Patrick decidió enviar de regreso a Zoe después de la cena, sin intercambiar una sola palabra más con ella. Zoe, por su parte, sintió un alivio abrumador al entrar en el auto, agradeciendo en silencio que él no hubiera insistido en su juego de poder. Mientras el vehículo se alejaba del elegante salón, ella se permitió relajarse por primera vez en toda la noche. Pensó, con una pequeña sonrisa de satisfacción, que al menos había logrado mostrarle a aquel hombre que ella no era alguien fácil de doblegar. Al llegar a su apartamento, Zoe se quitó los tacones y caminó descalza hasta su dormitorio. Lo único que deseaba en ese momento era cambiarse y ponerse su cómoda camiseta, aquella que siempre usaba para dormir, y olvidar la tensa velada que acababa de pasar. Sin embargo, al abrir la puerta d