Unas horas más tarde
Sur de Italia, Sicilia
Giovanni
Supongo que la mayoría de niños tiene una infancia normal, corren por el parque, se divierten jugando con niños de su edad, pero yo no, más bien observaba el movimiento de los camiones llegar a mi casa, las putas empacando la droga en el sótano, aunque lo más escalofriante era mirar a los gorilas ejecutando a los soplones.
Obvio que mi padre creía que dormía profundamente en mi habitación, pero mi curiosidad me arrastraba a conocer lo que sucedía debajo de mi techo. Es decir, los tiroteos, los insultos, las putas follando, lo conocía muy bien. Me habitué a ese mundo sin darme cuenta, era normal escuchar los pasos acelerados, el eco de los casquillos cayendo en el suelo y mirar los charcos de sangre por los pasillos.
No diré que tengo la sangre fría para actuar en caso de sentirme en peligro, porque no soy un matón, pero no me paralizo, más bien actuó por instinto como lo hice en el yate, a pesar de mis latidos acelerados y de mis nervios. Entonces volver a escuchar el bullicio de los disparos detrás de la puerta me hizo movilizarme con agudeza. Observé a la detective Ludovica desenfundando su revolver presta para tirar del gatillo, buscó los ojos de Denaro mientras mi mirada escrudiñaba la habitación queriendo hallar una salida. Su voz carga de malestar resonó en el ambiente.
–Alessandro no podrá contener a esos cabrones por mucho tiempo, debemos movernos enseguida. ¿Hay otra salida de este lugar? –dijo Ludovica con su voz llena de urgencia y comprimí el rostro.
Sus palabras no eran alentadoras y lo que restaba era ser creativo para repeler el ataque de esos matones o intentar escapar de la habitación, la cuestión era: ¿Cómo lograrlo sin ser detectados? ¿Cómo no recibir una bala en el intento?
–Detective hay una puerta en el placard que lleva a otra habitación y por allí podemos escapar. Déjeme mostrarle– respondió Denaro mientras revelaba nuestra vía de escape e hice una mueca.
El gorila no era tan bruto, tenía algo de sesos y había hecho su tarea para protegerme tenía un plan b, pero aun debíamos escapar con éxito del hotelucho y esa era mi preocupación.
–Giovanni no olvides tu fachada, recuerda que es tu garantía para salvar tu trasero. Guarda el traje de monja en el bolso. ¿Sí? –habló Ludovica sacándome de mis pensamientos y no puede ocultar mi malestar, mi rostro amargado me delataba y forzado seguí sus instrucciones.
En segundos estamos en la otra habitación, Denaro apresuro el paso, movió la alfombra del piso descubriendo una compuerta secreta. No era un escondite transitorio, sino un túnel que conducía unas calles más adelante, lejos del hotelucho. No obstante, no era seguro, los matones podían estar acechándonos en los alrededores, entonces Ludovica se comunicó con el idiota de su compañero para conocer que terreno estábamos pisando, pero apostaba que estaba muerto, también era una oportunidad para persuadirla de su propuesta descabellada de usar el traje de monja. Así mientras se fumaba un cigarrillo en el balcón de nuestro nuevo escondite no dude en abordarla.
–Detective Martini lamento la pérdida de su compañero, pero es parte de su trabajo– hablé con un tono ceremonioso, no espere respuesta y continúe soltando mis palabras. –Me imaginó que sus órdenes han cambiado tras el ataque de los rivales de mi padre. Supongo que debe llevarme a otro lugar para protegerme, ya no usaré ese atuendo de monja– señalé con mi voz envuelta en dudas, me dio una mirada profunda, pero antes de que pudiera responder escuché la voz ronca de Alessandro en el refugio y a los pocos segundos miré su rostro serio.
–¡Aquí estás Ludovica! ¿No tienes idea lo que hice para deshacerme de esos animales? –habló Alessandro con su rostro sucio, desprendiendo un olor a basura y no hacía falta preguntar nada. Igual la voz de la teniente Martini se presentó en el ambiente.
–Allí tienes tu respuesta Giovanni. Prepárate para tu nueva vida, recuerda afeitarte las piernas, porque no puedes levantar sospechas a dónde vas– espeto Ludovica con su voz firme y emergió mi cara frustrada.
Estuve como un imbécil encerrado en el baño contemplando el vestido de monja, mientras el animal de Alessandro golpeaba la puerta apurándome y exigiéndome salir. Por un segundo cruzó por mi mente escapar por la ventana, pero después: ¿cuál sería mi suerte, ¿Podría sobrevivir sin la ayuda de la policía? ¿A dónde me refugiaría?
Agarré la afeitadora con toda resignación del mundo y empecé rasurándome las piernas como si me hubieran castrado, estaba lleno de rabia, frustración y nada podía aplacar mi malestar, más cuando me puse el maldito el traje, porque el imbécil de Denaro no podía contener su risa al contemplarme apenas abrí la puerta con mi cara amargada.
