Los Novios.

1920 Words
Narra Faith: El señor Warren toma asiento en la butaca de mi despacho con mucha gracia a la vez que se quita el botón de la chaqueta, en una clara demostración de sus buenos modales. Toda su presencia me genera un desconcierto que no logro terminar de comprender. Bueno, sí sé de qué va todo esto: él me gusta. Desde que lo vi en el ascensor sentí una extraña conexión con él que no había sentido con nadie más y ahora la cosa se me ha puesto más difícil al tener que ser yo quien le organice la boda. Sin embargo, debo ser profesional porque necesito este trabajo con urgencia para poder llevar ese dinero a casa. —Bien, señor Warren —empiezo a hablar mientras saco mi agenda, lista para hacer la magia que suelo hacer. —Edward, por favor, el señor Warren es mi padre y todavía no me siento viejo —bromea, mientras me sonríe. No, claro que no. Tú estás como quieres, pienso mirándolo de arriba abajo. ¡Ya basta, Faith! Me reprendo a mí misma ante el rumbo de mis turbios pensamientos. Necesito calmarme. Este hombre está prometido con alguien más, y para colmo yo seré la encargada de organizar su boda. No puedo tontear, no con un cliente como él. —De acuerdo, Edward. Pues, para iniciar, debo decir que generalmente no estoy acostumbrada a organizar las bodas con los novios. Siempre es la novia quien lleva las riendas en el asunto. —Sí, imagino que sí, sin embargo, mi prometida es un algo diferente —comenta y se encoje de hombros. —¿No nos acompañará en la reunión? —pregunto sorprendida. En realidad, preferiría trabajar con ella y no con él, a parte de que los hombres son demasiado sencillos en sus elecciones, creo que lo mejor para mí sería mantener mis distancias, no porque tenga miedo de que algo pueda pasar, sino por la manera en que me afecta su presencia. —Sí, debería estar aquí ya… —dice mirando su reloj y en ese momento, aparece en la puerta de mi diminuta oficina, acompañada de mi jefe, quien la ha escoltado hasta aquí. Sé que es ella antes de que abra la boca. Solo una mujer como ella podría ser la prometida de un hombre como Edward Warren. Parece una muñeca de Barbie: rubia hasta las pestañas, alta como modelo y vestida de Louis Vuitton, es toda clase, dinero y poder. Todo lo que yo no soy y probablemente nunca llegue a ser. Su sonrisa despampanante se extiende al ver a su prometido y este, como buen caballero, se levanta para recibirla. —¡Eddy! Siento mucho el retraso, mi amor, es que la sección de fotos de la pasarela se ha demorado más de lo previsto —exclama con voz nasal e inmediatamente mi percepción de ella cambia. ¿Por qué una mujer tan hermosa como ella tendría la necesidad de hablar como si fuera una niñita? Obviamente, no es su tono real, lo ha exagerado demasiado y no puedo evitar mirarla con cierta sorpresa. —Tranquila, Lucy, no hay problema. A penas iniciamos la reunión —le explica, mientras le indica que se siente a su lado. —Soy Lucy Harrys, la prometida de Eddy, mucho gusto —dice con su voz infantil. —Hola, mi nombre es Faith Stone y es un gusto poder trabajar para ustedes. Le doy la mano y le sonrío con educación. —Bueno, señores, les dejo en buenas manos. Faith es la mejor en lo que hace, pueden estar seguros de que ella hará su sueño realidad —tercia mi jefe antes de irse. Una vez nos quedamos solos, la recién llegada toma su teléfono y comienza a textear ágilmente, concentrada en lo que tiene frente a ella. La miro, sorprendida de su actitud. He trabajado con novias durante los últimos cinco años de mi vida y ninguna, ni una sola vez se había mostrado tan apática como esta. Cuando se habla de una boda, todas las mujeres se muestran entusiasmadas, nerviosas, animadas y hasta histéricas en cierta manera, pero felices en extremo. Por otro lado, la señorita Harrys es la excepción a la regla, en lugar de estar apasionada por todo lo que hay que discutir, parece totalmente indiferente. Edward lee la sorpresa en mi rostro y se aclara la garganta. —Lucy… —la llama y ella suelta un gemido sin apartar la mirada de su móvil —¿Podrías dejar tu teléfono, querida? Ella aparta la mirada para verle y un rubor se expande en su rostro. —¡Oh! Lo siento, lo siento, es que tengo evento la semana que viene y ya sabes lo intenso que puede ser. Entonces, Fanny, ¿dónde estábamos? —me mira con una sonrisa de lo más falsa. —Se llama Faith, Lucy, por favor —le reprende Edward, ahora avergonzado por la actitud de su novia. Le sonrío para quitarle peso a lo incómodo del momento y decido ponerme manos a la obra. —¿Cómo se conocieron? —pregunto. —Fuimos compañeros de escuela —dice ella con su vocecita infantil. —Ya veo, así que tienen mucho tiempo de relación. —Así es, más de seis años como novios formales, aunque nos conocemos de toda la vida —afirma, con una sonrisa. —Wow, eso es mucho tiempo. Saber este