—Pero bastante que comes, bebita —dijo con una forzada voz que alguna vez pretendió sonar dulce. Arya la miraba con sus ojos heterocromáticos y seguía saboreando la papilla en su boquita, sentada ante la mesa en una sillita especial para bebés. —Y tienes unos ojitos extraños ¿eh? —volvió a hablar esta, calculando a mi hija. Fui caminando a pasos muy lentos, observando la espalda de Emma, analizando su voz, imaginando los gestos que tendría su cara en ese momento. Por lo visto, la eficiente Dag no decía nada y ni cuenta se había dado de mi llegada por estar atenta a limpiar las mejillas de Arya. —Tienes el cabello igual que el de Rodrig —volvió a hablar, entonces dejó de apoyar las manos en la mesa y se enderezó, cruzando los brazos sobre su pecho—. ¿