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El amor prohibido del rey alfa

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Blurb

Karl Bram es un joven que no ha tenido una vida fácil, es huérfano y por si fuera poco es acusado de un crimen que no cometió donde es sentenciado por la reina Sarah a vivir en prisión por el resto de su vida. Durante su tercer año tras las rejas aparece un hombre misterioso para proponerle una tarea: su libertad a cambio de asesinar al rey Arthur y su descendencia. El rey Arthur era el rey de los cuatro reinos licántropos y vampiros, sin embargo, por ser híbrido con sangre de vampiro, muchos nobles de los cuatro reinos todavía no estaban de acuerdo con él a pesar de su buen reinado. Debido a esto en secreto se creó una organización llamada: sociedad de las antiguas costumbres, que buscaba regresar los cuatro reinos a la gloria de siglos pasados donde los lobos y los vampiros puros reinaban.

El joven Karl, ahora exconvicto, acepta el trato del hombre misterioso dispuesto a matar al rey Arthur y sus hijos para ser libre, pero no cuenta con la sorpresa que dentro del palacio vivía un joven ¡Exactamente parecido a él! tenía un hermano gemelo llamado Noah. Sin embargo, esa no es la única de sus sorpresas, porque durante su misión y en medio de una serie de eventos, Karl descubre secretos sorprendentes sobre sus raíces y lo peor de todo es que su compañera de vida resulta ser la princesa Leah, la hija menor del rey Arthur. ¿Podrá Karl cumplir su cometido a pesar de su amor prohibido y recuperar lo que él cree que por derecho le pertenece?

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Acto 1. Acusado injustamente
“¡Culpable, decapítenlo!” “¡Si, mátenlo, no merece vivir!” “¡Cuélguenlo!” “¡Muerte, merece la muerte!” Esos tan solo eran algunos de los gritos que se escuchaban en medio del juicio en contra de Karl Bram, un joven híbrido (mitad humano, mitad hombre lobo) que estaba siendo juzgado en medio de la asamblea principal de la ciudad capital del reino de los humanos. El joven estaba atado de brazos y pies con unas pesadas cadenas, solamente estaba usando unos pantaloncillos bastante harapientos y no tenía calzado a pesar de que se encontraban a no más de 5 grados de temperatura en esa tarde de primavera de aquel frío reino. Durante todo el juicio había estado callado, escuchando las acusaciones en su contra las cuales en su mayoría eran falsas, sin embargo, cuando escuchó que su sentencia podía ser la muerte, de inmediato él alzó su cabeza hacia el rey y la reina que estaban ahí en primera fila viendo todo. —¡¡Ya les dije que yo soy inocente!! Yo no maté a ese hombre, cuando llegué él ya estaba muerto ¡Lo juro por mi madre! —exclama Karl con desesperación. —¿Cuál madre? ¡No tienes ninguna todos los sabemos! —exclama una persona dentro del público de curiosos que estaban ahí presenciando el espectáculo. Por otra parte, el rey de aquel reino lejano que escuchaba toda esa algarabía se acercó a su esposa murmurándole: —Sarah, esposa mía…—susurra el rey Ivar en el oído de su reina — ¿estás segura? El muchacho ha insistido mucho en su inocencia… —Eso hacen todos los culpables para salir airosos de sus crímenes, amor. No sientas compasión por él, yo sé lo que vi… —responde Sarah con seriedad y frialdad frunciendo sus labios porque de todos los que estaban ahí, ella era la única que sabía la verdad, y no solo la verdad del juicio, sino quien era realmente Karl Bram… —Por favor, reina Sarah… usted me conoce, yo… —las palabras que intentaba decir el joven acusado de cabello rubio son interrumpidas cuando la reina exclama: —¡Guarda silencio! ¡No te atrevas a hablarme con tanta confianza recuerda que soy tu reina! —exclama Sarah con seriedad. Su esposo, el rey Ivar se voltea viendo a su reina consorte pensando que, cuando Sarah estaba en modo autoritario era muy intimidante. Después de todo, él que era un humano se había casado con una mujer lobo alfa, así que era imposible que ella pudiera ocultar su lado autoritario, aunque lo deseara, era natural en ella. No obstante, ese “lado autoritario” que la reina tenía en ese momento, iba mas allá del simple hecho que fuera una alfa, había otros motivos ocultos en ese juicio junto con sus explosivas reacciones ante ese simple muchacho. —Como soy una reina condescendiente y siempre he respetado las reglas del reino nativo de mi esposo, te perdonaré la vida, Karl Bram —declara Sarah con un rostro serio, viendo esa expresión de alivio que hizo el acusado —. Sin embargo, tu delito no será perdonado, pasarás el resto de tu vida en la prisión “boca de dragón”, morirás ahí para que no vuelvas a hacerle daño a ningún humano de este tranquilo reino. ¡Guardias, llévenselo! —¡¿Qué?! ¡No, no pueden hacerme esto, yo soy inocente! —exclama Karl en el instante que cuatro guardias se acercan para sacarlo a la fuerza del juzgado real del reino. A rastras se lo llevan, él forcejaba para impedirlo diciendo que él era inocente y que era injusto lo que le estaban haciendo. Sus gritos se escucharon hasta la salida acompasados por los alaridos del público que estaba ahí presenciando todo, alegando que el acusado recibió una sentencia justa, porque todos sabían que terminar en la prisión “boca de dragón” era peor que la muerte. Aquella cárcel había sido construida sobre un volcán inactivo, de ahí derivaba su nombre. Según las creencias de los humanos de aquellas tierras, el dios del fuego tenía la forma de un enorme dragón y los volcanes solo eran los orificios de la tierra donde el dios respiraba. Se decía que aquel volcán inactivo donde se edificó la prisión, el dios del fuego lo iba a encender algún día con su aliento para que matara a todos los criminales que ahí habitaban. La mayoría de los delincuentes que iban a boca de dragón eran asesinos y ladrones, los violadores y criminales de cualquier otro tipo eran asesinados en la horca, en la guillotina y cualquier otro tipo de muerte que a los reyes se les ocurriera o que los dioses les indicaran. «Al fin pude deshacerme de ti… hermano bastardo» piensa la reina Sarah suspirando profundo «Tu muerte no estará en mis manos, será las circunstancias las que acabarán contigo» se dice Sarah en pensamientos viendo cómo se llevaban al joven que todavía continuaba gritando su inocencia. Sin embargo, ella sentía que solo se había quitado un gran peso que llevaba desde hace veinte años cuando supo de su existencia. Hace 15 años atrás La reina Sarah se encontraba paseando con su pequeña hija, la princesa Rebecca por la ciudad real, cuando en eso un niño que venía corriendo se chocó con ella. Se trataba de un niño de abundante cabello color rubio como las hojas del trigo, y enormes ojos azul como el mar despejado. Aquel pequeño se levantó del suelo y ella para verificar como se encontraba se agachó para verlo mejor, y fue ahí que ella pudo sentir su aroma natural, ese que todo ser viviente tiene, y que solo un licántropo alfa puede sentir con tanta precisión. Sarah lo olfateó con disimulo sintiendo esa mezcla perfecta del olor de su padre ligado con el de alguien más. Al comprender eso la reina alfa cambió su sonrisa sujetando al niño que la veía con un rostro confundido, porque quizás no comprendía por qué esa lady le estaba sujetando sus bracitos con más fuerza de la necesaria. «¡Este es el hijo bastardo de mi papá, el que tuvo con aquella humana sirvienta que conoció el día de mi boda con Ivar!