Cajape

2472 Words
Ambos salen por la puerta principal evitando atraer las miradas. Cuando se trata de un edificio, todos se conocen o recuerdan haberse visto más de una vez cogiendo el mismo ascensor o dirigéndose al mismo piso. Louisa camina detrás de él hasta cruzar la calle donde una fila de autos parqueados, miraba por si uno de los carros lujosos era de su jefe, pero se soprendió al ver un Spark GT de color n***o entre ellos. —¿Este es su carro? —preguntó Louisa mientras ingresaba. —Sí —cierra su puerta y se dirige al puesto del piloto—. ¿Esperabas que uno de esos carros lujosos fuera el mío? —Sí, esperaba que uno de esos fuera el suyo, pero mi madre siempre me decía que no debíamos juzgar un libro por su portada. —¿Me considera un libro? —preguntó animado. Nadie le había dicho un cumplido de esa forma. —Todos somos un libro señor Leonardo, pero no a todos nos abrimos. —Solo quiero que mis colaboradores sientan que soy lo más transparente y honesto con ellos —la mira por el retrovisor al darse cuenta que no respondía—. Louisa ¿me oyes? —Lo siento —respondió apenada intentando disimular sus intenciones de verlo por el retrovisor. —El incidente en el ascensor debió dejarla aturdida —sonríe para sí mismo sin que se diera cuenta. Le gustaba verla en ese estado—. Te llevaré a uno de mis restaurantes favoritos, la dueña es la mamá de mi mejor amiga. —¿Está lejos de aquí? —Estamos a 10 minutos —le guiña el ojo. Louisa no menciona otra palabra durante los siguientes diez minutos. Había sentido un poco de celos por el entusiasmo con el que su jefe hablaba sobre su mejor amiga. Pensó que estaba loca en considerar que podría tener oportunidades con él siendo solo su secretaria, sin embargo conocía todas las intensiones que un hombre le podía mostrar, con solo ganar su confianza, y el señor Leonardo demostraba un poco de ellas. —Este es el lugar Louisa —Leonardo señala la puerta principal del restaurante Parrillada Cajape. —Es muy bonito, no sabía que su amiga era la dueña… —Su mamá —le corrigió. Leonardo sale del auto y camina hasta el puesto del copiloto para abrirle la puerta. Ella agredece el gesto con una sonrisa tímida. Él le ofrece la mano, pero ella lo rechaza educadamente. —Amigo mío —dijo Elena al acercarse con furor—, ¿cómo has estado? —Todo marcha bien en la empresa, Elena —le besa la mejilla—. ¿Cómo te ha ido a ti? —Ahora mucho mejor, cuando dijo mi mamá que venías no dudé en venir también. —También le avisé a Lupe que vendría Louisa conmigo. —Sí me lo mencionó —Elena dirige su mirada a Louisa—. Es un gusto conocerte —la saluda con un beso en la mejilla.Se dirige a Leonardo. —Hay algo de lo que quisiera hablar contigo Leo… —Louisa por favor espérame en la mesa junto a la ventana. Louisa asiente y se dirige a la mesa sin mirar a los alrededores. —¿En qué estás pensando? —preguntó preocupada. —No sé a qué te refieres Elena, ella es solo… —¿Tu asistente? ¿Tu secretaria? —añadió. Coloca su mano sobre el hombro de Leonardo—. Te conozco por más de diez años y tu comportamiento últimamente nos preocupa a todos. —Elena — retira su mano—, no entiendo por qué deberían preocuparse. —¿Cuánto tiempo la llevas conociendo? —mira a Louisa quien estaba distraída leyendo el menú. —Recién ingresó a la empresa, es mi secretaria y lo está haciendo muy bien. —Apenas la conoces y ya la traes aquí, pensé que te tomaba un poco más de tiempo, pero veo que has cambiado… —No necesito que me recuerdes a mi madre, otro día hablamos —besa la mejilla de Elena y se dirige a la mesa en la que estaba Louisa. —¿Todo bien? —preguntó Louisa al verlo sentarse frente a ella. —¿Ya sabes qué pedirás? —evadió el tema. —No, en realidad estaba esperando alguna sugerencia de su parte. —¿Tienes mucha hambre? —preguntó Leonardo al escuchar los gruñidos del estómago de Louisa. —Quisiera decirle que no, pero mi estómago habla por sí solo. —Pediré una parrillada para compartir y algo de vino… —Señor —dijo Louisa asustada al ver el precio de una parilla en el menú—, yo estaba buscando algo más simple… —De ninguna manera, te estoy invitando —coloca su mano sobre la de ella—, por favor acéptala. —Gracias. Él hace una seña con la mano indicándole a Elena de que se acercara a su mesa. Le menciona el