Beneficio de la duda.

1367 Words
Narra Faith: Como mi auto sigue aún averiado y he tenido que dejarlo en el taller desde hace dos días, he venido hasta las oficinas King en autobús y no sé si decir que para mi buena suerte o para mi desgracia, dado que como no tengo auto, ahora debo ir con el encantador señor Edward hasta el hotel y, aunque no pienso hacer nada más con la manera en que él despierta mis emociones, más que olvidarles en algún rincón de mi corazón, eso no quita que la incomodidad del momento. Tras un viaje silencioso en el ascensor hasta el estacionamiento subterráneo, donde su lujoso BMW esperaba en la plaza principal del parqueo, nos hemos sumergido en la ola de tráfico de la siete de la noche, para llegar hasta el Biltmore Mayfaire, nuestro destino que queda nada más y nada menos que a cuarenta minutos. —Podría haber tomado un taxi —añado, un tanto cohibida, tras unos minutos en la carretera. —¡Para nada! —responde él apartando la vista del camino un segundo para sonreírme con ojos cálidos. —Ya te he causado demasiado molestias en tan poco tiempo. Le sonrío y me pregunto porqué una mujer cómo Lucy podría ser capaz de engañarlo. No solo es guapísimo, fuerte y adinerado, también es una persona sencilla y muy amigable, en lo poco que conozco de él. —Para eso me pagas, Edward. Puedes estar tranquilo de que todo esto es parte de mi trabajo. —Hay cosas que el dinero no puede pagar, Faith. Estoy muy consciente de ello y aprecio tu esfuerzo. Asiento y miro por la ventana en un intento de no ruborizarme otra vez. Es un buen tipo, y no se merece una mujer tan desleal como lo es su prometida, pero no es asunto mío resolver ese problema y definitivamente lo mejor que puedo hacer es mantenerme al margen. Me han contratado para organizar una boda y eso es lo que haré. Si se da o no, que sea cosa de ellos. En ese momento, mi teléfono comienza a zumbar en alguna parte de mi bolso y lo busco a toda prisa, consciente de que solo dos personas podrían llamarme, a parte de mi jefe. Sonrío al ver la foto de mi padre en la pantalla. —¡Hola, cielo! —me saluda con cariño. —¿A qué hora vienes a casa? —¡Hola! Pues, voy de camino a ver el salón del evento que estoy organizando, pero es en las afueras de la ciudad, así que llegaré algo tarde. ¿Te llevo algo para cenar? —ofrezco, preocupada porque no se alimente bien. —No, no hace falta. He preparado mi lasaña especial, te guardaré un trozo en el horno. —Suena delicioso —digo con una sonrisa, mientras contemplo las luces alumbrando la ciudad sobre el puente Keine. —Cuídate, pequeña, nos vemos luego. Me cuelga y me quedo viendo mi teléfono, distraída. —Faith, si tienes alguna cita o un compromiso, puedo llevarte a casa. En verdad no quisiera pedirte que hicieras cosas fuera de tu horario, es obvio que alguien te espera en casa. El comentario de Edward me sorprende, haciendo que me gire para verlo a los ojos. —No, no hay inconveniente con ello, además, tenemos mucho por hacer y es bueno que vayamos tachando pendientes de la lista. Asiente y saco mi carpeta para empezar a organizar la temática con las opciones que ha escogido. En el camino aprovecho para hacerle algunas preguntas importantes. —¿Cuántos invitados esperan tener? —sigo con la mirada en mi carpeta, armando el rompecabezas de elecciones. —Alrededor de unos trescientos —dice distraído y vuelvo a mirarle sorprendida. —¿Trescientos? ¿No es eso mucho? Se ríe y niega con la cabeza. —¿Qué puedo decir? Nuestras familias son algo numerosas. Asiento y me mentalizo para todo el trabajo que eso implica. Pensaba que por como mucho habría cien o ciento cincuenta invitados, pero con semejante noticia, me doy cuenta de que