–¡Vaya, Giovanni! Un demonio como tú vestido de santo o mejor dicho de una monja, pero te ves muy hermosa, tan angelical– se burló entre risas y le clavé mi mirada asesina. –Lo siento, es un pecado burlarse de una Sor, una hermana del Señor. Por cierto, ¿Cómo debo decirte ahora? ¿Sor Giovanna? ¿O tienes un nombre en mente? –arremetió a las carcajadas y tensé el rostro.
–¡Cállate Denaro! Esto es culpa tuya, porque me engañaste. Sabías que no iba a confiar en ti y te aseguras de vengarte de mí. ¡Cruel! ¿No tienes un ápice de lealtad a mí? Después de tantos años siendo mi guardaespaldas– reclamé indignado con mi voz melodramática y fue como incentivarlo, se echo a reír sin parar.
–¡Mocoso malcriado! No sigas, me haces reír, pero es lo que obtienes por ser un sinvergüenza– rebatió, se incorporó de su sitio y achico distancia. –Un consejo antes de marcharte, no cometas una estupidez exponiéndote, porque esto apenas empieza– indicó dándome una mirada profunda y tragué saliva todavía con mi cara amargada.
En resumen, estoy dentro de la camioneta de la policía esperando mi sentencia o la llegada a la cárcel provisional, cuando el vehículo comienza a reducir la velocidad y estaciona delante de la fachada de un convento. Observo con curiosidad desde la cabina cuando resuena la voz demandante de Alessandro.
–Llegamos a tu nuevo hogar Giovanni, bajemos de la camioneta y sigue mis indicaciones– dice con su voz enérgica, abre la puerta del vehículo y suelto un suspiro de resignación.
–No entiendo el motivo para usar este traje si tú vistes como un sacerdote, ¿No pudiste conseguirme un lugar como monaguillo? ¿Aprendiz de cura? O más bien ¿Por qué me quieres esconder en un convento? –me quejo mientras desciendo de la camioneta y me fulmina con sus ojos.
Avanzamos unos pocos pasos al portón, toca el timbre y aguardamos a ser atendidos, cuando su voz vuelve a llenar el ambiente.
–Muchacho da gracias que tu padre negoció tu protección, de lo contrario a estas horas tus enemigos te tendrían en un sucio sótano torturándote. Ahora deja de quejarte y muestra una sonrisa afable en tu rostro– replica Alessandro con su voz áspera entre dientes, al observar a una monja caminar en nuestra dirección.
–¿Cómo no eres tú quién estará encerrado con estas viejas momias? ¡Pobre de mí! De paso tengo que fingir ser mujer– reniego con mi voz amargada y le muestro una sonrisa forzada.
Poco a poco la monja acorta la poca distancia, hace un leve gesto con su cabeza y enseguida Alessandro deja salir la voz de sus labios.
–¡Buenos días, hermana! Soy en padre Lautaro de la congregación Santa Catalina y ella es la novicia Giovanna, ¿Recibió la carta del arzobispo? –saluda, cuestiona el detective y ella hace un gesto de cordialidad.
¿Ahora me llamaré Giovanna? ¡Qué feo! Menos mal que mis amigos nunca sabrán de esta humillación, sino no dejarían de burlarse de mí, pero será temporal o podría salir corriendo antes de cruzar esa puerta de madera. Aunque ya es tarde mis pies me llevaron al interior, como tal mi mirada se pierde al observar cada rincón del convento, donde escucho el sonido del viento, el eco de mis propios pasos y cantar de los pájaros percibiendo una quietud escalofriante.
–Padre Lautaro, la hermana Giovanna es un poco retraída y tímida, pero en poco tiempo se adaptará y dará sus votos como el resto de nuestras novicias– menciona la monja vieja y el detective me da un codazo.
–Madre superiora, no es nada personal, así soy yo desde niña y sigo descubriendo mi vocación– finjo la voz esperando no delatarme y ella busca mis ojos.
–¿Todavía no está convencida hija? Pero si escuchaste el llamado del Señor, no debe haber dudas– pronuncia la monja y rueda sus ojos a Alessandro. –Padre Lautaro tal vez no es el lugar indicado para la hermana…–añade la monja con firmeza cuando una voz dulce emerge en el pasillo y miro como un reflejo sobre mi hombro.
Es una monja joven, tal vez de unos 20 años de edad, muy hermosa, piel blanca como la porcelana, unos labios color carmín que te invitan a besarlos, tiene buena altura, 1.70cm y debajo de esa ropa debe haber unas curvas perfectas, además sus ojos verdes te hechizan de una manera absurda. ¡Mierda! ¡Mierda! Iré al infierno por mirar a una religiosa con lujuria.
–Con permiso Padre, hermana. Debo charlar con Sor Juliette un segundo– declara la madre superiora y asiente Alessandro muy formal, con sus brazos cruzados detrás de su espalda mientras sigo hechizado por la monja joven, por Sor Juliette, pero apenas estamos solos su voz llena el ambiente en murmullos.
–¿Qué fue eso? ¡Sigo descubriendo mi vocación! Giovanni estás arruinando tu estadía en el convento. Entiende que tu rostro salió en televisión nacional y no existe otro lugar donde refugiarte, ¿Quieres o no quieres ser parte del programa de testigos? ¡Habla! –reclama con su voz irritada e intimidante, cuestiona y me deja contra la pared.