Y ya que según la disparatada idea que escuché de ella hacía poco antes, supuse que el que cargaba a la niña, el mismo que permanecía en silencio y como si quisiera ser invisible, sería también su amante, como de seguro también querría esa mujer ponerle encima las garras a mi prometido. No pude evitar darle una aprobación mental al estado físico de este, que casi parecía gemelo de Élan, salvo por el color de su cabello y de los ojos. Definitivamente, que suerte la de esa. No era justo que también quisiera la atención de Jonás. Edrick Tarskovsky. Comencé a agradecer en silencio que Élan tuviera el carácter necesario para desplazar tensiones entre estas dos fieras, mientras tanto a mí me daba tiempo de rezar a Dios y a los santos que fueran necesarios para que Noelia cerrara el piquito