La deuda

1543 Words
Sentía aquellos pasos detrás de mí y aunque estaba casi llegando a casa, sentía la fuerte necesidad de correr. Sujeté mi bolso y deslicé mi mano derecha dentro de él, sacando un bolígrafo por si necesitaba defenderme, tener algo a mano. No serviría de mucho, pero al menos me hacía sentir un poco segura. Miré de soslayo y eran más de uno, mis ojos buscaban alguien en la calle, alguien más que se acercara, pues solo estaba yo, todo estaba desierto, ya que era invierno y debido al frío, incluso a las ocho de la noche las calles estaban vacías. Vi la farola frente a la puerta de mi edificio, allí había un hombre, quizás podía serme de ayuda, porque aunque llegara hasta allí, tardaría en abrir la puerta. Agilicé mis pasos y sentí que ellos hicieron lo mismo, dado que los escuchaba más y más cerca. Nerviosa y asustada, pude ver al hombre allí de pie, parecía un rostro amable, llevaba un traje azul, miraba su reloj. Decidida, corrí hacia él, en busca de ayuda. —¡Ayúdeme, ayúdeme! Me vienen siguiendo.—tomé su brazo y lo hice ir hacia el portal conmigo, como para simular que él me estaba esperando y que estábamos juntos. Saqué las llaves, pero mis manos estaban temblando y solo se callaron junto con el bolígrafo. El hombre se agachó a recogerlas. —No veo a nadie.—dijo pausadamente. Miré hacia atrás, pero no estaban, a lo mejor se habían escondido cuando corrí.—¿Cuál es la llave?—habían varias. —La más larga.—pasé una mano por mi cara y luego miré de nuevo hacia atrás. No veía a nadie, pero podrían estar cerca, al acecho. El hombre abrió la puerta y me ayudó a entrar. Yo no dejaba de temblar, pensando en lo que pudo haber pasado. —¿Hacia qué piso vas?—me preguntó con amabilidad. —Al segundo. —¿Quieres ir en el ascensor?—sus ojos marrones me observaron y al segundo me sentí tranquila, protegida. —Dudo que mis piernas puedan subir las escaleras. Todo mi cuerpo tiembla. —No te preocupes. Yo te llevaré.—me sujetó por el codo y entramos al ascensor. No era el momento para pensar en eso, pero el hombre olía bien. Su mano aún me sostenía y yo aún no había visto del todo el rostro de este hombre tan amable, solo me enfoqué en sus ojos. Levanté la mirada hacia él y me sonrió. Era…guapo. ¡Sí que lo era! —Es muy amable.—comenté cuando el ascensor se abrió. Me ayudó a salir y al mirar el pasillo lleno de puertas, me miró, a la espera de que le dijera cuál era la mía.—2C, esa es mi puerta.—dije señalándola. Al encontrarnos frente a ella, movió las llaves en sus manos, no sabía cuál era la llave de mi casa.—La del medio.—Eran cinco llaves, la del medio era la de la puerta. Cuando abrió, soltó mi mano y yo entré, me entregó la llaves y…¿lo tenía que invitar a pasar y al menos agradecerle con un vaso de jugo? Creo que vivíamos en el mismo edificio, dado que él estaba frente al portal; no conocía a mucha gente aquí, pues ellos no eran muy sociables y yo menos. Sin embargo, el traje que llevaba puesto dejaba claro que era costoso, así que no creo que este hombre pudiera vivir en un edificio donde no había chimenea y la calefacción era pésima, el agua caliente era cuando había suerte y las tuberías solían ser muy ruidosas. —Creo que ya estás a salvo. —Supongo que sí. Me alegra que haya estado allí en el momento preciso. Hace días sentía algo raro en el camino, pues es mi ruta de todos los días, pero hoy pude confirmar que me seguían, llevan varios días en eso y no me explico qué sucede.—esperaba que fuera al azar y no que esos hombres estuvieran yendo directamente detrás de mí —Tendrás que tener más cuidado. Evita las horas tardes o regresa a casa en compañía. —Son buenos consejos, los tomaré en cuenta. ¿Gusta pasar? Creo que tengo un rico zumo de naranja y a lo mejor le apetece un vaso, hay un trozo de pastel de zanahorias que me quedó exquisito, no es por presumir, pero ya le tomado el punto y creo que este me salió mejor que todos los anteriores, por eso solo queda un solo trozo.