Solo faltaba una semana para que se cumpliera el plazo de los trece días y que ella me pagara la cantidad de dinero que le dejó su padre con la deuda que tenía conmigo.
Debía de admitir que mucho antes de saber que ella era la deudora, me había agradado aquella mujer, pues nunca pensé que Danais y ella fueran las misma.
¿Podía volver a verla con la excusa de que el bizcocho de zanahorias había estado muy rico? No era una mentira, aquel bizcocho estuvo delicioso.
Pero también podía volver a verla solo para recordarle sobre su deuda.
Razones para verla me sobraban.
—Señor, me mandó a llamar hace unos minutos pero aún no me dice nada.—Rick estaba aquí y yo ni me había dado cuenta de su llegada.
—Sobre Danais Roberts, ¿qué sabes? ¿Qué tanto han investigado sobre ella?
—Al parecer no tiene contacto con su padre desde hace un largo tiempo. En la empresa en la que trabaja actualmente no es que lleve muchísimo tiempo y se ha mudado con regularidad en los últimos dos años.
—¿Por qué se muda con tanta frecuencia si no ha cambiado tanto de trabajo? ¿Algún novio del que huye? ¿Algo de ese estilo?
—No, es por otra deuda que tiene.
—¡¿Otra deuda?!
—Sí, señor. Al parecer se muda por eso.
—Síganla vigilando, a la menor sospecha de que se vaya a mudar, notifíquenme y sobre esas personas a las que ella les debe, investiga quienes son, cada qué tiempo le paga ella o…cuánto le debe.
¿Será una deuda de ella o de su padre?
¿Era ella igual que su padre?
A lo mejor ambos estaban acostumbrados a meterse en esa clase de problemas.
Tres día pasaron hasta que supe otra vez de ella por parte de los chicos.
—Infórmame, Rick. ¿Qué es lo que has investigado?
—Señor, cada final de mes es cuando le cobran parte de su deuda, lleva tres años con ella y por lo visto la tomó su padre, dejando a su hija como la deudora.
—¿Será idiota? ¿Cómo se deja usar de ese vejestorio?
—No tenía conocimiento de ello hasta que le fueron a cobrar.
—Y lleva tres años pagándola. Pobre infeliz.
—Hace un tiempo tenía dos trabajos.
—Aún así, tiene que ser idiota. ¿Cómo va con la búsqueda de su padre?
—Aún no damos con él, señor.
—¡¿Y qué esperan?! ¿Cree que me hace gracia cobrarle a su hija? Esto es una vergüenza.
—Lo siento, señor.
—Prepara el coche, iré a su casa. De paso, investiga cuales son todos y cada uno de los ingredientes para el bizcocho de zanahoria y me lo dejas en el coche, pero eso para ya. En media hora salgo.
—Sí, señor.
Ya era final de mes, seguro que le irían a cobrar eso que ella aún debía. ¿Qué tan desgraciado tenía que ser su padre para dejarle sus deudas a su hija? ¿Y cómo diablos era que él perdía tanto dinero? A saber a quién más le estaba tomando prestado, pero a ese lo íbamos a encontrar. Su jueguito se acabaría cuando yo diera con él.
(…)
Después de pasar por el cajero automático, metí el dinero en un sobre amarillo, como cada mes.
Era la fecha acordada, solo llegaba el fin de mes y yo sabía que ellos ya estarían al acecho.
Tres malditos años y aún esta deuda no acababa, los intereses eran muy altos y creo que esto no tenía ni tendría fin.
El taxi me dejó frente a la casa, ya no podía andar ni una sola esquina sin mirar hacia atrás, porque al parecer mi padre le debía a todo el mundo y me hacían a mí responsable de pagar ese dinero, cuando de ello no vi un solo centavo.
¿Qué mal tan grande era el que me tocaba pagar con esta clase de padre que se me dio?
Debí de ser muy mala en otra vida o igual de pendeja.
Cuando abrí el portal, de inmediato vi aquellas dos siluetas junto al ascensor. La luz debió encenderse nada más yo abrir la puerta, pero no lo hizo.
