Pero todo a mi vista ocurría como si fuese yo el observador principal del patético escenario de una aburrida comedia de televisión, vista por supuesto, en un televisor de mala calidad. Lo bueno aquí era que, al menos Élan parecía tener todavía la habilidad de mantener controlada la situación, afortunadamente su demandante carácter mantenía las cosas equilibradas, siempre fue él el portavoz de todo, de modo que eso me facilitaba el no tener que expresarme innecesariamente. Por otra parte estaba mi mujer, simulando cortesía y diplomacia, bien podía pasar desapercibido su estado emocional en ese momento, o al menos tenía la decencia de disimularlo. Pero para mí, observar sus instintos, incomodidades y deseos era como mirar piedras al fondo de un pozo con agua calma y cristalina. Llegó, como