Se había acercado a ella de manera muy personal.
Yo jamás le he dado un beso en la mejilla a Danais, pero aquel hombre luego de traerla, abrirle la puerta del coche, se acercó a darle un beso en la mejilla y ella sonrió.
Sonrió.
¿Quién era ese hombre? Nunca había venido con nadie más aquí, y hace poco me dijo que no tenía pareja ni nada por el estilo.
Me alejé de la ventana cuando ella entró y el coche se marchó, saliendo de mi oficina para recibirla en el ascensor.
Recorrí aquel tramo de brazos cruzados.
No era bueno que ella comenzara a salir con alguien más, tenía que ser mi esposa, darme un hijo y así yo poder acceder a mi herencia, solo que ella aún no lo sabía y si la cosa seguía así, no podría, ya que seguro ese era su novio.
De todos modos, todavía no encontraba qué ofrecerle a Danais o cómo ofrecérselo. Estaba siendo un poco lento con todo esto, es que todo era muy poco ortodoxo.
—Buenos días, Danais.—le saludé desde que el ascensor se abrió. Ella no se sorprendió de verme allí.
—Buenos días, señor Marshall.
—¿Sabías que puedes llamarme Ares?—la confianza era lo primero, un acercamiento más personal, como el tipo que le besaba la mejilla, que se sintiera cómoda. Aunque nunca noté que Danais se sintiera incómoda en mi presencia, excepto cuando hacía algo malo y sabía que llegaría el regaño, pero ella ya había aprendido, cometía muy pocos fallos.
—Lo sé, pero está muy bien que lo llame señor Marshall, me siento cómoda así.
—Si así te sientes cómoda…—caminábamos despacio hacia la oficina. Aún las demás chicas no habían llegado.—¿Quién es ese hombre que te trajo, Danais?—su rostro giró de forma brusca hacia mí cuando ya habíamos llegado a la puerta. El ascensor se abrió y enseguida se escuchó las charlas del resto de las chicas que acababan de llegar.
Abrí la puerta lentamente y le señalé para que entrara, lo hice detrás de ella. Luego de retirar mi chaqueta, tomé asiento, sintiéndome para nada cómodo ante la posibilidad de que ya ella hubiera agarrado a un novio.
—¿Qué hombre?—¡tuvo la desfachatez de decir eso!
Solté una carcajada y me crucé de brazos.
—El que te trajo al trabajo. Nunca lo había visto antes. ¿Es tu novio?
—¡¿Mi novio?!—pareció ofendida, eso era bueno.—¡No diga eso ni en broma!
¡Menos mal!
—Entonces…¿quién es?
—No es nadie.—dijo mirándome a la cara, aquello me hizo sentir un poco más relajado. No tendría que buscar a nadie más, seguía siendo Danais.
—Me alegro. Ya puedes volver a tus labores.—se puso de pie al tomar su bolso, yendo hacia la puerta.
—¿Por qué la curiosidad, señor Marshall?—preguntó sin mirar atrás.
—Solo curiosidad. Nunca habías venido con nadie, por eso.—abrió la puerta para ya salir.—¿Quieres…almorzar el día de hoy conmigo? Tengo algo de lo que tenemos que hablar. No te pongas nerviosa, no es laboral.
Aquel día ocurrió sin mucho más qué hacer, lo típico, trabajo, como cada día.
Al llegar la hora del almuerzo, Danais entró a la oficina.
—Estoy lista, ¿a dónde vamos?
—Hay un lugar en la ciudad donde almuerzo la mayoría de las veces, iremos allí.
—Bien.—Como era Danais, pasó todo el camino hablando, era buena para las charlas, mucho mejor que yo. Tenía una risa muy peculiar y entrar en confianza era muy fácil para ella, socializar era lo suyo.
En el restaurante, apenas habíamos pedido las bebidas cuando me decidí a hablar con ella al respecto. Era mejor plantearle la situación y si ella aceptaba, buscar entre los dos un beneficio que fuera justo para ella
—Danais, tengo que decirte algo.