Mi mano quiso ir hacia mi bolso para sacar el sobre, pero uno de ellos saltó de inmediato contra mí, retiró mi bolso con brusquedad y el otro me tomó por los hombros desde atrás y cubrió mi boca, evitándome gritar.
Sacó el sobre y me golpeó con el en la frente, luego vio el dinero que había dentro.
—Eres muy lenta para pagar, ¿dónde está el resto del dinero? A este paso solo terminarás pagando cada mes los intereses. Sé más responsable.—tiró todo lo que había en mi bolso y de él cayó otro poco de dinero que yo había sacado para pagar la casa, la luz y el agua que venía todo incluido, el dueño pasaría en la mañana, antes de que me fuera al trabajo. Aquellos ojos me miraron y no tardó en recoger ese dinero.
En la tarjeta solo me quedaba lo de la comida, pasaje para ir al trabajo y poco más, no alcanzándome eso para pagar la casa, la luz o el agua.
En definitiva, me estaban dejando sin nada de dinero.
Aquel hombre me empujó contra la pared, pero mis brazos no llegaron a protegerme y mi frente chocó contra ella, haciéndome sentir por unos largos minutos un poco desorientada y muy adolorida.
Me recosté a la pared y fui bajando, hasta quedarme allí tirada en el suelo, viendo mis cosas esparcidas por el suelo.
¿Cómo se supone que sobreviviría este mes?
¿Con qué iba a pagar la casa?
¿Cómo me iría al trabajo?
Me estaban dejando arruinada.
A gatas fui recogiendo todo y echándolo de nuevo en mi bolso. Cuando llegué al ascensor, vi en aquel espejo el tremendo moretón que había en mi frente, ya comenzando a hincharse.
Estaba sintiendo como me iba sumergiendo en una desesperación que me atacaba de forma muy lenta, pero intenso, sentía que me iba a dar una especie de ataque de ansiedad y cuando salí del ascensor corrí hacia mi puerta, pero la malditas manos me temblaban y tardé unos eternos segundos en poder abrirla.
Allí, en la seguridad de mi casa, la cual no podría pagar al día siguiente, sentí como si mi mundo se hiciera pedazos frente a mis ojos, no solo por lo que acababa de pasar, sino por todo, por cada cosa que me ocurría en los últimos años, por cada uno de mis miedos, por cada acontecimiento que me dejaba repleta de inseguridades o se llevaba mis ganas de todo, por cada vez que mi padre me hacía algo así, como si yo poco le importara o mi vida.
¿Qué tipo de vida era la que estaba viviendo?
Me sentía muy miserable, trabajando para pagarle a otros, caminando en las calles con miedo y no pudiendo ni sacar para comprarme unas bragas en condiciones, un bolso que me guste o una cena fuera al menos una vez al mes porque todo lo que ganaba era para pagarlo y si hacía algo fuera de la lista, ya el dinero no me alcanzaba, aún con buen trabajo, con un sueldo con el que ya podría haberme comprado un coche o vivir en una casa mejor, pero los malditos intereses de esa maldita deuda no dejaban de subir y subir.
—¡Aah!—grité de impotencia, arrojando mi bolso hacia el salón.—¡Desgraciados! ¡Desgraciados! ¡Me conseguiré un coche solo para atropellarlos e irme a la fuga! ¡Malditos bastardos! ¡Bastardos de m****a! ¡Si fuera un hombre no me harían frente porque les partiría hasta la madre! ¡Los odio! ¡Los odio a todos esos inútiles! ¡Bastardos usureros! ¡Aprovechados infelices! ¡Aargh! ¡Quiero matarlos a todos!
La rabia me carcomía y como único podía desahogarme era ante estas palabras.
Más de eso no podía hacer, pero esa mínima cosa me hacía sentir un poco mejor.
—Odiaría ser ese bolso.
La voz de…
La voz de Kellen me dejó congelada.
Encendí la luz del salón, cerca de donde había caído el bolso estaba él, estando en mi sofá como si nada, como si esta fuera su casa.