… que molestia pensé que se había ido a vivir lejos. Le pagué a su cuidadora para que se mudaran de la ciudad capital» piensa Sarah con molestia preguntando: —¿Y tu madre, pequeño? ¿Esa mujer de piel morena del clan Vesper? —pregunta la reina Sarah con cautela y una delicadeza en su tono de voz que no hacía juego con la manera como lo estaba sujetando. —Mi mamá fue a comprar algo a otra aldea, y no ha venido desde entonces. Se llevó muchas cosas y cerraron la cantina. Me dijo que la esperara aquí —confiesa el niño sorprendiendo en gran manera a Sarah. «¡Huyó con el dinero y dejó al pequeño bastardo aquí! ¡No puede ser!» piensa Sarah soltando al pequeño solamente para morderse una uña con preocupación sin saber exactamente por qué le causaba tanta angustia ese pobre niño. No sabía por qué, pero había «algo» en su pequeño hermanito ilegítimo que ella siempre le causó temor a pesar de que su hermano mayor Conrad, le decía que no había nada que temer. Aquella mujer que se había ido huyendo con el dinero que la reina le dio, abandonando al pequeño a su suerte no era la verdadera madre de Karl, aquella desalmada se trataba de la partera que había ayudado a la madre biológica del pequeño a dar a luz. Aquel parto fue complicado, demasiado al punto que la joven mujer no lo soportó y luego de dar a luz murió por complicaciones que no pudieron ser tratadas a tiempo, ya que traer al mundo niños mitad lobo y mitad humano, no era una tarea fácil. —¿A dónde te estás quedando mientras esperas a tu “mamá”? —Me quedo por ahí, espero afuera de la cantina —responde el niño de forma inocente. —¿No tienes hogar? —pregunta Sarah viendo como el niño negó con su cabeza, eso le partió el corazón, pero no podía ayudarlo… no de la forma que él realmente lo necesitaba. «Si lo llevo al palacio mis hijos se enterarán de que eventualmente este niño que tiene prácticamente la misma edad que ellos ¡es su tío! Lo reconocerán por su aroma… luego él sabrá que tiene sangre de un rey en sus venas, cuando crezca querrá reclamar el trono de mi padre y podría comenzar una guerra con el reino de Gavril ¡No, definitivamente no quiero problemas en un futuro próximo!» piensa Sarah con preocupación. —Quédate por ahí, ahora regreso… toma, ve y cómprate un pan —dice Sarah sacando de su bolso una moneda de cobre, se la coloca en la fría manito del pequeño que sonríe de oreja a oreja, pero luego él pregunta: —¿Va a regresar…? —pregunta él porque ya no confiaba mucho en esperar a las personas… —Si, si… regresaré, no te preocupes, ¿Cuál es tu nombre, pequeño? —Mi mamá me decía Karl. —Bueno, ya regreso, Karl… ve a comprarte un pan y espérame en la cantina donde estás esperando a tu mamá. El medio hermano de Sarah asintió con la cabeza y luego se fue corriendo, cuando se alejó lo suficiente, la princesita Rebecca se acercó a su mamá. La princesa era un año menor que Karl que en aquel tiempo tenía cinco años, pero como ella era una niña mitad lobo, era muy perspicaz e inteligente. —¿Mami, quien es ese niño feo? —pregunta la pequeñita chupándose un dedo. —No es nadie, Becca… no le prestes atención, regresemos al palacio… Tiempo actual Karl iba montado en una carreta rumbo a la prisión con varios prisioneros que también fueron condenados ese día, al menos le habían entregado ropa y calzado así que ya no estaba semidesnudo como cuando lo juzgaron. En aquella carreta nadie hablaba, todos tenían caras largas pensando que sus vidas se habían terminado a partir de ese momento, sin embargo, la mayoría de los presos eran hombres adultos, el único que se veía más joven era el rubio, por eso uno de ellos lo miró de reojos diciendo: —¿Tu debes ser de esos muchachos mitad lobo que andan por ahí no es así? Te vez alto, es una lástima que te pudrirás con nosotros en prisión —exclama riéndose, mostrando su escasa dentadura, apenas tenía cuatro dientes de los cuales uno ya estaba flojo. Karl no tenía ganas de hablar, pero por alguna razón alzó su mirada diciéndole: —Trataré de buscar la forma de demostrar mi inocencia, la reina Sarah sabe que digo la verdad, encontraré la manera… no