Aquel perfume, su olor, ese aroma se quedó en mi salón, se impregnó en mi piel y como si ya no fuera suficiente, se coló en mis pensamientos.
—Kellen.
Me senté en el sofá y luego recordé que él había dejado algunas cosas en la cocina para que le hiciera el bizcocho.
Al menos me servía para también desayunar, dado que mi nevera se quedaba vacía, pues se supone que ya era hora de comprar comida, pero no tenía dinero ni para pagar la casa, tenía que enviarle un mensaje al dueño para pedirle unos días más, pero él poco atendía a sus mensajes o a contestar a las llamadas.
Observé aquí ingredientes que yo no utilizaba en mi receta, las zanahorias eran muchas, la leche, azúcar, parece que investigó todo lo que se podría necesitar, hasta trajo canela molida, algunas nueces por si quería echarle, pasas y otras tantas cosas que me dejaban alucinando.
Hasta me entraban ganas de hacer el bizcocho ahora y eso hice.
Me sirvió para despejar mi mente, relajarme y pensar que todo iba a salir bien, quizás hacerme amigo de este hombre apaciguaría sus intentos porque yo le pagara una deuda que no era mía, que no sabía la cantidad y más que nada, porque yo no contaba con ese dinero.
¿Y si me acercaba a él para que no me cobrara?
Eso podría resultar bien, pero ¿y si resultaba mal? Era un hombre muy apuesto, llamativo, tenía un rico perfume y era lindo, con una hermosa, muy hermosa mirada.
Pero no tenía de otra, era obvio que él quería acercarse, entonces lo iba a dejar, solo si…con eso se iban sus ganas de cobrarme ese dinero, ¿qué podría salir mal?
Después de tomar baño, le envié un mensaje al hombre de la casa, pidiéndole que no viniera mañana y que me diera un poco más de días para pagarle.
Al revisar lo que quedaba en mi cuenta, comencé a llorar.
No me alcanzaba para pagar ni la mitad de la casa, y si le daba la mitad, me quedaría sin tener para comprar comida, para el pasaje al trabajo.
¿Cuántos días podría durarme aquel bizcocho? De desayuno y cena podría estar bien, pero…en el trabajo tenía que almorzar y no me llevaría un trozo de bizcocho.
Tenía que pensar en algo que no incluyera pedir un préstamo, porque iba a quedarme siendo alérgica a los préstamos, nunca había pedido ninguno en mi vida y ya había tenido que pagar varios de mi padre. Y justo ahora que realmente lo necesitaba, no podía pedir uno.
¿Y si le pedía algo de dinero a una de las chicas?
¡No! ¡¿Cómo podría?! Todas ellas tenían sus responsabilidades mensuales y yo las sabía de mas.
Dormir no me resultó muy bien con todas mis deudas que me asechaban y los problemas que se iban acumulando.
Para cuando Kellen tocó la puerta, la leche estaba en el fuego, tenía un trozo de bizcocho servido en un plato con una cuchara y yo ya estaba lista, a la espera de que él llegara.
—Buenos días, Kellen.—intenté mostrarme animada y entusiasta, pero esto era muy extraño, de verdad muy extraño. Recibir a este hombre en mi casa luego de las circunstancias en las que nos conocimos, hacerle un bizcocho y dejarlo desayunar aquí.
Mínimo tenía que estar muy desesperada y sí que lo estaba.
—Buenos días. ¿Cómo sigue tu cabeza? ¿Te duele?—intentó tocar mi frente, pero yo retrocedí, sin dejar que lo hiciera. Él entendió mi gesto y ocultó sus manos en los bolsillos de su pantalón.—Disculpa.
—Pasa, ya tengo el bizcocho servido y ahora mismo te doy la leche. ¿Quieres que le eche algo?
—¿Como qué?—iba vestido de forma elegante, lo que le daba un toque extraño a su visita tan temprano.
—¿Azúcar?
—No, así está bien.—él fue al salón y yo a la cocina, vertí la leche en una taza y se la llevé, ya él comenzaba a comer.—Está muy rico. Diría que mucho más bueno que el otro.
—Este es más reciente. Recién hecho.—Pero también influía que los ingredientes que él trajo eran de mucha mejor calidad.
—¿No comes?—me preguntó, pero me daba un poco de vergüenza, porque toda esta situación seguía siendo muy extraña.
De igual modo fui a la cocina a por un trozo y lo acompañé a desayunar, fue en ese momento cuando alguien aporreó la puerta.
—¡Demonios!—exclamé al imaginarme quién era.
—¿Novio enojado?—preguntó con la mirada fija en su plato.
—Ya quisiera. Es mi casero.—Dejé el plato sobre la mesa y fui para abrirle, explicarle que no podía pagarle este mes en la fecha acordada, que me diera unos días más.
—¡Escucha, Danais Roberts! ¡¿Crees que solo puedes escribirme y pedirme que te de más tiempo y con eso ya todo estará solucionado?!—empezaba a gritar, sin darme tiempo a decir nada, abordándome de ese modo desde que abrí la puerta.
—Buenos días, señor. Es justo lo que espero, ya que siempre le he pagado de forma puntual. ¿Por qué no puede darme más días? No lo comprendo.
—Págame, ahora mismo, como cada mes. No puedo darte más días porque yo también cuento con ese dinero para gastos y es lo que me pone tan enojado que justo un día antes pidas más días, quedando como una irresponsable, Danais.
—Señor…—no me permitió ni invitarlo a pasar y ahora me gritaba a voces que yo era una mala paga, donde todos debían de tener la oreja pegada a la puerta, debido al escándalo que él estaba armando y más a esta hora de la mañana.—No tengo el dinero aquí. Si me da un par de horas, luego del almuerzo, podemos quedar para entregarle la mitad.
