Luego de cuatro horas Leonardo revisó su reloj de mano, marcaba la una de la tarde y era seguro que la vería cruzar el pasillo junto a su amiga Amanda.
—Louisa —dijo Amanda al verla desde el otro lado del pasillo—, te estaba esperando.
—Lo sé —respondió Louisa cansada—, solo he estado entregando papeles a más de diez desconocidos y ya siento mi garganta reseca.
—¿Y Leonardo? —preguntó Amanda.
—En la sala de reuniones, aún no sale de ahí.
—Pongámoslo de esta forma —Amanda golpea levemente el brazo de Louisa—, ambos están ocupados y se pueden dar un respiro.
—¡Amanda! —Louisa la interrumpe a tiempo antes de que alguien más las oyera.
—Eres una aguafiestas —refunfuñó Amanda.
—Siempre.
—Por otro lado, tengo mucha hambre —Amanda observa su estómago y lo escucha rugir. Ambas se ríen—, iremos al San Marino
—Pero ¿no está algo lejos de aquí?
—Otra vez eres una aguafiestas.
—Lo siento, pero aún tengo que recibir a cinco clientes más en la oficina y Leonardo no se desocupará tan rápido de su lista de reuniones.
—Tú ganas —se rinde Amanda ante lo inevitable—, comamos en el Sweet & Coffee.
—Gracias —dijo Louisa sonriente.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —preguntó Amanda cuando ambas ingresaron al ascensor. Estaba lleno y tuvieron que ir muy apegadas una de la otra.
—¿Tiene que ver con el mensaje que te mandé por la noche?
—No y sí, esa pregunta te la haré cuando estemos a solas.
—Dispara, ¿qué es?
—He notado que has estado de buen humor últimamente.
—Yo también lo he notado —añadió Louisa inocentemente.
—¿Tiene que ver el señor en esto?
—¡No! Claro que no —respondió antes de que Amanda continuara con la indagación en público.
—Está bien, no te preguntaré más.
Salen del ascensor y se dirigen al Sweet & Coffee que quedaba cerca del edificio. No estaba lo completamente lleno como para no encontrar asientos disponibles. Consiguieron una mesa para dos, cerca del mostrador. Louisa pidió su milkshake de oreo con torta de choclo y Amanda pidió su café con cheesecake de frutilla. Se sentaron y comieron sin decir alguna palabra hasta que un sonido las distrajo.
—¿Es el jefe verdad? —preguntó Amanda al ver que no era su celular sonando.
—Sí, pero no es nada importante —respondió con una cara aún más cansada.
—¿Tendrás más clientes que atender?
—Sí, se añadieron más clientes a la lista.
—Solo entrégales los papeles y listo.
—Aún así tengo que verificar que el formulario lo hayan completado como es debido y también debo hacerles firmar el contrato después de eso.
—¡Qué pereza! —dijo Amanda al tomar el último sorbo de su café—. Cambiando de tema, ¿me dirás sobre lo que ocurrió anoche?
—Sí, el señor Leonardo me dio una mano por lo que no tenía las llaves.
—¿Le dijiste que las habías olvidado como siempre? —se río.
—No Amanda, no quería causar una mala impresión.
—Entonces él te llevó a un hotel.
—Sí, y me dejó dormir en la habitación que pagan para sus socios del extranjero.
—¡No te creo! —dijo Amanda sorprendida.
—Sí
—¿Dormiste con…?
—¡Amanda! — le interrumpe avergonzada.
—Solo quería saber la verdad, ya que tú y yo no nos escondemos nada desde que estábamos en pre kínder.
—Yo no recuerdo nada de esa época.
—Te puedo asegurar que éramos unidas —mira la comida de Louisa y luego la de ella—, me dirás qué ocurrió.
—Dormimos en la misma habitación —Louisa toma un sorbo de su miklshake—. Él estaba preocupado por mí, por lo que había pasado en la tarde.
—¿Cómo?
—Le dije que tenía miedo de que pasara lo de la tarde, él me dijo que no me preocupara, pero realmente lo estaba. Subí el ascensor sola y ya cuando estaba dormida él tocó mi puerta, yo…
—¡Espera! —Amanda le interrumpe.
—¿Qué pasa? —preguntó Louisa intentando mirar a los lados.
—No voltees, pero los dueños acabaron de llegar.
—¿Aquí?
—Si —Amanda la mira a Louisa—, ¿le dijiste al señor que estaríamos aquí?
—No.
—Pues él está aquí con Miguel y se van a sentar en la mesa de atrás tuyo, parece que Miguel no nos ha reconocido y será mejor que no hables, quiero oírlos.
Louisa la obedece.
—Leonardo —dice Miguel al observar el menú.
—Creí que no hablaríamos cosas de la oficina en la hora de comida.
—Me temo que esto no puede esperar.
—¿Qué es lo tan importante que no puede esperar?
—Ayer recibí una notificación del hotel, de que nuestra habitación para los socios había sido usada, ¿sabes algo? —preguntó Miguel al mirarlo.
