Zoe sintió un eco distante de palabras resonando en su mente, una voz familiar que parecía llamarla desde algún rincón lejano. Los susurros de Patrick, cargados de una emoción que nunca hubiera imaginado en él, se desvanecían en su conciencia, como si fueran parte de un sueño. Con gran esfuerzo, logró abrir los ojos. La luz era tenue, y al principio, todo a su alrededor era una neblina borrosa. Poco a poco, los contornos de la habitación comenzaron a definirse. El pitido constante de las máquinas, el suave murmullo de los dispositivos que la mantenían con vida, y el inconfundible aroma clínico del hospital la envolvieron en una realidad fría y solitaria. Su mirada recorrió el entorno, confirmando lo que su mente temía: estaba sola en una sala de hospital. El vacío a su lado era evidente,