Intenté relajarme un poco más, aunque fuera algo que me costara, él lo valía.
—Que le des una oportunidad y más que eso, que te la des a ti mismo. ¿Cuesta demasiado?
—Tengo mujer…
—Y a mí eso me importa una mierda —dejé claro, moderando el tono de mi voz pero manteniendo ese carácter que no podía dominar—, tampoco la mujer que ahora tienes tuvo reparos en investigar si ya tú tenías a alguien antes de relacionarse contigo.
—¿Pretendes que le sea infiel? —preguntó con incredulidad casi infantil.
—Pretendo que retomes la vida que tenías antes o al menos hagas el sacrificio de voltear hacia atrás y considerar que estás dejando mucho. Me da igual tu otra mujer, sólo quiero tener a mi hermano de regreso y que Ester sea feliz. Porque no merece lo contrario, Edrick.
Hubo otro silencio entre nosotros, volví a mirar el volante que estaba sosteniendo con las dos manos y por su lado Edrick permanecía cabizbajo y aunque este no lo supiera yo estaba sufriendo con él cada una de sus penas. Porque era mi hermano, porque la fraternidad entre ambos era inquebrantable y porque daría mi vida por él y su felicidad, pero a veces las cosas había que forzarlas un poco para que tomaran el camino correcto, tensar un poco más la soga y no demostrar muchos sentimentalismos que terminaran confundiendo el motivo principal.
—No puedo dejar a Noelia —musitó este y yo suspiré.
—Nunca dije que debías abandonarla o dejar de corresponder a tu otro… hijo —aclaré.
Parpadeó unas cuantas veces y echó la cabeza hacia atrás, sacudiéndola en una negativa.
—Te juro que no logro entender el punto, pero me estoy esforzando.
—Poco a poco —le insté en medio de un leve asentimiento.
—Todos ustedes son raros —introdujo los dedos de sus manos sobre la cabellera y la peinó hacia atrás con frustración—. Estoy aturdido.
No pude contener una sonrisa ladina y lo miré de reojo.
—Lo sé. Y gracias. Bienvenido de vuelta, hermanito.
Llegamos a casa y bajamos del auto, entramos tranquilamente por la puerta principal mientras la gente del servicio y del cuerpo de seguridad daba uno que otro saludo, pero más amable se mostraban con Edrick, era obvio, el favorito. Cosa que no me fastidiaba en lo más mínimo, mientras menos atención tuviera yo de ellos, mejor para mí. Edrick se comportaba amable y receptivo pero ya sabía yo que la timidez y la duda lo estaban tomando como una marioneta y él luchaba por comportarse a la altura.
Todos lo recordaban y del mismo modo, los empleados más recientes lo recibían amable, dándole muestras de respeto.
Caminamos por los pasillos uno al lado del otro.
—Quiero… intentarlo.
Escuchar aquello me llenó de regocijo, quise sonreír de nuevo, pero me mantuve inexpresivo, algo automático y nada forzado.
—Es un buen comienzo.
—Pero debo regresar primero con… Noelia y ponerla al tanto —pausó, había empleado un tono de culpa que a ratos me hacía sentir incómodo—. Debes entender que no puedo dejarla.
—Has lo que creas conveniente, pero lo más importante, comunícate. Élan, Ester y yo necesitaremos saber cuáles serán los siguientes pasos que tomarás.
Con la vista periférica lo noté asintiendo una vez.
—¿A dónde iremos ahora? —le escuché preguntar.
—Probablemente Élan y Ester estén en la sala principal. Esta es la oportunidad de que expongas tu situación real y propongas algo.
Pude jurar que tragó seco y su corazón se enfureció en un galope inminente.
—¿A…ahora? —dijo con nervios—. ¿Tiene que ser ahora?
—No hay tiempo que perder —lo animé sin sonar demasiado entusiasta—. Y aunque parezca imposible, me gustaría recuperar los tres años perdidos entre nosotros.
