Ester Tarskovsky Harris.
En las sienes me palpitaba el deseo de abofetear la llamada Noelia, pero, razonando después de todo, nunca dijo algo fuera de lugar. Cierto era que no tenía yo muy claro de quién de ellos tres era el padre biológico de mi hija. Cierto también era que pronto ella sería madre. Así que me esforcé por enfriar los motores de la ira y concentrarme en el desayuno, dejando pasar este acontecimiento nada afectuoso.
Levanté las pestañas mientras seguía comiendo y miré frente a mí, a unos tres metros en el otro extremo de la mesa a mi esposo; su comportamiento era el que me recordaba cuál era mi lugar, por supuesto que el de señora, el de la dama de la casa, así que por ese día ya habían sido suficientes espectáculos violentos.
Miré hacia el lateral izquierdo de la mesa,
