—¿Qué? Por favor, repítalo otra vez. Creo que no entendí.—me puse de pie, sin dar crédito a lo que decían los abogados. ¡¿Cómo podría ser algo así?!—¡¿Qué?!—pregunté mas alarmado todavía, ellos me miraban como si el loco fuera yo y no ellos que decían semejantes cosas, semejantes estupideces.—¿Qué diablos dicen? ¿Por qué me dicen esto ahora? ¿Esperé todo este tiempo para que ahora me salieran con esto?
—Señor Marshall, es la primera vez en todo este tiempo de mi carrera que veo que un heredero rechaza de forma tan contundente la lectura de un testamento. Nos alegra que hoy esté aquí, nos alegra poder verlo al fin. Estos fueron los deseos de sus padres.
Había pasado todo un año desde la muerte de mis padres y que se diera lectura a ese testamento era como dejarlos ir, aceptar que estaban muertos o que…ya no los vería otra vez.
Me negaba a eso y ahora la realidad era muy latente, abrumadora, sentía sus pasos detrás de mí, como si me alcanzara.
Fue inevitable y aquí estaba yo, asombrado, cuando solo horas antes me preocupaba por el contenido de ese testamento.
Ahora, las condiciones que escuchaba no solo eran absurdas, eran ridículas.
No solo querían imponerme algo aún después de muertos, sino que…me amenazaban con darle la herencia a mis primos si yo no cumplía las condiciones con un plazo definido luego de la lectura del testamento. ¿Por qué mezclaban a Mike y Robin en esto? Como si ya no hubiera suficiente motivo para detestarlos, ahora esto.
—Y creo que hubiera preferido no aceptar la lectura jamás. Tengo que casarme y tener un hijo, ¿les parece chiste?
—No hemos sido nosotros quienes tomamos la decisión del contenido, señor Marshall.—se excusaban. Pero eso ya lo sabía, más eran los mensajeros, no tenía con quién más enojarme.
—Fueron mis padres, ya lo sé, pero no puedo evitar el asombro. ¡Casarme! ¡Un hijo! ¿Se supone que haga esas dos cosas solo por dinero?
—Aunque a usted le parezca muy extraño, son muchas las uniones que se dan bajo este procedimiento. Algunos padres obligan a sus hijos a este tipo de cosas cuando no quieren sentar cabeza, rehacer sus vidas o tener hijos. Puede que ese haya sido el caso.
Pero no era así, tenía distancia con mis padres, pero nunca dependí de ellos y ahora que quería tener acceso a esa herencia para agrandar mi empresa, me saltaban con esto, con estas extrañas condiciones.
No tenía novia, no tenía pareja, nunca había tenido sexo, menos me hacía falta.
Había cumplido veintinueve años y ninguna de las cosas que mis padres ahora me exigían eran factibles para mí, ni por gusto, menos ahora por imposición de ellos, como si fuera la última orden que me daban antes del adiós, estoy seguro que hasta se rieron al imaginar mi cara mientras ellos hacían el testamento.
¿Casarme? Quizás aquello era un poco más factible, solo pareciendo un poco optimista, pero ¿tener hijos? ¿Tener un hijo?
El problema de todo esto era el plazo que tenía para ambas cosas.
—Tener un hijo, lo veo como algo imposible.
—Existe la inseminación artificial, señor Marshall.—comentó.—Escuche, no queremos que usted pierda el acceso a su herencia y que esta pase a alguien mas, como lo dicta el testamento si no cumple con lo i******o en él. Le haré un par de recomendaciones, puede que eso le de más claridad.
—Por favor, porque me quedo sin ideas. Le agradecería mucho, apenas me entero de todo esto y me parece grande, no sé qué hacer.—tomé asiento otra vez, dispuesto a escucharlos, porque debido a lo que decían, era como si esto ya lo hubieran visto varias veces, quizás me ofrecían una mejor salida, ya que a mí no se me ocurría ninguna.
—En muchos casos, se toma una persona de confianza y se le propone casarse, a cambio de una hermosa cantidad de dinero y por un tiempo definido. Aquí dice que debe de estar casado y con un hijo a la hora de recibir su herencia. Pueden hacer un acuerdo para cuando usted obtenga su herencia, luego de eso optan por el divorcio, sería así como un contrato temporal, con un beneficio de parte y parte. Hay mujeres que prestan su vientre, otras que acceden a la inseminación artificial y luego se desprenden de ese hijo, cediendo todo al padre, respetando siempre el acuerdo que hagan previo a todo, siempre es bueno dejar las cosas claras. Hay muchos casos, no es nada raro hoy en día, hasta celebridades suelen usar ese método, personas que no tienen pareja o que no quieren tenerla.
