No me moví de mi lugar, ni hice el ademán de querer tocarlo para darle consuelo de alguna manera, no sonreí, no contraje el rostro en alguna expresión de lástima y no articulé algo aparte de lo necesario, hablando con voz neutral, pero empática. —Es comprensible que usted se sienta de ese modo, pero no es lo más correcto y creo que puede dominar ese aspecto, no eres culpable de lo que le aconteció a tu madre, es usted una víctima más de las acciones de la persona verdaderamente culpable, que fue quien elaboró el secuestro. Señor Élan —pausé y él volteó de nuevo la cara para mirarme, sin mucho entusiasmo—. Sé que justo ahora ella también estará sintiéndose culpable, sin serlo en realidad. Ella no querrá aceptar que le fueron arrebatados treinta años, treinta años en los que no pudo estar a