Magnus se encontraba en el pequeño pero acogedor apartamento de Violeta, sentado a la mesa mientras observaba cómo ella se movía con destreza en la cocina. Aunque el espacio era modesto, Violeta había logrado hacer que se sintiera cálido y hogareño, con el aroma de la comida casera llenando el aire.
Los suaves tonos lavanda y rosa pastel que dominaban la decoración creaban un ambiente acogedor y sereno. Las paredes estaban adornadas con delicados estantes llenos de pequeñas macetas de hierbas y flores secas.
—Huele delicioso —comentó Magnus, sin evitar sonreír al ver cómo Violeta se concentraba en cada detalle de la cena.
Violeta, con las mejillas ligeramente sonrosadas, se giró hacia él, devolviéndole la sonrisa.
—Gracias. Me gusta cocinar para los amigos —respondió con un tono tímido