—Me lo ha dicho antes, pero aún no me dice nada. ¿Qué será eso no laboral que tiene que contarme?—no parecía preocupada, todo lo contrario. Se veía muy relajada. Quizás yo me estaba mortificando por nada o…era probable que las cosas salieran bien.
—Es que…es muy difícil para mí decir esto, pero tú eres alguien en quien puedo confiar, ya me lo has demostrado antes, no veo a otra persona a quien podría elegir para decirle esto. Tienes que ser tú, Danais.—miré sus manos sobre la mesa y un poco dubitativo las tomé. Eran pequeñas, suaves y esos dedos eran muy delgados. En mis manos las de ella parecían miniaturas.
—Ya lo sé, señor Marshall.—dijo de forma solemne, viendo como yo tomaba sus manos, sonrió de manera muy agradable, comprensible, acercándose sobre la mesa.—Usted es gay.—dijo en un suave susurro, sin que nadie más lo escuchara. Al escuchar aquello, yo me puse de pie, muy sorprendido. Nunca me creí gay, solo…que no encontraba algo de mi gusto, ninguna atracción, nada que llamara mi atención. Pero si Danais pensaba que yo era gay, quizás fuera más fácil de convencerla, a lo mejor esta era una mejor salida, que ella creyera que era gay, cambiar un poco los motivos, variar en algo las cosas, podría ser un plus para que ella acepte la propuesta que aún no le decía.—Lo sé hace un par de meses.—acarició mis dedos, apretó mi mano en apoyo y después volvió a sonreír.—Me alegro que me considerara alguien a quien pueda contárselo, señor Marshall. Me hace muy feliz ser esa persona.
—Oh.—seguía siendo muy impactante para mí que ella creyera que yo era gay. No sabía cómo fue que ella llegó a caer en esa confusión, pero ahora resultaba bastante lógico que ella se sintiera así de cómoda conmigo, tan confiada, tan…abierta. Ese era el motivo, ante sus ojos yo era gay.—¿Y qué te llevó a esa conclusión, Danais?
—Pues, es el único hombre que no se inmuta cuando Mariela pasa frente a usted.—explicó, dejando una mano en mi hombro y guiándome para que regresara a la silla, ahora se sentó a mi lado, colgada de mi brazo.
¿No era eso un muy minúsculo motivo para que ella pensara que yo era gay? ¿Solo porque no miraba las enormes tetas de Mariela? Sabía que estaban ahí y que eran enormes, pero…¿por qué tendría que mirarlas? ¡¡¿Eso ya me hacía gay?!!
—Vaya, quedé expuesto.—dije conteniendo la risa, solo para no enojarme, tenía que tomarlo con gracia o me sentaría muy mal. Ya que…eso era lo que ella creía sobre mí, seguí con el mismo rumbo de lo que ella pensaba.—Menos mal que ya lo sabías y que no te asombraste tanto, pero…también hay otra cosa muy importante que debo decirte. Danais, eres mi persona de confianza.
—Lo sé, señor Marshall.
—Necesito una esposa y de paso un hijo, ¿podrías casarte con este gay y tener un hijo gracias a la inseminación artificial?—solté todo de una vez, viendo que tenía su total atención.
Danais comenzó a reír, pero yo no.
Soltó mi brazo y su risa llenaba todo el lugar, como si de el mejor chiste se tratara.
La miré con cautela, en espera de que ella comprendiera la seriedad de mis palabras.
—¡Habla en serio!—exclamó ella, asombrada y avergonzada por creer que era una broma.—No es algo que pueda pedirle a cualquiera. Está hablando de casarse y buscar con quien tener un hijo.—dijo, visiblemente agobiada por lo que le estaba pidiendo.
