En horas de la madrugada, Brenda se levantó de la cama, buscó su ropa y comenzó a vestirse, Noah también hizo lo mismo y cuando ya los dos estaban vestidos, él se acercó a ella besándola a modo de despedida. La joven no deseaba irse, por supuesto que no, ella quería permanecer todo el día acostada al lado de su amado, pero los dos sabían que eso sería imposible. Entonces cuando Brenda ya se encontraba lista para marcharse, Noah le dijo: —Espera un segundo, Brenda —dice Noah yendo hacia un mueble en donde él guardaba sus cosas, y de entre ese montón de frascos y papeles sacó una botellita de vidrio del tamaño de la palma de su mano. Esa botellita tenía las flores de artemisa deshidratadas. En un papel, él echó una mínima porción que Noah sabía era el contenido que necesitaba para un té, y