—Creo que yo estaba hablando mucho y no lo dejaba ni responder.—Lo siento, a lo mejor tiene otros asuntos pendientes. De igual modo, gracias por todo. —Me gustaría tomar ese zumo y ver qué tal hace el pastel de zanahorias. Podría estar rico. Sonreí al ver que él aceptaba. Encendí todas las luces, solté mi bolso y lo invité a pasar a mi pequeño salón. Me fui a la cocina y tomé un enorme vaso de agua, luego saqué el zumo y le serví, coloqué el pastel de zanahorias en un pequeño plato y le puse una cuchara pequeña. Al lado le coloqué una servilleta. —Aquí está, espero que le guste.—tomé asiento frente a él, dejó el zumo en la mesita del centro y probó el bizcocho. Pareció gustarle. —Está muy bueno, menos mal que acepté la invitación.—dijo, tomando de inmediato otro trozo. —¿Vive en este edificio?—su rostro no se me hacía conocido. —No, estaba esperando a alguien, pero llegará más tarde de lo que pensé. —¿Y cuál es tu nombre?—se veía unos cinco o seis años mayor que yo, pero no mucho más, lucía como un hombre de negocios, quizás por el traje o por lo serio de su expresión. —Kellen, mi nombres es Kellen Fisher. —Soy Danais Roberts.—de pronto, cuando escuchó mi nombre, Kellen se puso de pie, dejó el plato con el pastel en la mesa y bebió todo el jugo que había en el vaso. También me puse de pie. ¿Ya se marchaba? —Eres a quien esperaba.—dijo de pronto, dejándome helado. —¿Qué? No comprendo.—ajustó su corbata y luego puso sus manos en los bolsillos de su pantalón, su rostro cambió en un segundo y ahora parecía otro, distinto, frío, quizás siniestro o tal vez malvado. No era el mismo que hace unos segundos. —Tienes una deuda conmigo y esos hombres te seguían, dado que no has pagado. Esperé con paciencia por nueve meses, solo porque pensé que eras una pobre infeliz que no tenía idea de lo que pasaba, pero…ya es hora de que pagues. —¿Qu-Qué? ¡¿Tú estás con esos hombres que me seguían?!—temerosa, comencé a ir hacia atrás, pero su mano salió con rapidez de su bolsillo y se lanzó a mi cuello, sujetándolo con fuerzas. Dejé mis manos en su muñeca, para intentar retirar la suya de mi cuello, pero aquello solo hizo que él apretara. —Escucha, Danais. Hace año y medio la deuda de tu padre se triplicó. Acudió a mí para tomar un último préstamo, según él, para un negocio que sí le iba a funcionar esta vez, pero…¿adivina qué? Cuando eso no pasó, huyó. Dejando una nota con tu dirección, la nueva dueña de la deuda.—¿Yo? ¿Esto era cosa de mi padre?—Viendo donde y cómo vives, queda claro que no tienes con qué pagarme y yo necesito que me pagues, porque la paciencia se agotó con tu padre y para ti lo único que tengo es enojo. ¿Estás entendiendo lo que pasa aquí?—yo negué, con los ojos llenos de lágrimas y entonces él soltó mi cuello, arregló su corbata y volvió a dejar sus manos en los bolsillos.—Es sencillo, tienes una deuda, debes de pagar, pero no en dos años, no en un mes y menos en meses. Tienes un plazo de trece días para tener el dinero. De lo contrario, estoy abierto a sugerencias para ver cómo me pagas el dinero.—sus fríos ojos marrones me miraron de arriba hacia abajo, después caminó hacia la puerta.—Por cierto, el pastel estaba delicioso. Gracias. Yo…retiraba todo lo dicho sobre que era un hombre amable y educado o que parecía empresario, solo era un m*****o mafioso al que metí a mi casa. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué me tocó ese padre?! ¿Por qué había tenido él que ser mi padre? ¡Todavía estaba pagando un préstamo que tomó hace tres años a mi nombre y como si fuera poco, ¡ahora se metía con gente peligrosa y me ponía a mí como aval! ¡Y aquel idiota no me dijo ni de cuánto era la deuda! ¡¿Cómo iba saber?! ¡¿Cómo iba a tener un dinero en trece días si no me dijo ni la cantidad?! Y pensar que llegué a creer que era un hombre guapo, cuando solo era un matón de ojos y mirada linda.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD