Una Boda Para el Millonario

Preparativos.

Narra Faith

Las oficinas de las empresas King parecieran hacerle honor al nombre de la compañía, porque parecen ser sacadas de la realeza. Desde el lobby hasta el décimo piso, que es donde se encuentra el despacho de Edward, todo está diseñado a la última moda. Es moderno, vanguardista y el estilo de cristal en casi todo el edificio, le da un toque muy elegante. En la puerta, el guardia de seguridad ya estaba al tanto de mi visita, por lo que me han dado acceso de inmediato.

Mentalmente me siento agradecida de haber escogido mi atuendo de traje de pantalón y chaqueta color crema de última moda, que obviamente compré en una tienda de segunda mano y que, según yo, me queda muy bien. Es lo mejor de mi guardarropa y me hacen sentir segura porque realza todas mis escasas curvas. Lo he complementado con una blusa color azul celeste, que destacan mis ojos verdes, junto a mis habituales tacones negros. Quizás no sea nada del otro mundo, pero definitivamente estoy mejor que la primera vez que le vi. Hoy, mi cabello está suelto en una melena seca y he tenido tiempo para maquillarme a consciencia. En este trabajo, la imagen lo es todo y más cuando la novia se trata de una super modelo famosa.

Llego a una enorme puerta de caoba que pone “director general” y me doy cuenta de que, justo como lo imaginé, el señor Edward no solo es un sujeto rico, es un sujeto poderoso, que controla todo el imperio de esta compañía. Llamo a la puerta y su voz firme me invita a pasar.

—¡Faith! Adelante, por favor, pasa —me invita a pasar y mis ojos se quedan abiertos de par en par al ver el recibimiento que me dan.

Edward, con la camisa remangada, su cabello húmedo por lo que parece ser sudor y una respiración de lo más agitada. Incontrolablemente me sonrojo al ver su estado tan alborotado y sus ojos azules me miran con curiosidad. Me quedo de pie en la puerta, contemplándolo.

—Ven, toma asiento —me invita —Disculpa mis fachas, es que se ha caído una de nuestras antenas y he tenido que correr con los chicos de mantenimiento para sostenerla.

—¿Una antena? —pregunto, confundida cuando me siento frente a él, en una de las elegantes butacas.

—Sí, la empresa tiene la antena principal en el techo del edificio que es la que transmite las ondas de radio de nuestra emisora, y ya ves… —se encoje de hombros y no puedo evitarme fijarme en lo fornido de su cuerpo y la firmeza de esos brazos.

Sin embargo, pienso en mi padre y eso es suficiente para aterrizar.

—Espero que todo haya salido bien. ¿Estás listo para ver las propuestas o deseas esperar a Lucy? —pregunto, muy profesional, sacando de mi bolso, el trabajo de dos días.

—Déjame llamarle, por favor. Quedó de venir, pero ya sabes cómo es… —parece ahora él el avergonzado y asiento.

—De acuerdo, no hay problema, tengo tiempo.

Sin más, procede a llamarla, todavía de pie frente a su silla y tras varios intentos fallidos, finalmente su prometida le contesta.

—Lucy, cariño, Faith está aquí. Nos ha hecho el favor de venir hasta mi oficina. ¿Dónde estás? —pregunta con calma.

Trato de no verle a la cara, para no ser indiscreta, pero no me contengo cuando le escucho responderle molesto.

—¿Cómo que qué Faith? —está alterado y una vena brota de su frente. —¡La organizadora de bodas, Lucy!

¿No puede ser más incómodo todo esto? Quizás si deba decirle lo que he visto. Quizás deba avisarle que su adorada noviecita es una mujer que se ve con un sujeto por los pasillos de los supermercados. Sin embargo, mi corazón se turba porque por lo visto, él sí quiere casarse, sí parece estar dispuesto a unirse a ella y me da mucho apuro ser yo quien le destruya su ilusión.

Sin embargo, ella parece darle una respuesta válida porque él se calma drásticamente y le responde con voz suave.

—Está bien, yo me haré cargo entonces. Hasta luego.

Le cuelga y sienta soltando un soplido de derrota a la vez. Lo miro a los ojos y me sonríe sin mucho ánimo.

—Por favor, no renuncies a esta boda —me pide y no puedo evitar sonreír abiertamente. —Lucy no podrá venir, tiene reunión con su agente y los dueños de la marca de cosméticos para la cual trabaja.

—Tranquilo, estoy para ayudarles, aunque las reuniones esporádicas deberán darse de vez en cuando. —Saco la carpeta y la coloco frente a él. —Estas las ideas que he preparado. Tenemos el rosa cuarzo, el violeta o el amarillo. El rosa es el más romántico de todos —informo por si sirve de algo.

Él se queda viendo a detalle, totalmente perdido, sin saber qué elegir. La carpeta cuenta con el tono, la tela de los manteles y servilletas, los modelos de los centros de mesa y las flores, además de el tipo de letra para las invitaciones.

—Me gusta el violeta —afirma y no puedo evitar reírme.

Me mira a los ojos y también sonríe.

—¿Y lo demás?

—¿Qué me sugieres tú?

—Pues… Primero debo decir que he conseguido la reserva para en el Mayfaire —afirmo y él levanta el puño en señal de victoria.

—¡Asombroso! Es cierto lo que decían de ti, eres mágica.

—Qué va, nada que un favor no pueda conseguir. Mi punto es que, en vista de que los salones de ese hotel son todos en tonos claros, el violeta quedará muy bien. Podemos jugar con las diferentes tonalidades.

—Excelente —asiente y vuelve a mirar a la carpeta. —Me gusta esta invitación —señala la de papel de hilo color crema y letras negras cursivas. —Este centro de mesa —señalando el clásico buqué de rosas blancas —Y este tipo de servilleta —señala la de seda color blanco hueso.

Asiento eufóricamente, tomando una nota mental.

—Bien, con eso puedo hacer algo, mientras tanto. De todos modos, me gustaría que viéramos el salón del hotel, para que elijan una de las dos opciones.

Tomo mi agenda y comienzo a tomar notas de todo lo que me ha dicho.

—¿Podemos ir ahora? —pregunta y levanto la mirada al instante.

—¿Ahora? —miro hacia afuera, ya oscuro.

—¿Tiene algún pendiente? ¿Alguna cita a la que acudir? —pregunta enarcando una ceja.

Quisiera decirle que no es de su incumbencia, pero me controlo, porque es mi cliente y no debo ser grosera. Niego la cabeza y sonrío.

—Andando pues, tenemos mucho por ver.