Unos cuantos pasos más y llegamos a nuestro destino más pronto. Pero nos encontramos con alguien más, alguien de quién ya había yo escuchado hablar. No saludé, pero lo hizo Edrick con los nervios de punta a juzgar por el ligero y casi imperceptible temblor en su voz.
Los primeros ojos que vi fueron los de Ester, que miró con angustia disimulada a Edrick, luego fue Élan el que volteó a vernos, este no estaba tan sorprendido; pero la mirada más intensa era la de la mujer con gafas de montura en pasta negra, que por un momento me miró a los ojos con análisis y luego rodó los suyos, como los de un animal curioso, hacia la cara de Edrick. No lo hizo por mucho, pues noté rápidamente cómo intentó disimular algún tipo de impresión que le llenó las mejillas de un rubor un poco peculiar, de todas maneras poco me importó. Lo que me mantenía incómodo era que ella estuviera allí cuando había un tema privado que debíamos conversar mi familia y yo en ese momento.
Ester siguió sentada, pero no dejaba de mirar a Edrick y el silencio burlonamente danzante en la estancia hacía parecer aquel lugar una funeraria.
—Conduce a la señorita Rodríguez a su habitación —le ordenó Élan a una de las criadas y volvió a mirar a la nueva mujer—. Aclararemos otros puntos luego, siéntase cómoda y de nuevo, sea bienvenida. Dentro de algunas horas conocerá a mi madre, mientras tanto puede ir instalándose, su equipaje ya está en su dormitorio.
La tal Rodríguez asintió y se puso de pie, tomando las carpetas de la mesa.
—Estoy agradecida por esta oportunidad, señor Tarskovsky —luego miró a Ester e hizo una ligera reverencia—. Señora.
—Descansa —le sugirió Ester amablemente—. Falta poco para la cena.
—Por favor sígame, señorita —dijo la criada.
Y ambas se encaminaron hacia donde sea que fueran, asunto irrelevante. Lo que tomé en cuenta fueron los siguientes segundos, la tensión se podía sentir como cadenas apretándose más y más alrededor de nuestros cuerpos, pero era momento de la verdad y de decisiones cruciales.
Nathaly Rodríguez.
(Minutos antes).
—Según vi en su currículum habla usted cinco idiomas —dijo Élan Tarskovsky después de las palabras formales de presentación.
Continuaba mirando las hojas dentro de la carpeta que había traído consigo y su esposa se mantenía en silencio, mirándolo obrar y seguramente analizando todo.
Asentí.
—Así es, señor. Hablo principalmente español, es mi idioma natal; también puedo comunicarme en inglés, alemán, ruso y francés.
No dijo nada, seguía observando los papeles, cómodamente sentado con una pierna sobre la otra, miré a la señora y sonreí amable pero sin exagerar, ella me devolvió el gesto y aunque no dijo nada, supe de inmediato que no era una persona muy difícil, en cambio Élan mantenía su entrecejo ligeramente fruncido, como si en realidad existiera algo en todo aquello que le estuviera disgustando y que hasta ahora se contenía de dar una reprimenda.
—Bien. Eso es bueno —dijo, mudando la hoja y viendo entonces la que continuaba—. Porque la persona de la cual serás tutora tiene como idioma original el alemán, muy poco sabe hablar inglés.
Asentí.
—Puedo manejarme con eso.
—Y dice aquí también que tienes conocimiento básico de primeros auxilios y farmacia —esto otro lo dijo sin siquiera mirarme.
—Hace poco cursé estudios cortos al respecto. Pero me destaco más en asuntos que tengan que ver con pacientes psiquiátricos.
—Sí —dijo él como si le restara importancia a ese asunto, pero en realidad lo analizaba todo—. Por eso estás aquí.
Asentí, bajando a mirada y viendo por lo bajo, el silencio entre los tres hacía el espacio tenso y mucho más la joven que supuse que era la criada y quién estaba con las manos tomadas por delante, de pie, a unos cuantos pasos de nuestros asientos; seguramente esperaba alguna orden.