plato y la bebida que pedirá para ambos. Le pregunta a Louisa si quiere vino, pero ella responde que no, por lo que que cambia su bebida por una Coca-Cola de un litro. Elena se retira a la cocina con el pedido. Luego de unos veinte minutos, Elena regresa con la comida. Comen en silencio. Por algunas ocasiones Louisa miraba de reojo a Leonardo para asegurarse que lo estuviera pasando bien junto a ella. El celular de él suena. —¿Me disculpas un rato Louisa? —se levanta de la silla y coloca su servilleta junto al plato. —Sí claro. Louisa termina de comer y coloca los cubiertos en forma de agradecimiento. Se limpia la boca con la servilleta y saca el celular de su bolso. Su pantalla reflejaba muchos mensajes de Amanda preocupada por su amiga. —Louisa ¿dónde estás? Estoy muy preocupada por ti —luego de diez minutos—. Amiga ¿dónde estás?, me dijeron que te vieron salir del edificio con el jefe… —¿Qué dices Amanda? —respondió Louisa antes de que alguien más leyera los mensajes. —Hasta que te dignas en responder mis mensajes muchacha —Louisa pone los ojos en blanco, detestaba que la tratara como niña pequeña—. Ya no es necesario que me respondas dónde estás. —¿Mas de una persona nos vio? —Sí, fuiste la sensación del momento —Amanda añade el emoji de corazones—. Como sea, vi a Clara marcar a Leonardo, probablemente ya le avisó que ya todos estamos de vuelta en la oficina. —¡Qué rápidos fueron!, había perdido la noción del tiempo. —Ni tanto. —Hablamos en la hora de salida, se acerca Leonardo —Louisa bebe el ultimo vaso de Coca Cola. —Chao, pequeña. —Discúlpame, Louisa, era Clara —mira el plato vacío de Louisa—. Realmente tenías hambre. —Si, lo siento, sé que debí esperarlo… —No, está bien, igualmente ya perdí el apetito. Tenemos que irnos. Ambos se levantan de la mesa. —Leonardo, fue un gusto verte de nuevo —dice Elena al acercarse al puesto de ellos. Se dirige a Louisa—. Fue un gusto conocerte Louisa —Lu está bien —añadió—. Muchas gracias por la comida estuvo deliciosa. —Se lo haré saber a mi mamá, ella es la cocinera estrella. Elena se despide de Louisa y Leonardo con un beso en la mejilla. Salen del restaurante y se dirigen donde dejaron estacionado el carro, él le ayuda a abrir la puerta del copiloto. Le agradece el gesto agachando su cabeza. —¡Vaya! —dijo Leonardo al ver el tráfico que les esperaba. —Nos tomará tiempo llegar a la oficina. —Me temo que sí. —¿Está todo bien en el edificio? —preguntó Louisa mientras miraba a través de su ventana. —Sí —respondió cortante. Louisa se extrañó por un momento de su repentino cambio de actitud, por lo que se limitó a seguir mirando por la ventana. El tráfico se había intensificado lo que la agotaba aún más. —Te levanto a lo que lleguemos —dijo Leonardo al sobarle el hombro. —¡Qué vergüenza! —dijo Louisa al restregarse los ojos con sus manos—, la comida estaba muy rica. —Me alegro de que te haya gustado. —Me pregunto que estará pasando. —En el siguiente semáforo tomaré un atajo. Suena el celular de Louisa. —¡Oh por Dios! —dijo asustada cuando miró los mensajes en su celular al sacarlo de su bolso. —¿Qué pasó? —preguntó Leonardo preocupado. —Hubo un choque entre un bus y un camión. —¿En dónde fue exactamente? —A tres cuadras de aquí —permanece en silencio al observar las fuertes imágenes del choque. —¿Louisa? —¡Necesito que pares el auto ya! —reclamó. —¡Louisa espera! —la detiene del brazo al verla abrir su puerta. Se estaciona al instante. —Necesito salir. Abre la puerta con fuerza y vomita sobre la acera. Leonardo sale disparado de su asiento y se coloca detrás de ella para sostenerle del cabello. Le propina leves golpes en la espalda para que pudiera expulsar todo. Algunos transeúntes pasaban cerca de ellos para socorrerla, pero con gestos él les indicaba que todo estaba bajo control. Ellos continuaron con su camino hasta el lugar del choque. —Lamento que hayas visto esas imágenes. —Lo sé, lo sé —se dijo a si misma para tranquilizarse—, yo… —¡Mírame! —exigió Leonardo—, es una orden. Louisa lo mira con ojos brillosos. —Ten —le entrega el pañuelo de bolsillo para que se pudiera limpiar con él. —No puedo —Louisa se rehúsa a usarlo. —Puedes quedártelo, Louisa —aparta un mechón de cabello de su frente—, lo necesitas más que