Seguía siendo muy extraño para mí.
Yo solo tenía a una sola mujer que era cercana a mí, Danais.
¿Cómo podría pedirle algo así?
Ni siquiera pagándole.
Era algo muy vergonzoso.
—No tengo a nadie que pueda hacerlo.—a nadie, Danais no podía ser una buena opción, solo era la única opción.
—Alguien de su entorno, recuerde que solo tiene un año para casarse y tener el hijo, antes de que la herencia pase a manos de sus primos. Nueve meses de embarazo, una boda. Yo que usted me daría prisa.
Para ellos era fácil, solo decirme qué hacer.
Para mí era muy complicado. No sabía qué hacer, para obtener la herencia tenía que cambiar por completo mi vida, una esposa y un hijo. Ni siquiera sabía si yo quería tener hijos, eso por no mencionar el casarme.
Las relaciones no era lo mío. Mi vida estaba bien como estaba hasta ahora.
Danais.
¿Cómo podría pedirle algo así?
Cuando llegué a mi oficina , la mandé a llamar. Aquellas condiciones seguían rondando en mi cabeza, la veía a ella y no había nadie mas, elegir a una desconocida no era una buena opción, ella podría ser la indicada. Mejor ella que cualquier otra mujer.
—Dígame, señor Marshall.
—Toma asiento, por favor. Quiero hacerte un par de preguntas.
Me miró por unos segundos, quizás un poco confundida.
—¿Sucede algo? ¿He hecho algo malo? Si estoy en problemas, no vaya con rodeos, eso no me agrada. Dígamelo de frente, directo.—arrugaba su ceño con preocupación, creyendo que algo malo había pasado. Nunca habíamos hablado de nada serio, más que nada laboral y una que otras cortas charlas, pero ella era muy agradable y era fácil estar en compañía de ella.
—Relájate. No ha pasado nada. Son preguntas per…so…na…les.
—¿Personales? Bien.—ahora ya estaba relajada.—Pregunte lo que quiera.
Parecía sentirse cómoda con ello, cosa que me sorprendió, parecía una mujer muy abierta, transparente. Quizás directa, tal como ella me pedía que fuera. Aún así, no podía decirle o pedirle aquello de la nada.
—¿Tienes novio?—comencé por eso. Antes de hacerle ninguna propuesta tenía que asegurarme de que ella era soltera.
—No.
—¿Exnovio reciente?—a lo mejor alguna relación con la que aún no había podido cerrar ciclos.
—Hace algunos nueve meses. Nada reciente.—eso era bueno.
—¿Con quién vives?—importante.
—Sola.—Excelente.
—¿Mantienes alguna relación de algún tipo con alguien?—quizás para ella habían otros conceptos de lo que era una relación, tenía que estar seguro de que no tenía nada con nadie.
—No.—¡Bien! ¡Soltera y sin compromiso!
—¿Te has casado alguna vez?—podría ser que existiera algún exmarido.
—¡Dios, no!—dijo entre risas. Aquello fue realmente gracioso para ella, causando que yo también riera.
—¿Tienes hijos?
—No.
—¿Te gustaría ser madre?—porque quizás la idea de casarse le parecía bien, pero no la de ser madre.
—Señor Marshall, ¿quiere casarse conmigo?—dijo entre más risas. Me guiñó un ojo, intentando ser coqueta, pero eso solo duró unos breves segundos.
—Podría ser.—le respondí. Ahora su expresión se puso seria.—Solo bromeo, son curiosidades que tenía sobre ti. Pero, ¿podrías responderme la última pregunta?
—Sí, me gustaría ser madre. Sería algo maravillosamente hermoso.—respondió.
Entonces, ¿era ella la indicada?
¿Cómo decírselo? ¿Qué ofrecerle? ¿A qué acuerdo llegar con ella?
Tenía que analizar las cosas bien y ver lo que le ofrecía a cambio de ser mi esposa, de ser la madre de mi hijo.
El tiempo comenzaba a correr, no podía tardar mucho en pensármelo.