—Creo que sería apropiado que te tomaras un respiro de un par de horas —hablé de nuevo y Everest se fijó en mis ojos, de los cuales le guiñé uno—. Debes estar exhausto después de haber hecho un excelentísimo trabajo, reconozco que somos una empresa exigente y tú estás a la altura de nuestros requerimientos —volteé hacia Harriet que parecía una estatua de pie a mi lado, revisando una tableta electrónica—. Llévalo a que tome o coma algo y si quieres merienda tú también. Harriet, como siempre, con gesto obediente, dócil y satisfecho, asintió. —Sí, señora. Volteé de nuevo hacia Everest y asentí una sola vez. Mi intención era reparar los huecos que dejaba Élan con sus comentarios ácidos. Crysler Niederman. Quise gritar, pero dentr