yo. —Gracias —dijo Louisa al aceptar el pañuelo. —Ven Louisa, regresemos al auto —se dirige con ella hasta los puestos de atrás—. Puedes recostarte hasta que lleguemos. Dejó que la guiara y que la ayudara a acomodarse en los asientos de atrás. Él cierra con cuidado la puerta y se dirige a su puesto. Arranca el auto y toma otra dirección para llegar a la oficina. Louisa se estaba quedando dormida, mientras que Leonardo disimuladamente intentaba poner en silencio el teléfono de ella. Maneja sin apuro y cada cierto tiempo la miraba por el retrovisor. Había caído en un profundo sueño al acomodarse en los asientos de atrás. —Louisa ya llegamos —dijo Leonardo con voz baja al estacionar su auto en un parqueadero libre cerca del Malecón 2000—. Louisa —repitió su nombre sin respuesta. Sale del auto y abre la puerta de ella. —Lu —acaricia sus mejillas. Se levanta de un solo golpe. —Tranquila —dijo Leonardo con una voz dulce. —¿Ya llegamos? —Sí —toca su frente—. ¿Te sientes mejor? —Todo bien —dijo con una sonrisa débil. La ayuda a salir del auto y la lleva del brazo por el camino que los lleva hasta el edificio. Ingresan juntos al ascensor. Louisa permanece junto al panel de marcación y Leonardo revisa los correos en su teléfono. Entran a la oficina de gerencia y cada uno se acomoda en su respectivo puesto. Ella se encarga de revisar las correcciones que le pidió, mientras que él salía y entraba continuamente por las juntas. Todos se quedaron hasta las siete de la noche para recuperar la hora perdida por el incidente. —Amanda yo te alcanzo después, el jefe me pidió quedarme un rato más —le manda el mensaje por w******p. —Ten cuidado, lo digo en serio —espera unos segundos—. No me trae buena espina. —Tranquila que puedo cuidarme sola —guarda el teléfono en su bolso y lo deja sonar. —Louisa acabé de revisar las correcciones —dijo Leonardo. —¿Necesita más correcciones? —No Louisa —busca en su escritorio una nueva pluma—. Te acabé de mandar unos nuevos archivos a tu correo, revísalos, y si necesitas ayuda escríbeme —se dirige a la puerta—. Trataré de no demorar para revisarlos. —Está bien. Leonardo sale de la oficina sin mirarla y se dirige a la sala de juntas en la cual lo estaban esperando. Louisa intenta concentrarse en los nuevos documentos, pero no lo consigue. Los sucesos que habían pasado en su primer día de trabajo fueron como un balde de agua fría para ella. Tenía sentimientos por el jefe. No sabía el por qué, pero él sentía lo mismo por ella. Se levantó varias veces para ir al baño y lavarse la cara y así poder concentrarse mejor. Termina de redactar los documentos y saca su celular del bolsillo. Ignora todos los mensajes y notificaciones, solo quería revisar la hora. —Vaya, está tomando mucho tiempo la junta y de verdad quiero irme. —Louisa discúlpame. —No se preocupe —intenta levantarse, pero pierde el equilibrio. —¡Louisa! —la sostiene por detrás y la ayuda a sentarse nuevamente—. Permíteme llevarte a tu casa, es lo menos que puedo hacer. —No será necesario —dijo con los ojos entreabiertos—, pediré un taxi —se levanta nuevamente y recoge sus cosas con su celular—. Gracias señor, nos vemos mañana. —Louisa. —Dígame —se gira a verlo. Él estaba justo detrás de ella. —Por favor, permíteme llevarte —la intenta acompañar del brazo. —No —se aleja de él—. No sea insistente. —Tiene razón, lo lamento —se regresa a su escritorio y se sienta—. Nos vemos mañana. Louisa sale de la oficina. Pide su taxi en Uber. Se dirige al ascensor y marca planta baja. Sale del edificio y confirma con el conductor antes de subirse. Revisa los mensajes de Amanda en w******p en el que decía que ella tenía sus llaves. Mierda, pensó. Al llegar fuera del departamento, le pide al conductor que se regrese. Él la mira de manera extraña y accede. Llegan al edificio y le da gracias al salir. Ingresa y se saluda nuevamente con los de recepción para que le dieran un pase. Entra al ascensor y marca el último piso. Sale al pasillo, entra por la puerta principal, y permanece parada frente a su oficina, indecisa si tocar o simplemente usar su llave y abrir. —Louisa —dijo sorprendido al verla parada en la puerta—, creía que ya estabas en casa. —Yo…
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