—Justo por eso, eres la indicada. Hermosa, bondadosa, comprensible y…capaz de hacer un favor de esa magnitud. Solo puedes ser tú, Danais.—con eso ponía un peso en ella, dejándole claro que…¡tenía que ser ella!—No tienes que responder ahora mismo, pero me gustaría que no te lo pensaras tanto, porque créeme, sé que mientras más lo pienses, más raro parecerá. Además de que no puedo perder mucho tiempo. Necesitaría una respuesta en la menor brevedad posible, Danais.
—Yo…
—Si aceptas, podríamos llegar a todos los acuerdos y arreglos que quieras. Un límite para el matrimonio, custodia totalmente compartida de nuestro hijo, además de…una enorme recompensa por el gran favor que me harías.
—Es joven, señor Marshall. ¿Por qué querría casarse con tanta prisa y tener un hijo mediante inseminación artificial?
Si algo sabía de Danais, es que era poco superficial y justo por eso era la indicada, no le había prestado la más mínima atención a lo relacionado al dinero. Además, de que ella tenía muy claras mis finanzas, sabía que yo millonario no era.
Pero aquí entraba mi duda, si le decía que era para obtener una herencia, ¿ella aceptaría?
Yo creía fielmente que no, que eso sería un motivo muy básico para ella y lo rechazaría todo.
—Es algo muy personal, Danais. Realmente muy personal.
—Habla de casarnos, tener un hijo, hacer todo eso con prisa y…¡Demonios! ¡Eso sí que es algo bastante personal! Lo mínimo que puedo saber, si acepto, es porqué. ¿Qué es lo que lo lleva a esto?
—¿Recuerdas cuando mis padres murieron?
—Claro que lo recuerdo.
—Me habían dejado una herencia y…estuve rechazando la lectura del testamento por un largo tiempo, hasta que al fin accedí. Una de las condiciones que ellos me dejaron para poder acceder a la herencia es eso, que me case y tenga un hijo, todo eso antes de un año, luego de haberse leído el testamento.
—Es…algo muy cruel, que sus padres le hicieran eso, aún sabiendo que era gay, obligarlo a contraer matrimonio solo por heredar y encima tener un hijo.—Danais comenzó a llorar, creyendo que la razón de que mis padres hicieran eso era porque sabían que yo era gay, cuando no tenía nada que ver ¡y yo no era gay!, sin embargo….si eso servía para que ella aceptara, tenía que aferrarme a ese pensamiento que ella tenía.—¿Cómo pudieron?—recostó su cabeza en mi hombro, llorando con fuerza.—¡Es mucha crueldad! Ahora se tiene que ver o******o a casarse, a…tener un hijo mediante la inseminación artificial y todo con tanta prisa.—acaricié su cabeza, consolándola, pero Danais no dejaba de llorar.
—Tranquila, no es tan malo como parece. No te preocupes, es algo a lo que puedo sobrevivir, Danais.—dije lleno de pena, no por mi situación, sino por como ella estaba tomando todo, con tanta tristeza, pareciendo tan personal para ella.
—¡Acepto!—levantó su cabeza con ímpetu, tomó mi rostro entre sus manos y confirmó que aceptaba.—¡No dejaré que le hagan eso!—dijo entre gimoteos, pegando su frente a la mía.—Me casaré con usted y tendremos ese hijo que necesita, mediante la inseminación artificial. Y no se preocupe ni por un segundo sobre llegar a un acuerdo monetario, podemos ver lo de un acuerdo prematrimonial que dicte de una vez cómo será la custodia de nuestro hijo, algunas condiciones del matrimonio y un futuro divorcio cuando ya obtenga lo que necesita, señor Marshall. Cuente conmigo para esto, no lo dejaré solo.—sus brazos me rodearon en un abrazo, todo esto era muy extraño.
Ahora sentía que la estaba utilizando, pero…tenía que obtener esa herencia.
Danais era la solución.
De inmediato debía de comenzar a preparar todo.
Tendría que ser una boda apresurada, luego lo de la inseminación para tener tiempo de que el niño naciera antes del año en el que se vencía el plazo.
Todo parecía ir muy bien.