¿Qué tienes en las manos, Camila?

1058 Words
Zoe sintió que la sangre se le fue a los pies, pero no podía mostrar su nerviosismo iba a ser demasiado sospechoso y él era un hombre demasiado suspicaz. —Solo estaba dejando la correspondencia —susurró Zoe, evitando su mirada. Patrick la observó por un momento, con su expresión inescrutable. —Bien. Deja los documentos en la mesa y puedes retirarte —ordenó, volviendo su atención a su escritorio. Zoe asintió y dejó los documentos sobre el escritorio. Sin decir una palabra más, salió del despacho, sintiéndose más confundida y herida que nunca. Patrick la había tratado con una frialdad que la hacía sentirse como una simple empleada, ignorando por completo la pasión que habían compartido la noche anterior. —No puedo seguir confiando en nadie —pensó Zoe mientras se dirigía a su lugar—. Patrick, Claire, Jonathan... todos tienen sus propios intereses. Tengo que ser más inteligente, más rápida. No puedo permitir que me usen más. Más tarde decidida a descubrir quién era en realidad Patrick Wells aceptó la invitación para comer con varios de sus compañeros de trabajo, algo que había evitado hasta ahora debido a su enfoque en la misión. Pensó que tal vez, escuchar lo que decían los demás sobre su jefe, podría darle más claridad sobre el hombre que estaba tratando de destruir. En el restaurante, mientras el grupo disfrutaba de sus comidas, Zoe aprovechó la oportunidad para desahogarse un poco. —No entiendo cómo pueden soportar a Patrick como jefe —mencionó, intentando sonar casual—. Es tan frío e indiferente, parece que no le importa nadie más que él mismo. Varios de sus compañeros la miraron con sorpresa, y antes de que pudiera continuar, Ana, la interrumpió. —Es cierto que tiene un carácter explosivo y puede parecer frío —admitió Ana—. Pero no es así en realidad. Patrick está pendiente de todos nosotros. Siempre se asegura de que tengamos lo que necesitamos y es muy justo. Otro compañero, Jorge, asintió y agregó: —Hace poco tuve una emergencia familiar y Patrick me dio tiempo libre sin hacer preguntas. Se preocupó de que todo estuviera bien y se aseguró de que no me faltara nada. Puede que no lo demuestre abiertamente, pero se preocupa por su equipo. Zoe se quedó en silencio, sintiendo una punzada de culpa. No esperaba escuchar tales elogios sobre Patrick. Las palabras de sus compañeros contradecían todo lo que Claire y Jonathan le habían contado. Se sentía dividida, pero sabía que tenía que mantenerse enfocada en su misión. —Tal vez solo he tenido una mala impresión —susurró Zoe, tratando de disimular su incomodidad—, pero por ahí escuché que a su esposa la trata muy mal, que era violento con ella. Ana frunció el ceño, y hasta lanzó una servilleta sobre la mesa. —¿Quién te dijo semejantes mentiras? ¡Dime! —espetó furiosa. Zoe tragó saliva, esa mujer parecía una fiera a punto de saltarle encima. —Eran rumores que escuché no recuerdo, creo que en el baño —balbuceó. Ana la miró con una expresión de ira. —Pues eso es falso, el señor Wells sería incapaz, si no sabes como pasaron las cosas no andes repitiendo lo que escuchas Camila —advirtió. Zoe asintió y también la miró a los ojos. —Y ¿cuál es la verdad? Quizás si me lo dicen así pueda comprender mejor a mi jefe. Ana soltó un bufido, bebió un poco de agua. —Lo que aquí se habla es confidencial Camila, los padres del señor Wells eran muy amigos de los de la señora Claire, arreglaron ese matrimonio desde que ellos eran niños para fusionar las dos industrias dermocosméticas más grandes del país, sin embargo, nuestro jefe no aceptaba esa boda. Zoe arrugó el ceño. —¿Un matrimonio concertado? —indagó más que para Ana consigo mismo. —¿Por qué se casó si no deseaba hacerlo? —No sé cómo lo convencieron. Don Zacarías, el padre del señor Wells, estaba muy enfermo y a punto de morir. No sé si por eso aceptó ese compromiso. Al mes de la boda, el anciano falleció y el señor Wells se negó a fusionar las empresas. Ahí comenzaron los problemas. Se agravaron cuando murió Joseph Davis y dejó a cargo a su hijo Jonathan. Ellos dos son rivales, y la señora Claire siempre estuvo del lado de su hermano y de su amante. Zoe sintió una punzada en el corazón, le habían visto la cara, se habían aprovechado de sus convicciones para manipularla, y ahora estaba metida en graves problemas. —¿Quién es el amante? —preguntó con curiosidad, sin embargo, todos miraron la hora, debían volver a sus lugares. —Otro día te sigo contando, regresemos a trabajar, al jefe no le agradan los retrasos —comunicó Ana. Zoe volvió a su lugar de trabajo, no podía ni concentrarse se debatía entre su lucha moral y los chantajes a los que ahora se enfrentaba. —¡Dios ilumíname! —suplicó bajito. Patrick esa tarde, le había pedido unos informes, iba retrasada, por lo que se quedó hasta tarde esperando que sus compañeras le enviaran la información. Esa noche, cuando todos se fueron de la oficina, ella se quedó. Con el corazón latiendo a mil, se dirigió al despacho de Patrick, y cuando iba a colocar los informes miró sobre el escritorio un documento etiquetado como "Fórmula del producto estrella, la nueva crema antiarrugas". Zoe abrió los ojos, era como si aquel documento se le estuviera sirviendo en bandeja de plata. Dudó en tomarlo. Sin embargo, recordó las amenazas de Jonathan, rememoró las vivencias de las mujeres a las cuales ella ayudaba, no podía fallarles, no podía permitir que ellas supieran que tuvo s3xo con un hombre para tenderle una trampa. «Lo siento señor Wells, pero usted podrá recuperarse, en cambio yo no, son miles de mujeres que pensaran lo peor de mí, y creerán que no tienen esperanzas, no puedo fallarles a ellas» Agarró el documento entre sus manos, justo cuando estaba por salir, escuchó la puerta del despacho abrirse. Escondió las manos atrás, sintió que el corazón se le salía del pecho, encontrándose cara a cara con Patrick. —¿Qué tienes en las manos, Camila? —preguntó él, con un tono desafiante y peligroso.
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