Mis ojos se abrieron como platos, viendo a Kellen allí, luego de todo lo que grité y pataleé, ¿ahora era que él dejaba saber que estaba allí?
—¡¿Qué diablos haces en mi casa?!—le grité, sacudiendo el miedo de mí, solo porque aún estaba cerca de la puerta y me sería fácil salir corriendo de aquí.
—Vine a visitarte para recordarte sobre tú deuda, pero veo que es posible que yo esté entre esos a los que quieres atropellar y luego salir huyendo. Pero qué agresiva, Danais.—mostró una sonrisa de medio lado, luciendo algo…sensual.
Cuando se puso de pie, yo retrocedí.
Era alto y sus pisadas eran bastantes largas como para alcanzarme en solo unos segundos, incluso antes de que yo pudiera correr hacia la puerta, cosa que hice con mucha torpeza y solo me fui cayendo hacia atrás cuando quise correr, sujetada por sus manos que no me dejaron caer.
—Ke-Kellen…aún no es la fecha.
—Y aunque lo sea, parece que no tienes esa cantidad de dinero.
—No me dijiste la cantidad.—solo faltaban cuatro días y yo apenas tenía para comer.
—Te aseguro que con tu sueldo de fin de mes no te alcanza, Danais.—sus brazos me fueron acercando a su pecho, hasta dejarme completamente de pie, cerca de él, su mano derecha se levantó hacia mi frente y yo apreté mis ojos al ver que él iba a tocar el golpe que yo tenía allí.—¿Qué ha pasado?—preguntó con voz tierna.
—Soy torpe, he chocado con una pared.
—¿Ah, sí? ¿Cuál era el nombre de esa pared? Es final de mes, ¿ya has pagado el otro préstamo que debes?—mis ojos se abrieron cuando él dijo aquella información que claramente yo no le había dado.—¿Suelen hacer esto? ¿Es así como pasa cada mes?
¿Y a él que más le daba?
—¿No fuiste tú el que me sujetó del cuello el otro día cuando te invité a pasar a mi casa?
—Y lo siento por eso, me disculpo.
—Mejor que una disculpa, suéltame y sal de mi casa, solo eres un intruso.
—No puedo irme, necesito que hagas otra vez ese bizcocho de zanahorias. Vi que tu nevera está vacía, menos mal que traje todos los ingredientes.
—¿Qué dices? No me pondré hacer un bizcocho a esta hora.
—¿Por qué no? Todavía no son las nueve de la noche, es temprano y quiero volver a probarlos.
—No estoy de humor para hacer nada y me enoja, también me causa miedo que entres de esa manera en mi casa, ¿acaso tienes llaves?
—Puede ser.
—¡Kellen!
—No es nada especial, eres alguien que me debe una buena suma de dinero y tengo que estar cerca.—sus manos sí que me acercaron a él y yo ladeé mi rostro.—Hay que curarte esa herida, se está hinchando.—dejé mis manos sobre su pecho para empujarlo y fue allí cuando pude sentir los fuertes latidos de su corazón que me hicieron tranquilizarme.
Latía verdaderamente rápido.
Levanté mi mirada hacia sus ojos y me topé con sus bellos ojos, así de cerca Kellen se veía aún más atractivo. ¿Por qué su corazón iba tan rápido si su rostro lucía tan sereno?
Lamí mis labios de manera involuntaria luego mis ojos bajaron hasta los de él.
Era lindo, guapo, tenía una mirada hermosa y sus brazos eran fuertes, seguros.
—Pasa en la mañana a buscar el bizcocho, ahora estoy indispuesta y quiero descansar.
Aquella manos, aunque no creí que lo fueran a hacer, me liberaron. Retrocedió unos pasos lejos de mí y al final caminó hacia la puerta.
—Estaré aquí para el desayuno, ¿puede ser con una taza de leche?
—No tengo leche.
—Te traje varias para el bizcocho, guarda una.—abrió la puerta.—Buenas noches, Danais.—dijo al salir.
Llevé mis manos a mi pecho, mi corazón iba tan rápido y desbocado como el suyo.