Jonathan caminaba por el reluciente laboratorio de su empresa con una sonrisa de satisfacción dibujada en su rostro. Sentía que había alcanzado el éxito que tanto había buscado, y esa fórmula que sostenía en sus manos era la clave de su próximo gran triunfo. —Hemos hecho historia hoy, señores —anunció, su voz retumbó con autoridad y orgullo en la sala. Los ingenieros y científicos que lo rodeaban lo observaban con atención, conscientes de la importancia de lo que tenían entre manos—. Esta fórmula es perfecta, la crema revolucionaria que cambiará el mercado y nos colocará en la cima. Jonathan extendió la fórmula, entregándosela al jefe de ingenieros con un gesto solemne. —Quiero que la cuiden como si fuera oro —ordenó, su mirada era intensa—. Trabajen en la producción de inmediato. No po