se volvió más frío—. Quiero que robes la fórmula del nuevo producto de belleza que están creando en la empresa.
Zoe se quedó helada, sus ojos se agrandaron por la sorpresa.
—Ese no fue el trato, Claire. ¿Me pusieron una trampa? —preguntó, sintiendo cómo la ira y la confusión crecían dentro de ella.
En ese momento, la puerta se abrió y Jonathan, el hermano de Claire. CEO de la industria cosmetológica competencia de Patrick, hizo su entrada, su presencia imponente llenó la habitación, miró a Zoe con atención, arqueó una ceja, y se aclaró la garganta.
—No es una trampa, Zoe. Es hacer justicia —avisó Jonathan, con voz firme—. Patrick ha maltratado a mi hermana por años, y lo justo es arruinarlo. Tú prometiste ayudarnos y si no lo haces, ya sabes lo que puede pasar. ¿Qué pensarían las mujeres a las que tanto ayudas de ti? Perderías total credibilidad —enumeró con un tono de cinismo.
Zoe miró a Jonathan, tratando de comprender la magnitud de la situación. Se sentía atrapada entre dos bandos, con su propia integridad en juego.
—Pero... esto no es lo que acordamos —susurró con la voz débil.
Jonathan dio un paso más cerca, su expresión fue implacable.
—Lo que acordamos ha cambiado. Ahora, necesitas conseguir esa fórmula. Si no lo haces, el video se hará público, y tú serás la que perderá todo.
Zoe sintió cómo el suelo se desmoronaba bajo sus pies. Sabía que no tenía otra opción. Estaba atrapada en un juego peligroso y manipulador, y tenía que encontrar una manera de salir de él sin perderse a sí misma en el proceso.
—Está bien. Lo haré —expresó resignada, su voz fue apenas un susurro—. Pero después de esto, estamos en paz, y antes de entregarles las fórmulas, ustedes me darán el video, y firmaran un acuerdo en el cual no volverá a chantajearme —solicitó.
Claire sonrió, satisfecha.
—Por supuesto, querida. Después de esto, todo terminará.
Zoe salió de la fundación con el corazón pesado, sabiendo que estaba entrando en una fase aún más peligrosa de este juego de engaños. Pero no podía rendirse, no ahora que había llegado tan lejos. Tenía que encontrar una manera de salir de esta situación con su integridad intacta y sin dañar a nadie más en el proceso.
Llegó a la empresa, con un solo propósito: encontrar la fórmula del nuevo producto de belleza, pero también quería entender mejor la situación en la que se encontraba. Al notar que Patrick no estaba en su despacho, decidió aprovechar la oportunidad.
Con sigilo, entró a la oficina y comenzó a buscar entre los documentos. Revisó cajones y archivos, su pulso se aceleraba con cada segundo que pasaba. De pronto, encontró un folder que llamó su atención. Lo abrió con manos temblorosas y comenzó a leer.
Lo que descubrió la dejó atónita. El folder contenía la demanda de divorcio entre Patrick y Claire. No estaban casados actualmente, sino que se habían separado hacía seis meses. La demanda detallaba cómo Claire había engañado a Patrick con su amante. Había fotos adjuntas de esa mujer en situaciones comprometedoras con otro hombre.
Zoe apretó los puños, sus ojos se mantenían fijos en esas imágenes. Claire le había mentido, utilizándola para sus propios fines. Se dio cuenta de que había sido manipulada para cumplir con una venganza personal.
—¿Cómo pudo mentirme así? —se preguntó en voz baja, sintiendo la ira crecer dentro de ella—. Claire me pintó a Patrick como un monstruo, pero parece que la historia es mucho más complicada. ¿Y ahora qué hago? He sido una pieza en su juego desde el principio.
Las imágenes de Claire con su amante le revolvieron el estómago. Se sintió usada y manipulada, y una parte de ella comenzaba a dudar de todo lo que le habían dicho.
—Necesito pensar. Necesito descubrir toda la verdad antes de tomar cualquier decisión. No puedo seguir ciega en este juego sucio.
De repente, escuchó la voz de Patrick en el pasillo. Su corazón se aceleró y con rapidez arregló el escritorio, tratando de dejar todo como lo había encontrado.
—Buenos días, señor Wells —balbuceó Zoe, tratando de mantener la calma. Su actitud desafiante de días anteriores se vio opacada, por el peso de la culpa y la vergüenza, no tuvo el valor ni de mirarlo a los ojos.
Patrick la miró con una expresión de sorpresa y frialdad, como si entre ellos jamás hubiera ocurrido nada.
—Camila —respondió, con un tono distante y profesional—. ¿Qué haces aquí tan temprano?