—¡¿La mitad?! ¡¿Ahora puedes darme la mitad?!
—¡No sabe el sacrificio que eso supone para mí! Intento pagarle, pero me he visto en algunos problemas que no me lo permiten.
—¿Cuánto es?—dejé una mano en mi pecho al escuchar la voz de Kellen detrás de mí.—¿Cuánto es la mensualidad de la casa?
—Una cantidad que a ti no te incumbe, Kellen.—Lo empujé hacia la casa y cerré la puerta, quedando fuera. ¡Esto era muy vergonzoso!—Por favor, deme hasta el medio día, le entregaré la suma completa. Solo deme hasta el medio día.
—¡Medio día! Ni un segundo más.
—¡Sí, si! Ni un solo m*****o segundo más, ya entendí.—me quedé allí fuera hasta que lo vi entrar al ascensor e irse. Luego vi la cara de la señora de la puerta de al lado asomarse, digna de toda una chismosa.—¡¿Qué diablos mira?!—grité enojada.—¡¿Nunca ha visto a alguien sin dinero?!
—¡Mocosa maleducada!
—¡Chismosa de m****a!—volví a entrar a la casa, toda irritada, chocando con el muro que suponía el pecho de Kellen al chocar contra mi cara. Ahora recordaba que lo empujé dentro de la casa y le cerré la puerta. Su mirada se había vuelto imposible de sostener por la manera inquietante en la que me miraba, yo aparté la vista, cruzando a su lado, su brazo logró detener mi escurridiza forma de huir de él y me devolvió frente a él.—Creo que si ya te comiste el bizcocho, puedes marcharte.—metió la mano en su chaqueta y sacó un sobre.—¿Eso que es?—se parecía al sobre que tomaron los hombres la noche anterior.
—Es tuyo, ya no debes nada a esos hombres. Ese es el dinero que tomaron.
—¿Qué? ¿Eso como pasó?
—Solo lo recuperé.—dijo en tono rígido. A saber de qué forma lo había recuperado, no me lo quería ni imaginar.
—¡No, eso no! ¡¿Cómo es que ya no les debo nada?!—en mí iba creciendo una especie de felicidad que quería apoderarse de mí, pero también saltaba una pequeña alarma. Eran tres años pagando algo que no tenía fin, los intereses subiendo cada vez que a ellos les daba la gana y los incontables acosos, pero ¿debía de alegrarme porque Kellen decía que ya no les debía nada?—¿Se supone que ahora te lo debo a ti?—le pregunté, encontrándome solo con su silencio.—No puedo.—pegué el sobre a su pecho para que él lo tomara. No era ni de cerca una buena idea deberle dos préstamos a él.—¡Tómalo! No puedo tomar el dinero, ni el hecho de que ahora te lo deba a ti.
—No me lo debes, Danais.
—¡Maldición, Kellen! No puedes hacer estas cosas, apenas nos conocemos.
—Entonces, vamos a conocernos. Sal conmigo el fin de semana.
—¿Qué?—Espera…no se iba con rodeos y al parecer sí estaba interesado en mí.
—Si no quieres sentirte en deuda—sonrió ligeramente, iba a utilizar esto como una forma de hacerme salir con él, hacer que aceptara y su sonrisa lo decía todo.—ten una cita conmigo, Danais. Nos conocemos y ya sí puedo seguir haciendo estas cosas. Me gustas—dijo con una amplia sonrisa.—me gustaría seguir comiendo ese rico pastel de zanahoria, entre otras cosas.—sentí un sonrojo por el doble sentido de sus palabras y mis ojos se ampliaron.—No pretendo ser insistente.
Como dije anoche, ¿qué podría salir mal? De la nada, Kellen me decía que no tenía ya una deuda con esas personas y me devolvía el dinero que ellos se llevaron, arreglando así no solo mi semana, sino todo mi mes, podría pagar la casa, comprar comida y ya mi sueldo me alcanzaría, ya podría disfrutar de ello, pero…para no sentirme en deuda tenía que salir con él, conocernos. Y a lo mejor también se iba quedando en el olvido la deuda que tenía mi padre con él
Pero sentía que lo iba a utilizar, ¿y si era así? De alguna manera tenía que salir adelante con todos los problemas que mi padre me iba dejando en el camino.
—Está bien.—acepté.—Salgamos este fin de semana, Kellen.
—Genial. Se te hace tarde, toma tus cosas, te llevaré a tu trabajo.
Guardé el sobre de dinero en mi bolso y salimos de casa.
Debería de sentirme aliviada, pero había algo que me preocupaba y aún no sabía qué.
Cuando salimos del edificio, un coche nos esperaba al frente, él me abrió la puerta y entró detrás de mi.
No fue necesario decirle donde yo trabajaba. Ya él lo sabía.
En el camino íbamos en silencio y cada vez que miraba a Kellen, lo atrapaba con una media sonrisa en los labios, parecía feliz porque acepté la cita. Y eso se me hacía muy tierno, tenía ganas de dejar mi mano en su pecho y ver si su corazón latía tan rápido como la otra vez.
Al llegar a la empresa, bajó primero y me abrió la puerta.
—Gracias por traerme, Kellen.
—Ha sido nada. Tengo tu número de teléfono. ¿Puedo llamarte?
—Supongo que sí.—se acercó, dejando un beso en mi mejilla e impregnándome con su rico aroma. Ahora fui yo la que sonrió, notando la cercanía de él.
Cuando me di la vuelta, levanté mi mirada hacia la oficina de mi jefe, algo que siempre hacía al llegar a la empresa para comprobar si él estaba allí.
Y sí, si lo estaba.
Observándome de brazos cruzados al llegar.