Mensajes

2100 Words
Leonardo coloca su mano sobre la mejilla de Louisa y la mira con un brillo en los ojos que solo ella pudo notar. —¿Qué hace? —preguntó Louisa por su extraña expresión de cariño. —Tu rostro es muy suave al tacto… —Es un atre… —Louisa intenta cachetearlo, pero él la detiene del brazo-, ¡Suélteme! -gritó. —Lo haré cuando te calmes —la mira enojado. —No puedo calmarme hasta que se aleje de mí —insistió. —Louisa no te he faltado el respeto… —¿Ah no? —preguntó sarcásticamente. —No —respondió más tranquilo—, yo no fui quien hace unas horas se portó de manera muy cariñosa e intentó… —Ni siquiera lo diga. —Louisa, tú y yo pasamos la noche juntos —la interrumpe bruscamente—, tú y yo fuimos cariñosos y… —No continúe por favor. —Sé que ayer dijiste que te hicieron mucho daño, sé que crees que yo también te haré daño, pero no es así. —Digo muchas cosas estando dormida —Louisa se niega a sí misma sobre lo que pasó hace unas horas. Ella lo había iniciado y aún así él nunca se aprovechó. —Sé que tienes miedo, sé que no me conoces… —No lo conozco y tampoco me conoce —lo interrumpe. —En eso tiene razón y por eso te pido disculpas. —¿Mi jefe me está pidiendo disculpas? —preguntó con un tono burlón. —Sí —se aleja de ella—. Te llevaré hasta tu departamento y si quieres después las puedo llevar al trabajo. —¿Las? —preguntó Louisa confundida. —Supuse que compartías departamento con Amanda, ya que ambas registraron la misma dirección domiciliaria. —Me asusta su nivel de deducción señor Leonardo —lo mira directamente a los ojos y le roba un beso de la mejilla—. Acepto su ayuda. —¿La camiseta que lleva puesta la encontró en la habitación? —preguntó Leonardo confundido. —Sí, sé que es para un hombre, pero no me sentía cómoda con mi ropa puesta todo el día, y me queda bien como pijama de dormir. —Probablemente hoy llegue un socio, siempre dejamos el día anterior una camiseta de la compañía —se preguntaba porque Miguel no le había mencionado. —Ahora sé que no debí usarla. —No te preocupes, le pediré a Luis que coloque otra en su lugar —se levanta de la cama y la ayuda a Louisa a levantarse también—. Te espero abajo en la recepción. Asiente con la cabeza e ingresa al baño con su bolso. Leonardo sale de la habitación y se dirige al ascensor dejando su celular sobre el aparador. Louisa se desviste e ingresa a la ducha abriendo el grifo de agua fría, necesitaba una forma para calmar sus pensamientos y el calor que la volvían loca. Estaba segura de que lo quería cerca de ella, pero no entendía la razón. Ella solo buscaba empezar desde cero junto a su mejor amiga. Las dos tendrían por fin una vida independiente y no le gustaba como la llevaba en su primer intento. ¿Acostándose con el jefe? Y aunque no tuvo relaciones, ¿qué pensaría su familia de ella? en especial su madre. El sonido constante de un celular la interrumpió de su baño. No podía perder más tiempo duchándose, igualmente se bañaría nuevamente en su departamento. Se secó con la toalla, y se volvió a vestir con su ropa del trabajo. Salió del baño y se dirigió a la cómoda en la que había dejado su celular, pero no era el suyo el que hacía ruido. Buscó por la habitación y encontró el de Leonardo junto a la lámpara. Ella no quería revisar los mensajes, pero la pantalla se encendía con cada mensaje y no podía evitarlo. —¿Qué crees que estás haciendo Leonardo? Luis me contó que la llevaste al hotel de la empresa, ¡demonios! ¿Sabes el peligro que trae consigo? —Louisa revisa el remitente y ve el nombre de Elena—. Por una parte, me alegro de que estés conociendo a alguien más, pero esta no es la forma… Louisa estaba perpleja leyendo los mensajes sin abrirlos. Ella creía que estaba loca, pero que la mejor amiga de su jefe confirmara sus dudas era un alivio. No estaba alucinando. Coge el celular de él, apaga la pantalla y lo lleva en la mano mientras que con la otra saca la pluma de su bolso y llena el formulario que Luis le entregó hace unas horas. Le pedían datos personales y un correo en el que la pudieran contactar para ofrecerle promociones. Guarda su pluma, se coloca el bolso en el hombro, y sale de la habitación dejándola cerrada con llave. Se acerca al ascensor y marca planta baja en el panel. Se abren las puertas. Coloca un poco de perfume en su cuello y sale. —¿Estás lista Louisa? —preguntó Leonardo perplejo al verla acercarse a la recepción con su celular en la mano. —Sí —respondió con una sonrisa a ambos. Le entrega el celular a Leonardo y el formulario a Luis. —Gracias Luis por tu hospitalidad —se dirige a Leonardo—. Lo dejaste en el aparador. —Fue todo un placer conocerte y haberte ayudado —dijo Luis. Ellos se despiden y se dirigen al parqueadero. Leonardo le abre la puerta para que Louisa ingresara. Se abrochan el cinturón de seguridad y él le va pidiendo indicaciones de cómo llegar al departamento. Louisa le agradece y le sugiere que es mejor para ambos que ella vaya luego a la oficina con Amanda. Leonardo no podía llevarle la contraria, porque tenía razón, aunque a la vez pensaba que su comportamiento se debía a lo que ella haya podido encontrado en su celular, estaba más que seguro de que su amigo le contó a Elena de que estaba compartiendo cuarto con su secretaria. Ella sale del carro y se despiden de la mano. —Gracias a Dios que te encuentro Carlos —dijo Louisa al encontrarse con el dueño del condominio. —Te daré una copia extra de tu departamento. —Me ayudaría bastante —mira en dirección a su departamento—. ¿la has visto a Amanda? —No, es probable que siga dormida. —Sabes como es ella, si estuviera despierta sería otra Amanda —ambos se ríen. —Me dirás dónde dormiste —preguntó Carlos. —No, puedes preguntarle a Amanda, a ella le dejé un mensaje. —Prefiero que me lo digas tú misma. —Carlos me gustaría seguir platicando contigo, pero debo bañarme para ir al trabajo —se despide de él con un abrazo. Su amigo podía ser todo lo intenso que quería cuando se preocupaba por ella, pero a su vez no la presionaba si ella aún no estaba segura de hacerlo. —Ve, si no las llego a ver de nuevo, me la saludas a Amanda —le abre la puerta. —Así lo haré. Louisa ingresa al departamento sin hacer ruido alguno, busca en el cuarto de Amanda y la encuentra dormida bajo su colcha favorita de gatos. Sale de la habitación y se dirige a la suya. Deja sus cosas y su celular sobre la cama. Entra a la ducha y toma un baño de agua fría. Lava su cabello con su champú con olor a vainilla y su jabón de rosas. Quería causar impacto en su segundo día y quizás algún tipo de reacción en Leonardo, ahora más que nunca estaba decidida en conseguir que se encariñara con ella. Sale con una toalla en su cabeza y la otra rodeando su cuerpo. Busca su ropa interior en sus cajones y busca un vestido largo color azul marino con una correa dorada. Se viste y sale de su habitación con sigilo. Quería tomar un taxi y aprovechar el recorrido para pensar. No estaba segura cómo reaccionaría su amiga ante el mensaje de que durmió en un hotel, la sobreprotegía como su madre y no dudaría en preguntarle sobre el tema. Pidió su carro en Uber y esperó por él. Cuando llegó el conductor, ella subió directamente luego de verificar la placa. Le dijo buenos días y no intercambiaron palabras durante la carrera. Luego de media hora el taxi llega y Louisa le da las gracias. Cruza la entrada, se saluda con los de la recepción, y les pide la credencial. La toma y la usa para pasar el mecanismo de seguridad. Marca el piso en el ascensor, entra, y antes de que se cerrara la puerta, Leonardo la detiene con su brazo. —Louisa —dijo al verla en el ascensor sola. —Lo siento señor, no lo vi. —Lo sé o sino hubieses detenido el ascensor —la mira fijamente, intentando distraer su mente de los olores deliciosos que provenían de ella y que lo estaban volviendo loco. —Discúlpeme por causarle molestias —agacha su cabeza—. No ha de haber podido dormir en toda la noche. —La pasé bien Louisa, eso es lo que importa —le guiña el ojo. Las puertas del ascensor se abren y ambos salen. Louisa camina detrás de él e ingresan por separado para evitar llamar la atención. Ella se sienta en su puesto y conecta su computadora para comenzar a trabajar. Leonardo busca una carpeta en uno de los cajones de su escritorio y se lo entrega a Louisa. —Louisa esta es la cartera de clientes que nos visitarán el día de hoy —Leonardo mira la puerta y luego devuelve la mirada a Louisa—, alado de los nombres encontrarás los tipos de papeles que debes entregarle. Me gustaría ayudarte, pero tengo más de tres reuniones programadas para el día de hoy. —Jefe… —Sé lo que dirás y tranquila, estoy bien. —Está bien. —¿Almorzará con su amiga? —Sí, señor, ¿me necesita en la noche también? —No Louisa, ayer fue solo una excepción —la mira para ver su reacción—. Además, usted y yo sabemos que ocurrirá si otra vez se queda. —Señor Leonardo —dijo Louisa al sonrojarse. —Solo era una broma—se aleja y se dirige a la puerta—, nos vemos luego. Leonardo se dirige al baño de hombres y se encierra en un cubículo para revisar con más tranquilidad los mensajes. Se asustó apenas leyó los de Elena, por lo que no dudó en llamarla enojado. —Leo me alegro… —dijo Elena. —Elena escúchame —la interrumpe molesto—, ¿en qué estabas pensando? —¿A qué te refieres? —preguntó Elena. —¿Por qué carajos me mandaste esos mensajes? —toma un respiro para tranquilizarse—. Sabías que estaba con ella. —Yo… —Elena piensa qué decir—, no pensé en que ella vería mis mensajes, es tu teléfono —toma un suspiro—. ¿Ella los leyó?. —Creo que sí, porque dejé mi celular en la habitación y ella me lo entregó al bajar a recepción. —¿En la habitación? —Elena cae en cuenta que no solo pasó en el mismo hotel que ella, sino que compartió cuarto con ella—. Leonardo no la lastimes, me agrada mucho más que Clara y creo que tú también, solo no la lastimes. —Elena no sé de qué hablas. —Sabes bien a lo que me refiero… —Elena me tengo que ir, alguien más entró al baño —corta rápidamente la llamada y sale del cubículo para lavarse las manos. Nadie había entrado, solo era una excusa. Se lava el rostro con agua del lavabo. Sus episodios habían regresado, y no podía controlarlos. Lamentaba ser débil, pero esta vez no, estaba más que seguro de que Louisa era la indicada, y aunque sus amigos no lo querían aceptar, él ya se sentía cómodo con su decisión. La inocencia en el rostro de ella cada vez que la veía, sus cambios de humor constantes y su manía de volverlo loco con solo estar cerca de él, eran detalles que adoraba cada vez más. Leonardo revisó su celular, y los mensajes de Miguel captaron su atención, lo estaban esperando para la junta. Salió del baño y cruzó hacia la sala de reuniones. Se chocó con Louisa cuando ella salía de gerencia. Se saludaron con la mirada.
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