—¿Se encuentra bien? —preguntó Leonardo preocupado por la mirada perdida de Louisa.
—Sí —Louisa recobra la compostura—, solo pensé que ya estaría en casa.
—Yo tampoco esperaba verla aquí.
—Solo venía a ver unas cosas que dejé en mi escritorio —tartamudeó.
Lo miró nuevamente. Estaba segura por su mirada que él no le creyó..
—¿Habla de su libreta de apuntes? —mira en dirección hacia el escritorio.
—Mi… —lo sigue con la mirada. Su libreta estaba ahí—, libreta de apuntes, sí, esa misma —se dirige a cogerla de su escritorio.
Una vez que Leonardo sale de la oficina, Louisa guarda su libreta en el bolso. Marcó nuevamente el número de Amanda, pero sin respuesta, miró la hora y pensó varias veces en cómo convencerlo de que regresaría a su departamento cuando planeaba quedarse en la oficina hasta antes de las seis para irse. Toma un gran respiro y sale. Él la esperaba.
—Louisa —dijo al verla salir—, no es necesario que regrese sola a casa, yo la puedo llevar.
—No gracias, estoy bien —fingió.
—Soy jefe y por ende le pido que me permita llevarla a casa.
—¿Disculpe? —se gira a verlo enojada por su petición.
Él la miraba de una manera tan intensa que su respiración se entrecortaba.
—Solo la dejaré en la puerta.
—Leo… —dijo entrecortado.
—¿Me aceptaría? —preguntó jugando al inocente.
—Acepto.
—Bien.
Se dirigen al parqueadero e ingresan al auto.
—No quería aceptar su propuesta porque no tengo cómo entrar a mi departamento.
—¿Perdió las llaves? —dijo sonriendo para sí mismo.
—Sí, algo así —Louisa no quería entrar en detalles, ni mucho menos decir la verdad.
—¿Y regresaste a la oficina por qué…?
—Quería preguntarle si conoce algún hotel cercano de aquí —mintió.
—Te puedo llevar al hotel que la empresa paga para los socios.
—Eso sería mucho pedir…
—Tómalo como un regalo de bienvenida por parte de la empresa —la interrumpe.
—Gracias, de verdad gracias —le besa la mejilla sin pensarlo-, no cuento con mucho presupuesto.
—¿Cómo harás para recoger tus cosas? —preguntó nervioso por el beso inesperado.
—El dueño del condominio regresa de viaje mañana por la mañana —lo mira por el retrovisor.
—Me parece bien.
—Gracias, en serio —coloca suavemente su mano sobre la de él en el timón.
—De nada señorita Louisa.
Leonardo continuó conduciendo mientras que Louisa le escribía a Amanda sobre su estadía en el hotel. Guardó el celular con una sonrisa en el rostro que ella no podía explicar y que él la notó. Él estaba seguro de que él era la razón por la que ella sonreía, y aunque sus amigos dirían que se le subió a la cabeza, solo él conocía su comportamiento cuando estaba cerca de la chica que le gustaba.
—Hemos llegado —dijo Leonardo al estacionar su carro en el parqueadero del hotel.
—Es muy hermoso el hotel —dijo Louisa sorprendida.
—Por dentro luce mucho mejor.
Ambos se bajan del auto y se dirigen a recepción. Leonardo se adelanta para poder conversar con Luis sin que Louisa los escuche. Ella miraba con cuidado cada esquina del lugar, solo había visto fotos del hotel en internet, y no era nada comparado a lo que tenía frente a sus ojos.
—Louisa, acérquese por favor —Leonardo llama su atención—. Él es Luis, y le entregará un formulario que debe llenarlo para el día de mañana antes de que se vaya.
Louisa coge el formulario y lo guarda en su bolso.
—¿Cuál es el piso?
—Es el noveno —Leonardo le entrega las llaves—, nos vemos en la oficina Louisa —dijo al darle la espalda para continuar la conversación con Luis.
—Leonardo espera.
—¿Necesita algo más? —preguntó Leonardo confundido.
—Tengo miedo de que ocurra algo similar a lo que pasó en la tarde —respondió Louisa con voz baja.
—Dame unos minutos, Luis.
Se apartan de la recepción.
—Louisa, va a estar bien —la calma colocando sus manos en sus hombros—. Luis estará pendiente.
—Tiene razón, solo es mi paranoia —respiró más tranquila.
—Nos vemos en la oficina Louisa.
Ella se dirige al ascensor y marca el noveno piso. Leonardo regresa donde Luis y continúan con la conversación. Su amigo revisaba algunas carpetas que tenía debajo del mostrador y las coloca encima para confirmar que la información sea la misma a la de sus formularios.
—Luis amigo mío, a buena hora que te tocó el turno por la noche —dijo Leonardo.
—Me alegro verte también —vuelve a colocar la carpeta debajo del mostrador—. ¿me dirás quién es ella?
—¿Ella?
—Sí, todos tus socios son hombres y siempre vienen acompañados por Miguel.
—Lo notaste…
—Sí —le interrumpe e insiste nuevamente—. Me dirás quién es ella.
—Es mi nueva secretaria Louisa.
—Escuché su nombre —lo mira de manera culpable—. ¿Qué hay de Clara?
—Ella ahora es la asistente de Miguel.
—A la final solo te trajo problemas.
—Sí, así es.