—Sí, yo la usé
—¿Por qué no me avisaste? —preguntó Miguel confundido.
—Le pasé un mensaje a tu secretaria Clara de que la usaría.
—De seguro fue ella quien me llamaba cuando estaba tomando un baño —llama a uno de los meseros—, debiste cerciorarte de que estuviera al tanto, como te diste cuenta, teníamos un socio para el día de hoy.
—Y por tu actitud, no pudo venir.
—Así es —le menciona al mesero lo que pedirá junto a la comida de Leonardo—. Aplazamos su llegada para dentro de tres meses.
—Entiendo, si hay algo que deba saber…
—Leonardo, quiero que seas sincero como lo sería mi compañero de trabajo más leal.
—¿Qué quieres que te diga?
—La verdad, ¿fuiste tú solo? —pensó Miguel en la mejor forma de preguntarle sin que se enojara.
—Sí, te dije que sí —acepta y da las gracias cuando el mesero coloca su comida en la mesa—, olvidé algunas cosas en la oficina y estaba realmente cansado como para regresar a mi departamento.
—Digamos que te creeré, no hace mucho tuviste un comportamiento similar…
Louisa y Amanda se sorprendieron al oír lo que decían.
—¿Oíste eso Louisa? —susurró Amanda.
—Sí —mira su plato—, será mejor que nos vayamos.
—Pero quiero seguir oyendo —reclamó Amanda.
—Yo no.
Louisa se levanta de la mesa y pasa caminando junto a Leonardo quien se había percatado de su presencia por su aroma. Amanda venía detrás de ella, mirándolo de mala manera. Ellas salen y se dirigen al edificio mientras que los empresarios continuaban con la conversación.
—Louisa espérame —preguntó Amanda mientras corría detrás de Louisa.
—Tenemos que apresurarnos para marcar.
—Louisa —Amanda la detiene del brazo—, ¿me dirás que está pasando?
—¿No te diste cuenta?
—Sí, claro que sí, pero ¿por qué te afecta?
—¿A qué viene esa pregunta?
—Recién se están conociendo, para ser más exactas desde ayer.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—Lo que haya hecho es su pasado, uno que tú y yo no conocemos y no podemos juzgarlo por eso.
—Pero y si ese pasado aún le afecta..
—Si tanto te preocupa, pregúntale.
—Eso no pasará…
—¡Louisa! —dijo Leonardo a lo lejos.
—¿Señor? —preguntaron ambas confundidas.
—Debemos hablar —dijo Leonardo.
La coge del brazo y se dirige con ella hacia el edificio, ignorando la mirada de todos y la constante queja por parte de Louisa. Ingresan a la oficina sin ser vistos por nadie. Todos se encontraban en su hora de almuerzo.
—¡Me está lastimando! —se quejó del dolor Louisa—, ¿Leo? —insiste al darse cuenta de que él se encontraba en trance.
—Lo siento —dijo Leonardo al soltarla—, no era mi intención —se deja caer en el sofá—. No sabía qué más hacer.
—¡Cálmate! —dijo Louisa al sentarse a su lado—, dime que fue lo que pasó.
—Miguel pedirá los videos de la cámara de seguridad del hotel, para confirmar que mi historia es verídica.
—Si hace eso, nos descubrirán —Louisa lleva una mano a su boca—. ¡Seré despedida!
—No Louisa, nadie será despedido, tendré que hablar con Luis de alguna forma.
—Creí que lo habías hecho.
—Lo hice, solo lo llamaré para recordarle y decirle lo que está pasando, pero…
Leonardo no pudo resistirse al aroma de Louisa que lo tenía loco desde que se vieron en el ascensor. La mira con deseo lo que la confunde aún más. Él se levanta del mueble y se balancea sobre ella. Estira los brazos de ella hacia arriba y comienza a besarla desde el cuello hasta sus labios
—¡Eres un ser desquiciado! —gritó Louisa con lágrimas en los ojos.
—Vaya que no has cambiado —dijo una voz varonil desde la puerta de la oficina.
—¿Quién eres? —preguntó Leonardo sin poder visualizar de manera clara la silueta.
—Solo pasaba a saludarte y a recordarte lo basura que siempre has sido —dijo la voz.
—¡Ayuda, por favor! —imploró Louisa.
Intenta ver a la misma dirección que Leonardo, pero no ve a nadie.
—¡Leonardo no hay nadie, por favor!
—¡¿Quién eres?! —Leonardo volvió a preguntar con enojo.
—Es una pena que no te acuerdes de mí —se ríe—. Soy las seis am
—¿Qué? —preguntó Leonardo confundido.
Louisa soba los hombros de Leonardo.
—Leonardo, son las seis de la mañana, debemos irnos.
—¿Louisa? —Leonardo pronunció su nombre con dolor al ver que solo era una pesadilla.
—Aquí estoy —Louisa le soba las mejillas—. Estaba teniendo una pesadilla, no sabía cómo despertarlo…
—Gracias —le besa la frente.
—¿Está bien?
—Sí Louisa, ahora estoy mucho mejor.