tengo mucho por hacer. Una vez el nuevo diseño está más o menos armado, cierro la carpeta y disfruto del paisaje. En la radio él ha puesto algo de música suave, lo que ha eliminado el incómodo silencio. —¿Por qué organizadora de bodas? —pregunta de la nada, otra vez viéndome a los ojos. Intento obviar lo que ese par de ojos azules me hacen sentir, segura de que tendrá el mismo efecto en todas las mujeres y lo peor es que no parece estar consciente de ellos. Por el contrario, le sonrío con profesionalismo porque no es la primera persona que me lo pregunta. Soy relativamente joven en el negocio, sin embargo, tengo mucha experiencia y cierto grado de reputación, lo que hace que mucha gente me haya cuestionado al respecto. —Para ser honesta, ser organizadora de bodas empezó como un trabajo de medio tiempo para ayudar en casa. Estudié mercadeo y sólo me faltó un semestre para graduarme, pero luego todo se complicó en casa y bueno… Desde entonces las bodas han sido lo mío. En mi adolescencia tenía muchas aspiraciones, un montón de revistas de novias y muchos sueños de casarme. Supongo que eso sirvió. —¡Wow! Nunca lo habría imaginado… Lamento que no hayas podido terminar tu carrera —comenta con empatía y niego con la cabeza. —No importa ya, me gusta mi empleo. —Estoy seguro de que tendrás ese día glorioso, como el que le has preparado a todas esas parejas —su comentario me hace sonreír. Como va la cosa… dudo mucho que me case después de todo. No salgo, no socializo, lo único que hago es trabajar y cuidar a mi padre. —¿Y tú? ¿Por qué te vas a casar con Lucy? —hace dos días le hice la pregunta en mi oficina y no tuvo tiempo para responder. Ahora, un silencio incómodo llena todo el espacio del auto, e inmediatamente me retracto. —Lo siento, he sido demasiado atrevida, no quisiera inmiscuirme. Yo y mi gran bocota. Debí quedarme callada y dejar la cosa tal cuál, pero por lo visto no logro controlar mi curiosidad. Es obvio que la pregunta le ha incomodado, sin embargo, su respuesta es muy cordial. —No, no tienes porqué disculparte. Es normal que te lo preguntes en vista de que eres la encargada de preparar la fiesta de esta… —hace un gesto con la mano, como si buscara la palabra —unión. Ya frente a nosotros se ve la entrada del hotel, así que pone la intermitente y gira para estacionarse en el frente. —Si, pero no importa si no respondes, no es que sea de mi incumbencia —respondo, haciendo ademán de bajarme, para poner algo de distancia entre nosotros, ante semejante bochorno. —Faith… —me llama, tirando suavemente de mi brazo, evitando que me baje de un salto. Me quedo viéndole fijamente a los ojos. —¿Sí, Edward? —Tú que eres una mujer experimentada en estos temas de matrimonios, ¿sabes identificar cuando alguien está enamorado? Abro los ojos, perpleja. De todo lo que pude haber esperado, esta pregunta no era una de ellas. —Edward, yo… —no sé qué decir. —Cada persona manifiesta el amor a su manera —es todo lo que se me ocurre. —¿Y crees que Lucy y yo lo demostramos como las demás parejas para las que has trabajado? ¿A tus ojos parecemos estar enamorados? —Abro la boca para responderle, pero me freno y él me sonríe, aunque no como antes, un cierto pesar hay en sus ojos. —Olvídalo, ha sido una tontería. He tenido un día muy largo, vamos a ver ese salón, que seguro tú también querrás volver a casa. Se baja del auto con elegancia y me abre la puerta. Parpadeo un par de veces y salgo, sin saber cómo percibir su pregunta. No enredes más las cosas, Faith, mi subconsciente no de me deja en paz. Suspiro y me preparo para mostrarle el lugar, después de todo, para eso he venido.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD