Nathaly Rodríguez. Ella y yo seguimos a Élan a paso de pingüino. Sentí más que nunca la garganta reseca y los labios tiesos y minutos después resultó que también mi lengua se encontraba media rígida. No dije nada, me mantuve observando cada cosa y esperando lo peor, planificando opciones a tomar en caso de que las cosas se volvieran feas, es decir, más feas. Llegamos al interior de la mansión y pude sentir el alivio de la calefacción interior. —Lleva a mi madre a la sala del comedor y dale de beber algo caliente —pidió con seriedad a una sirvienta que, sumisa comenzó a guiar a la señora. Yo me quedé en el mismo sitio, dentro de aquella sala en la que al principio habíamos estado Christer y yo. Seguí tiritando, pero en completo silencio y muy atenta. Mi