Esa misma mañana en el palacio real del reino de Gavril
Noah despertó de golpe sentándose en la cama, como si al abrir sus ojos hubiese recordado que debía asistir a una reunión importante, pero se había quedado dormido. Sin embargo, la razón de su abrupto despertar era porque deseaba ver a su hermano Karl.
—¡Karl! buenos… —las palabras de Noah se desvanecen a medio camino cuando observa que su hermano no estaba ahí en ese rincón donde lo había dejado en la noche —…días— termina de decir el muchacho encogiéndose de hombros.
En el instante que él vio los cuatro rincones de su aposento, se dio cuenta que no estaba el cinto, la daga ni tampoco la capa, eso solo significaba que Karl se había ido.
—Porque no me sorprende… —susurra Noah levantándose de la cama de manera desganada.
Al joven
