Si así empezamos...

1008 Words
Narra Faith: Contemplo la carpeta encima de mi escritorio. La he preparado con cierto grado de incertidumbre, sin saber si después de todo mi esfuerzo, mis ideas serán bien recibidas. Generalmente cuando me asignan una boda, o cualquier tipo de evento, mi trabajo es preparar varias temáticas para mis clientes, dependiendo de los márgenes y patrones que me dan de acuerdo a sus gustos y así tratar de realizar una muestra que se acerque lo más posible a lo que me piden. Sin embargo, Edward y Lucy parecen no tener ni voz ni voto en el asunto, no tienen un color, ni un estilo ni nada definido, lo que hace que cualquier oferta para ellos, sea una completa locura. Por ello, me he preparado con tres temáticas totalmente diferentes una de la otra, esperando que una de ellas sea lo suficientemente agradable para mi complicada pareja. He tomado de referencia los colores más usados para esta temporada y los que, según mi opinión, van de acuerdo a la magnitud del evento. Suelto un suspiro y me reclino en la silla, ansiosa. Miro mi reloj y veo que son ya las tres y cuarto y no hay ni rastro de los novios. Se suponía que tendría dos días para preparar la carpeta y que nos reuniríamos hoy en mi oficina para discutir los detalles, pero por lo visto a los señores se les ha olvidado y no puedo avanzar hasta que no me den el visto bueno en una de las tres ofertas. El tiempo sigue caminando, y me meso, nerviosa, en mi silla, sin saber que hacer. El único contacto que tengo es el de Edward Warren y no estoy segura si deba llamarlo, a pesar de que él mismo me ha dejado su tarjeta y de que ya ha pasado una hora de la reunión acordada. Después de lo que vi en el supermercado, he tenido que hace de tripas a corazón para no renunciar a este trabajo. Es evidente que nada bueno saldrá de esta unión, y por ende, no me gustaría contribuir a semejante barbarie. Para mí, las bodas han sido siempre un acto de amor, de entrega y benevolencia. De hecho, toda mi carrera me la he pasado haciendo el sueño de decenas de parejas realidad y mi anhelo es poder celebrarlo también alguna vez, con alguien que me ame en verdad. Mi primera reacción fue comentarle a mi jefe que me retiraría, pero luego de pensarlo mucho, he mantenido la boca cerrada. Ahora bien, no puedo darme el lujo de rechazar este trabajo. Necesito el dinero por mi bien y el de mi padre, por eso, cuando el reloj marca las cuatro en punto, decido no posponerlo más. El tiempo es oro en cuanto a organización se refiere y ya he perdido mucho. Tomo la tarjeta que descansa en el mismo lugar donde la dejé cuando me la entregó y el teléfono de la oficina y le llamo. —Warrens —responde en todo grave, haciendo que me ruborice al instante, incluso a través de la línea. Me quedo en silencio durante unos segundos, sin encontrar mi voz y cuando él pregunta si hay alguien ahí, finalmente hablo. —Señor Warrens, esta es Faith Stone, la organizadora de bodas que contrató… —¡Mierda! —dice en un susurro ahogado y vuelvo a ruborizarme. —¡Faith! Lo siento muchísimo. He olvidado por completo la reunión. Asumo que Lucy tampoco se habrá presentado. —No, señor, le he llamado a usted dado que no tenía otro contacto —explico. —Creí que habíamos quedado en tutearnos —le escucho sonreír a través de la línea y automáticamente me muerdo el labio. ¡BASTA, FAITH! Mi subconsciente me recrimina al instante y me siento culpable por comportarme así con un hombre que está prometido a otra mujer. Debo ser profesional, eso es un hecho. No importa si se trata de una malvada mujer como lo es su prometida, debo mantenerme al margen. Si él ha decidido casarse con ella, no soy quien para inmiscuirme. —De acuerdo, disculpa, es la costumbre. Tengo algunas opciones para ustedes y esperaba que pudieran verlas hoy —le explico, en vista de su ausencia. —Bueno, estoy seguro de que sabrás elegir lo mejor —dice y sé que está intentando zafarse de la reunión, pero lo detengo en seco. —No, Edward. He preparado carpeta para que elijan de entre todas las opciones, sin embargo, no puedo escoger por ustedes. Le recuerdo que es su boda, por lo menos el color debería ser su elección. —Hmm, comprendo. ¿Sería muy descarado pedirte que vinieras a mi oficina? —dice en tono coqueto. —Puedo enviar un auto por ti, si lo deseas. Tengo una reunión en cinco minutos, pero te prometo que tan pronto llegues, seré todo tuyo. Trataré de contactar a Lucy para que también esté aquí cuando llegues. Me muerdo el labio otra vez, por la connotación de sus palabras, pero sé que no puedo decir que no. Lo usual es que me traslade donde mis clientes y este no será la excepción. No con el porciento que están dispuesto a pagarme. —De acuerdo. Dígame la dirección y allí estaré, señor Warrens —respondo como un autómata. —Te la enviaré por mensaje a tu número personal y Faith… —dice antes de colgar —Edward, me llamo Edward. Sin más me cuelga y me quedo viendo la línea, cada vez más perturbada. No sé cómo yo logro meterme en semejante embrollo. Estoy hasta la cabeza de deudas, mi padre necesita un trasplante de riñón, que, en caso de conseguir donador, me costará un ojo de la cara poder pagarlo y, no obstante a eso, no puedo lograr que dejar de ver al cliente de mi vida de manera inadecuada. —Será mejor que te comportes Faith —me digo en voz alta, mientras me preparo para salir —Esta boda no puede cancelarse, veas lo que veas y sientas lo que sientas.
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