—Mi madre tiene traumas tras una vivencia extrema que sufrió, ha estado recluida en una clínica de recuperación, no obstante los especialistas consideraron que no habría problemas con que viniera a vivir con nosotros. Debes saber que es una persona que necesita paciencia, atención y vigilancia la mayor parte del tiempo —me extendió una de las dos carpetas marrón que había traído consigo y me apuntó con su mirada del color del zafiro—, aquí está el informe. Dice todo lo que deberías saber acerca de ella. Y de último están los términos en los que se basa el contrato que deberás firmar en caso de aceptar el trabajo. Puedo asegurarte que el p**o por ello es alto, porque se requiere de un servicio total y de altura.
Su tono era neutral, pero no podía evitar sentirme advertida y no sé si era por el tono grave de su voz o su mirada ligeramente oscura mientras su entrecejo permanecía ligerísimamente fruncido. Oculté siempre mis pensamientos evitando hacer alguna expresión facial que me hiciera ver tonta, así que asentí con todo respeto.
—Lo leeré, señor. Y ayudaré en cuanto sea necesario —aseguré pero él ni atención pareció prestarle a mi tono de disposición.
—Por lo que sé, has tenido experiencias profesionales similares a esta.
—Dos, para ser más específica, señor.
No asintió, pero su ligera expresión facial fue de una muda aprobación.
—Entonces no estará tan perdida —pausó—. Tendrá techo y alimento que corren por cuenta mía, así como seguro médico y bonos extra si no sólo veo a la paciente estable , sino mejorando su estado.
Tragué saliva y volví a asentir. No podía perder la oportunidad de un empleo similar. Miré por una fracción de segundos los ojos de la señora y esta me miraba detenidamente, expectante y supe, por su posición cómoda pero formal y ligeramente firme, que me estaba observando, quizá tratando de sacar algún concepto acerca de mí, analizando mi postura y tono al hablar, e imaginé que ya ella sabría que yo hacía lo mismo. Pero pese a eso no me sentía amenazada, un tanto expuesta sí, pero ella no me incomodaba como a ratos lo hacía Élan con su expresión ligeramente ceñuda y su tono autoritario.
—Haré cuánto me sea posible, señor.
—Lee detenidamente las cláusulas del contrato, debo resaltar que habrán serias consecuencias si alguna información se filtra a la prensa o si por alguna razón la paciente es tratada mal, incluso la negligencia por parte del tutor, que en este caso podría ser usted, acarrearía serios problemas legales.
Supe por esa introducción que el asunto en realidad era serio, pero peores cosas había visto yo, sobre todo cuando se trabaja en un hospital psiquiátrico es que se conoce la escala de los extremos en cuanto a asuntos similares. No creía que ese caso fuese algo que yo no pudiera afrontar.
—Lo haré —dije y él volvió a mirarme.
Le sostuve la mirada por un par de segundos que se me hicieron extremos, pero no aparté la vista, en cambio forcé una sonrisa amable y tensa, rodando después los ojos hacia su esposa, que físicamente era perfecta y ella me correspondió con una expresión facial amable y muda, sin exageraciones.
Me pregunté por un momento si ella simplemente estaba como vaga representación de una esposa, sin derecho a una opinión o lo era todo allí y simplemente tenía flojera de hablar, mientras en su cabeza no habría más que la consideración de este momento como pérdida de tiempo. Me pregunté también si ella sería una sumisa común, una esposa fiel y alguien que sencillamente no daba problemas. Aunque era obvio que yo había averiguado previamente acerca de la historia de esa familia, no sabía mucho aparte del fundador fallecido, sus tres hijos herederos y el escándalo reciente que terminó por convertirse en el cotilleo de varios importantes de la élite gringa. En revistas hube leído acerca de presuntas infidelidades por parte de la señora de la casa que ahora estaba internada en un psiquiátrico y, aunque suene tonto, al principio creí que necesitaban un personal tutor para esa señora; claro, después el tema fue aclarado y tuve la información de que no se trataba de esta sino de una víctima de ella, algo que me animó más a servir de ayuda.