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Una Boda Para el Millonario

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Blurb

Faith es una organizadora de bodas para una prestigiosa empresa de Londres, reconocida por su excelente gusto y exquisitez en la preparación de eventos. Ella sueña con poder celebrar un día una para sí misma, pero no ha conocido a alguien que valga la pena. Sin embargo, todo su mundo cambiará cuando sea contratada para organizar la boda del famoso Edward Warren, sin saber que ella terminará siendo la novia.

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El Compromiso.
Narra Edward: El sonido de la pequeña cuchara de plata resuena estridentemente al chocarla contra la copa de champán que tengo en la mano, haciendo que todos los invitados levanten la mirada y dejen de conversar amenamente para dirigir su atención hasta donde estoy yo. El salón de eventos principal del hotel Plaza está exquisitamente decorado para la celebración de esta noche y el listado de los presentes lo componen las personas más importantes de la ciudad, incluido el alcalde y su séquito de aduladores. Estoy nervioso, sin duda hoy es un gran día para mí y mi familia. Me aclaro la garganta y tomo una bocanada de aire antes de empezar a hablar, porque lo que estoy a punto de anunciar no es cosa sencilla, marcará un antes y un después en mi vida y en la empresa de mi familia. —Damas y caballeros, en nombre de la familia Warren quiero expresar nuestro agradecimiento por su presencia en esta velada. —Una ronda de aplausos me interrumpe y sonrío, copa en mano, hasta que las palmadas disminuyen —Durante más de dos décadas, las empresas King ha trabajado arduamente para dar lo mejor de lo mejor en nuestros servicios, cumpliendo con éxito la tarea de comunicar a nuestra ciudad. Hoy es un día muy especial, porque conmemoramos nuestro vigésimo tercer año como empresa y los logros que hemos alcanzado le pertenecen tanto a ustedes como a nosotros. Otra vez la ola de aplausos regresa y vuelvo a sonreír, esta vez mirando a mi padre quien también aplaude a mi lado, desde la mesa principal, preguntándome con los ojos qué me traigo entre manos. —No obstante, esta noche no solo es especial por nuestro aniversario como empresa. Quiero aprovechar este momento para llamar a mi lado a la señorita Harrys —mi novia, quien está junto a mí envuelta en un despampanante vestido amarillo, me mira asombrada y se pone de pie. —¿De qué va esto, Eddy? —me susurra, sin dejar de sonreír para tapar las apariencias. —Ya lo verás, cariño. Sin más que añadir, me aparto de la silla, colocándome frente a ella, dejo la copa sobre la mesa e hinco una rodilla en el suelo, mientras saco una cajita roja de felpa del bolsillo de mi esmoquin. La miro a los ojos, el murmullo de voces de los invitados creciendo ahora significativamente. —Lucy, cariño, ¿me harías el honor de ser mi esposa? —pregunto, emocionado, revelando el interior de la cajita: un anillo de Cartier de veinticinco mil dólares. Ella se queda pasmada, con la boca abierta de par en par. Por un momento, todo es tensión, pero luego sonríe y asiente con la cabeza, mientras me levanto del suelo para abrazarla. Todos rompen a aplaudir otra vez y de pronto, somos atrapados por un mar de personas que nos felicitan. Entre risas y mucha alegría, recibo con buena gana todas las felicitaciones que nos dan los invitados, y me fijo en que Lucy hace lo mismo, pero no con el mismo entusiasmo. Quisiera acercarme para preguntarle qué le pasa, sin embargo, me freno para hacerlo más adelante y así no despertar miradas curiosas de los extraños. Conozco a Lucy Harrys desde que tenía doce años cuando su padre y el mío tuvieron la brillante idea de inscribirnos los dos en el mismo campamento de verano. Al principio no nos llevábamos del todo bien, porque para mí ella era una niña mimada y yo un pequeño diablillo que la encontraba muy insoportable, pero el tiempo y las cosas de la vida nos hicieron cercanos. Nuestros padres se hicieron amigos también, a pesar de que durante años fueron rivales en el mundo de los negocios, al ver la relación entre Lucy y yo. Antes de darme cuenta, ya éramos novios en la secundaria y desde entonces no nos hemos separado ni un día. Pedirle matrimonio más que un deseo ha sido un deber. Siento que eso es lo que se esperaba de mi parte, después de todo este tiempo siendo novios, era como el siguiente paso en la lista. —Hijo mío —mi padre se me acerca cuando la ola de invitados ha menguado y ahora solo quedan unos pocos conversando con la futura novia. —Papá —le sonrío al abrazarlo, seguro de que estará feliz con esta unión. Mi deseo de casarme con Lucy no es solo por su linda cara, a pesar de que es bellísima. Tiene una melena rubia clara y unos ojos castaños que, junto a su esbelta figura, son lo que cualquier hombre desearía en una mujer. Sin embargo, debo admitir que tengo también intenciones de unirme a ella para que la empresa de su familia, que ha sido la competencia de la nuestra, pase a ser nuestra aliada y así nuestro matrimonio pueda garantizar un despegue para ambas familias. —Quisiera hablar contigo un minuto. ¿Me acompañas por un trago? —me pide, metiendo las manos en los bolsillos de su esmoquin n***o. Asiento y echo un último vistazo a Lucy, que está contemplando el enorme pedrusco que le he dado junto a su madre y su mejor amiga. —Tú dirás —le digo, cuando el barman nos sirve a cada uno un whisky sin hielo. —Hijo, sabes que toda la vida he querido lo mejor para ti y voy a respetar lo que elijas, sea lo que sea, pero debo preguntarte esto. —¿De qué hablas, papá? —lo miro confundido. Mi padre es el retrato de lo que seré cuando tenga su edad, tiene el pelo teñido de unas cuantas canas, pero sigue teniendo su tono castaño oscuro y unos ojos azulados que son la tentación de cualquier mujer, lo mismo que me han dicho a mí, que soy la versión joven de él. —¿Estás seguro de que quieres casarte con Lucy? Es una buena chica, guapa y muy linda, pero, ¿estás seguro de que quieres que ella sea tu esposa? —pregunta, mirándome a los ojos. Por un momento, la duda me visita y siento una extraña sensación expandirse por mi pecho. Nunca me había cuestionado si Lucy era la candidata adecuada para mí o no. Como la he conocido desde siempre, nunca hubo una brecha para dudar de ella. Ahora que lo escucho de sus labios, pongo en tela de juicio si es ella la mujer de mi vida o no. —Creo que la unión entre nosotros será conveniente para todos, padre. —Eso espero, hijo —dice, dándole un sorbo a su bebida —Eres un buen hombre y te deseo lo mejor, así que espero que esta unión sea para bien y que no lo hagas pensando solo en la empresa. La vida es demasiado corta como para pasarla con alguien a quien no amas. Sus palabras hacen mella en mí y echo un vistazo a mi futura esposa, ahora empezando a cuestionarme si fue una buena idea después de todo. Sin embargo, cualquier remordimiento ya no tiene lugar, porque es tarde para retractarme. Lucy será mi esposa y eso no lo puedo cambiar.

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