me pudriré en prisión…—dice Karl de forma decidida escuchando como los prisioneros comenzaron a burlarse de él. —Ya deja de fingir, cuéntanos… ¿realmente mataste a ese guardia real? Ya no importa mucho tu palabra, estás acabado como nosotros. —¡No lo maté! —grita con un tono lleno de frustración en su voz —¡No lo maté, maldición! —exclama reposando su frente sobre la pared del destartalado carruaje que se movía a causa del camino desigual que transitaban. Hace quince años atrás Con la moneda que la señora elegante le dio, el pequeño Karl se compró un pan de un tamaño mediano que se veía enorme en sus menudas manos, así que como aquella mujer se lo ordenó el fue a la cantina a esperarla. Él niño comía el pan de forma lenta a pesar de que tenía hambre porque debido al tiempo que había estado solo, su instinto de supervivencia del lado alfa que tenía dentro de él, le decía que tenía que sobrevivir a toda costa, por eso una regla básica de supervivencia era buscar alimento. Él no sabía cuándo volvería a comer pan, así que picó un pedacito y el resto lo guardó en el bolsillo de su pantaloncillo. En eso, mientras el pequeño tenía pensamientos que un niño de su edad ni siquiera debía preocuparse, aparece la mujer que lo ayudó. Karl sonrió de oreja a oreja porque él sentía que ella tenía un olor familiar así que como si fuese un cachorro extraviado, el rubio corrió hacia Sarah sin tener la más mínima idea que esa mujer era su hermana mayor por parte de padre. —¡Si vino! —exclama Karl abrazándole la parte inferior del vestido a Sarah que chasqueó su lengua diciéndole: —No te pegues mucho a mí, pequeño… no somos nada. —Pero… su olor, es agradable, mas que el de mi mamá. Sarah tragó profundo. —¿Sabes… acerca de los aromas que solo los alfas pueden reconocer a la perfección? El niño se tornó pensativo, y luego negó con la cabeza. «Seguramente él no sabe nada sobre su mitad lobo, dejaré que continúe así» piensa Sarah respondiéndole: —Seguro estás confundido, niño. Solo porque te di una moneda para que compraras pan, no significa que debes encariñarte conmigo. Yo soy esposa del príncipe Ivar, el futuro rey de este reino… no te confundas, recuérdalo siempre, somos muy diferentes… El niño con su vista en alto para ver a la mujer asintió con la cabeza. —Es la princesa Sarah… lo recordaré siempre. Sarah sonríe, pero luego se torna seria al instante. —Así es. Mira… te encontré un lugar para que puedas quedarte, el invierno está por llegar y no sería bueno que estés en la intemperie, nadie te va a acoger porque eres mitad lobo y la mayoría de los habitantes del quinto reino todavía no saben como cuidar a niños como tu… por eso tu supuesta madre te…—Sarah estaba a punto de decirle que la cuidadora de Karl lo había abandonado, pero no tuvo corazón para decírselo. —¿Mi supuesta mamá? No, ella es mi mamá, vendrá pronto me dijo que la esperara… Sarah frunció sus labios y con un suspiro cansado pensó: «Bueno, que él mismo se de cuenta solo mientras vaya creciendo» —Mientras la esperas… te encontré un lugar para que puedas vivir, no tiene muchas comodidades, pero es mejor que estar afuera de la cantina abandonada todo el día. Sígueme… Sarah había llevado al pequeño a una bodega donde en el palacio guardaban paja, era un lugar perfecto y alejado para que su pequeño hermanito bastardo pudiera vivir, luego cuando fuera mas grande que él viera que hiciera con su vida, pero al menos ella había hecho su buena labor al mantenerlo alejado del frío, a pesar de que no se lo merecía, después de todo él era el producto de la fornicación que su padre tuvo con esa humana… Tiempo actual —Ya llegamos a su palacio, príncipes ¡Apresúrense que no tenemos todo el día! —exclama con ironía el guardia que bajaba con violencia a los prisioneros que, vieron con terror como en la cima de esa montaña que era el volcán