—Hermano ¿qué ocurre? —preguntó Luis preocupado.
—¿A qué te refieres?
—Elena me llamó, y luego su mamá habló también conmigo…
—No es necesario que se preocupen por mí.
—Leo…
—¿Podrías ver la cámara de seguridad del noveno piso? —le interrumpe bruscamente—. Hazlo —insistió cuando vio que Luis no movía ni un dedo.
—¿Cuál es tu desesperación? —preguntó enojado.
—Ella —respondió sin pensar—, quiero decir que ella quedó aturdida por el incidente en el edificio.
—Si tanto te preocupa —le muestra la pantalla con el video del piso nueve—, ¿por qué no lo acompañaste?
—Sería imprudente.
—Nadie del hotel te conoce Leonardo, solo conocen a Miguel.
—Aún así, sería muy arriesgado…
—Ahí está ella —Luis la señala en la pantalla—, se la ve asustada como si alguien la persiguiera.
—De eso estaba preocupado, ella… —Luis recién reacciona—, ¡qué estúpido fui!
—Siempre lo has sido —bromeó Luis.
—Ella estaba muy asustada por lo que pasó en la tarde y por un momento pensé que…
—Sí que lo eres.
—¿De qué hablas?
—Cuando te alejaste con ella pude ver en sus ojos que quería que la acompañaras.
—¿Te refieres a que ella quería inconscientemente que…?
—Sí Leo, lo vi en sus ojos.
—¿Será tarde si…?
—No, ve ahora mismo antes de que pase más tiempo y sea peor.
—Gracias Luis, eres lo máximo.
Leonardo corre hacia el ascensor y marca el noveno piso. Sale y busca la habitación novecientos dieciséis. Toca la puerta dos veces, y una Louisa adormilada le abre la puerta sin mirarlo. La sigue hasta llegar a la cama. Louisa se acuesta por debajo de la sábana y se acomoda. Él la mira fascinado por la vulnerabilidad que ella le demostraba sin darse cuenta.
—¿Te podrías quedar? —preguntó Louisa sin mirarlo directamente—, me sentiría mejor si lo hicieras.
—Louisa no creo que sea lo mejor.
—No estamos en la oficina.
Sorprendido por su respuesta esperó que se durmiera para escurrirse entre las sábanas junto a ella. Estaba consciente de que no se iba a aprovechar, no en ese estado.
Louisa siente su presencia y reposa su cabeza sobre su pecho.
—Louisa…
—Me hicieron mucho daño en el pasado —respondió Louisa dormida.
—Hablas incluso dormida —se rio—.
—¿A qué vino señor Leonardo? —preguntó Louisa.
—Pensé que querías que estuviera aquí.
—Señor… —dijo Louisa con voz débil sin poder levantarse del todo.
—No la voy a lastimar.
—¿Señor Leonardo es usted? —preguntó Louisa al ver con más claridad el escenario en el que se encontraba—. ¡¿Qué hace aquí?! —preguntó asustada tartamudeando.
—¿No recuerdas que me dejaste entrar?
—No —respondió agitada—. ¡Dios! Esto no debería estar pasando.
—Estoy consciente de eso.
—Lo lamento, no sé qué decirle.
—Solo dígalo.
—¿Por qué tengo sentimientos con usted? Si apenas lo conozco.
—A veces no elegimos con quien nos pase, solo se da —besa su mano.
—¿Puedo? —preguntó Louisa un poco confundida, pero segura de continuar con su plan.
—¿Qué quiere ha…?
Ella lo interrumpe colocándole un dedo en sus labios, luego con sus dos manos acaricia sus mejillas. Leonardo un poco confundido por el cambio repentino de humor cierra los ojos y se deja llevar por el momento. Ella analiza cada uno de sus gestos y movimientos mientras besaba su frente, y bajaba delicadamente hasta su cuello. Se levanta despacio de la cama hasta sentarse, él la sigue quedando frente a ella.
—No abras los ojos —dijo Louisa..
—Louisa…
—No mires —le interrumpe.
Besa la comisura de sus labios hasta devorar su boca por completo. Él sube sus manos hasta la espalda de ella. Mientras el momento se intensificaba, Louisa se tumba sobre él. Ella se ríe entre dientes mientras que él le comienza a acariciar sus muslos, provocándole gemidos ahogados.
—Louisa… —dijo Leonardo al detenerse—, eres muy bella, pero no pienso aprovecharme de usted en este estado.
—Entiendo —respondió Louisa mientras se daba la vuelta para darle la espalda.
—Louisa —la detiene del hombro.
—Jefe, tengo que dormir para recoger mis cosas y estar en el trabajo puntual —dijo Louisa intentando esconder su rostro de él para que no notara sus lágrimas.
—Quiero que me mires —dijo Leonardo al hacerla girar para verle a los ojos.
—Necesito dormir —dijo Louisa al pasar nuevamente sus manos por debajo de sus ojos.
—Lo siento, no quería que esto pasara.
—Yo tampoco quería, lo hablaremos mañana —se da nuevamente la vuelta y se acomoda debajo de las sábanas.
Él se acerca más a ella y la contempla hasta quedarse dormido profundamente junto a ella.
—Louisa —dijo Leonardo sobándole los hombros para levantarla—. Debemos irnos.
—¿Aún sigue aquí? —preguntó Louisa al bostezar.
—No la iba a dejar sola, no en ese estado.