inactivo, se encontraba el nuevo “hogar” de todos. La prisión era enorme, y les parecía extraño que fuera mas grande que el palacio real, eso significaba que albergaba bastantes prisioneros. ¿Quién lo diría? El quinto reino que se veía tan bueno e inocente, el lugar donde por mas de ochocientos años vivieron los humanos, tenía una prisión más grande que incluso las cárceles de los reinos vampiros y licántropos. A todos les tomó una hora llegar a la cima de esas escaleras que parecían infinitas. Los prisioneros y guardias parecían exhaustos, incluso varios se lanzaron al suelo cuando llegaron a la entrada de la prisión, sin embargo, el único que estaba completamente normal era Karl, subir tantas escaleras no le cansó en lo absoluto, después de todo él tenía la resistencia de un alfa, y era evidente como su lado licántropo eclipsaba su lado humano por parte de madre. —¡Levántense inútiles! Es hora de que conozcan su nuevo hogar —exclama el guardia que los trajo, él también estaba muerto del cansancio, pero fingía que no. A todos los llevaron a empujones al interior de la prisión, estaba en ruinas y al parecer a nadie le importaba; era claro que fue construida hace siglos atrás y nunca mas la restauraron, porque esos techos llenos de huecos, ventanas sin vidrio y el hierro oxidado de las celdas lo dejaban muy en claro. —En invierno este lugar debe ser horrible… —murmura uno de los prisioneros pensando que ningún lugar parecía adecuado para vivir durante los momentos que las temperaturas bajaban. Uno de los guardias comenzó a reírse entre dientes luego de oír el comentario del nuevo prisionero. —El peligro de esta prisión no es el volcán inactivo… el verdadero peligro es ver quien sobrevive a cada invierno —declara riéndose a carcajadas, como si aquello fuera muy gracioso. «Saldré de alguna forma de aquí…» piensa Karl mientras era guiado a la que sería su futura celda. Diez años atrás —¿A dónde está nuestro medio hermano? Ese que tanto miedo le tienes —pregunta Conrad, el hermano mayor de Sarah. —Está trabajando en las fábricas de acero. Ya sabes, esas fábricas que abrieron hace dos años para crear los materiales del puente que unirá al reino de Gavril y el reino humano. —Si, por supuesto que recuerdo… esa idea loca del príncipe Arthur ya está tomando forma… pero ¿Cómo que el niño está trabajando ahí? Si mal no recuerdo tiene diez años. —Pero es mitad lobo, tiene la fuerza de un hombre humano adulto, por eso lo contrataron ya que es otro trabajador más, además así es mejor, está alejado del puente, a veces vienen de este lado el príncipe Arthur, o su madre Esther, no quiero que ella se entere que ese niño que le regalaron hace diez años es el hermano gemelo de Karl, solo complicaría las cosas. Conrad suspira con un aire de preocupación diciendo: —Siento que el niño que está con los reyes de Gavril es mas peligroso que este que tenemos aquí ¡Por Dios santo! ¿Por qué siento que incluso después de muerto nuestro padre sigue atormentándonos? —exclama Conrad restregándose el rostro con angustia. —¿También sientes lo mismo? ¿verdad? Hemos tenido paz durante diez años… pero siento que es tan frágil que en cualquier momento puede romperse. Esos dos niños serán un problema, lo sé… si se llegan a enterar que tienen la sangre del rey de Kaan, se llenarán de ambición y querrán tener el reino. —Aunque aspiren tenerlo no podrán obtener el trono —cuestiona Conrad de inmediato —Yo le entregué mi heredad al rey Zander de Gavril, por ende, el reino de Kaan le pertenece al rey Zander y su descendencia. Imagina que en algún momento ese par de gemelos se lleguen a enterar de esto, no tendrán ningún tipo de poder para reclamar algo que no les pertenece, lo único que lograrán será adelantar sus muertes… —Lo sé, pero ¿y si levantan una rebelión? —cuestiona Sarah con preocupación — Una vez mas el reino de Kaan metido en problemas, nosotros tendremos parte de responsabilidad por el simple hecho que esos pequeños bastardos también llevan nuestra sangre, de cierta forma estamos inmiscuidos. —Hermana… no pienses de esa manera, nada de eso ocurrirá, confía. El reino de Kaan ya no nos pertenece, ahora yo soy un pastor de ovejas y tú eres la princesa del quinto reino, pronto serás la reina, este es tu nuevo hogar… este reino es nuestro hogar. Sarah se mantiene en silencio asintiendo con la cabeza. —Está bien, trataré de no pensar lo peor… en fin, ¿quieres ver al causante de mis pesadillas y preocupaciones? Han pasado varios años desde la última vez que lo viste de lejos—pregunta Sarah con una sonrisa llena de ironía. —Si, quiero verlo… Una hora mas tarde, Sarah fue a caballo con su hermano rumbo a las fábricas donde trabajaba Karl, y cuando llegaron fueron con el capataz preguntando donde estaba el niño mitad lobo que trabaja ahí, no pasó mucho tiempo cuando lo llamaron y Karl apareció ante ellos, lo primero que hizo el niño fue sonreír de la alegría cuando vio a la princesa Sarah, pero ella al instante que lo vio sintió una ola de preocupación cuando vio su estado físico. —¡Karl! ¡Dios mío! ¿Qué te sucedió? —pregunta ella sujetándole el mentón con cuidado porque el niño tenía una enorme cortada en su mejilla izquierda y además tenía varios moretones en su rostro como si lo hubiesen golpeado. —Ah, esta mañana tuve un accidente, un tubo de acero se cayó y casi me mato, por eso tengo está cortada —dice él señalando su cara —, el jefe me golpeó porque fue por mi culpa por haberme distraído, pero estoy bien no me duele. El jefe no es tan fuerte, no me lastimó nada —dice él con orgullo, pero su rostro decía todo lo contrario. Conrad y Sarah se quedaron en silencio mirándose las caras por un instante, pero luego Conrad se acercó al niño diciéndole: —Mañana no tendrás ni un rasguño, tienes sangre de alfa en tus venas, estarás bien. —Lo sé, no es la primera vez que me pegan, lo hacen todo el tiempo ¡Estaré bien! Siempre me curo muy rápido —dice el niño con una sonrisa. Sin saber exactamente por qué, Conrad sintió un pinchazo en su corazón, porque su hermanito bastardo les recordaba a sus hijos que rondaban por la misma edad que él, y saber que lo trataban mal y que lo lastimaban le hizo sentir mal consigo mismo, a pesar de todo, él era su medio hermano, pero Sarah y él tenían diez años dejándolo a su suerte... —Karl, te traje algo… toma es pan dulce, tu favorito. —¡Gracias, princesa Sarah! Lo comeré mas tarde… quisiera quedarme a seguir hablando, pero debo continuar, ¡adiós! —exclama el niño cogiendo el pan que le dieron, pero luego se va corriendo principalmente porque el jefe lo andaba llamando a gritos que se apresurara. Conrad y Sarah suspiraron casi de forma sincronizada, hasta que Conrad dijo: —No creo que él sea un problema, aunque…—el hombre detiene sus palabras, pero luego continua diciendo: —¿y si lo llevo conmigo a mi aldea? Creo que estará mejor que aquí, es obvio que lo tratan terrible, míralo si no fuera un híbrido esa herida que tenía en su mejilla se le infectaría y moriría en unos días, lo llevaré conmigo, estará alejado y ya no te preocuparás más. —No, Conrad —Sarah niega de inmediato —de los dos, tu tienes un aroma mas similar al de nuestro padre, contigo se enterará más rápido que son medio hermanos, ¿y si luego intenta matarte? Yo lo mantendré vigilado, está mejor aquí, ya luego se me ocurrirá una forma de deshacerme de él. —¿Piensas… matarlo? —pregunta Conrad pensando que su hermana no sería capaz de semejante acto. —¡Que Dios me libre! No, no lo mataré… aunque —susurra —espero que las circunstancias lo hagan algún día. Su vida no es fácil, no durará mucho… —murmura Sarah sin sentirse culpable de ello.

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