tipo de información es importante para la temática que van a escoger para su boda, pero primero lo primero: ¿Cuánto quisieran casarse? —De mi parte, lo antes posible —responde Edward e inevitable enarco una ceja. —No lo sé, Faith, cuando tú quieras —corrobora ella y los miro sorprendida. Ya veo que este trabajo será más difícil de lo que creí, si bien estoy acostumbrada a novios despistados que no pintan nada en la ecuación, las mujeres por lo menos una idea suelen tener formada de lo que será este gran día, sin embargo, esta mujer es muy diferente. —Señores, estamos hablando del día más importante de sus vidas, puedo hacer sugerencias y guiarles para hacerle más fácil el proceso, pero es su deseo el que debe cumplirse —aclaro, buscando hacer algo de consciencia en ellos. —Entiendo, Faith, pero estoy segura de que tu criterio es el mejor de todos —dice ella con una sonrisa, mientras vuelve a retomar su teléfono. —¿Qué te parece un mes? —pregunta él, siendo más flexible. —Un mes es muy poco tiempo para hacer una boda, al menos, una como la que me imagino que quieren ustedes. —Pues que sean dos —tercia ella, por lo menos escuchándonos, aunque sus ojos y dedos están enfocados en su teléfono. —Supongo que podría hacer algo de magia —afirmo mirando el calendario —Lucy… —la llamo y ella despega sus ojos un segundo de su pantalla —Generalmente las novias escogen el día dependiendo del día de su periodo —le explico, en vista de su despiste. —Oh, por supuesto, déjame ver… —busca en su teléfono durante unos segundos —¿Qué te parece el día cinco de diciembre? Es sábado y esa semana estaré libre del trabajo. —Me parece bien a mí también —tercia él. —De acuerdo, pues el día cinco de diciembre será —digo tomando la nota en mi agenda. En mi experiencia he aprendido que la fecha de un evento es lo más importante, eso determina el tiempo límite para planearlo y, especialmente con las bodas, el margen de tiempo debería ser mínimo de tres meses, pero como estoy necesitada del dinero y ellos parecen tener prisa en unir sus vidas, dos meses tendrán que funcionar. Por un momento me cuestiono si es que acaso estará embarazada, al tener tanta prisa en celebrar la boda, pero su dejadez y poco interés me dicen que no es eso. —¿Falta mucho para que termine la reunión? Es que tengo una prueba de maquillaje en quince minutos y debo irme ya mismo —dice ella, más para su prometido que para mí. Esto debe ser una broma. Abro la boca sorprendida, creyendo que es un chiste, pero no. —Lucy, pero si acabas de llegar. ¿Cómo te vas a ir? —dice él, tan anonadado como yo. —Sabes todo lo que significa esta campaña de invierno para mí, Eddy, te prometo que en la siguiente reunión estaré a tiempo. Chao, amor. Se pone de pie y toma su bolso de más de mil libras y se marcha, tras lanzarle dos besos a su prometido, dejándonos pasmados tanto a él como a mí. Un silencio incómodo se apodera de la sala. ¿Qué puedo decir ante esto? No había experimentado algo similar en mi carrera y no sé qué hacer ahora. —Lo siento mucho, Faith. Lucy es modelo de varias revistas y estos meses ha tenido más trabajo de lo usual, generalmente ella no es así —la disculpa y levanto las manos para tranquilizarle. —No te preocupes, entiendo cómo son las cosas. De todos modos, tenemos mucho trabajo por hacer y cada minuto cuenta. Aquí tengo una lista de pendientes que debemos ver en esta semana. El primero de todos es ver el lugar donde van a celebrar el evento. ¿Tienes alguna idea de dónde podría ser? —Toda la vida he querido casarme en Biltmore Mayfair —comenta con una sonrisa e inevitable suelto un silbido. —Vaya, vaya… Tiene buen gusto, señor —bromeo y lo miro a los ojos, sintiendo otra vez esa química entre nosotros, que quizás solo sienta yo. —¿Qué puedo decir? —sonríe. —Conseguir un lugar ahí es casi misión imposible, por suerte, tengo algunos amigos allí que me deben algunos favores. Puedo hacer unas llamadas, a ver qué se hace. —En verdad te lo agradecería, Faith. Confío en ti para que esta boda salga bien, ya has visto que Lucy no es de mucha ayuda y yo tampoco. —Haré todo lo que pueda, mi trabajo es ese. Nos quedamos viéndonos fijamente a los ojos y vuelvo a sentirme como en el elevador, así que me aclaro la garganta, para no perder la compostura. —¿Puedo hacer una pregunta personal, Edward? —digo, siendo quizás más atrevida de lo que debería ser. —Adelante, imagino que a partir de ahora seremos casi familia. Quisiera reírme de su chiste, pero no puedo, por el contrario, lanzo la pregunta que me ha rondado la mente desde que los vi a los dos. —¿Por qué te vas a casar? —le digo, apoyándome sobre las manos para escuchar lo que tiene que decir. Se mueve incómodo en la silla y abre la boca para responder, cuando un teléfono interrumpe el momento. Es el suyo que ha sonado desde su chaqueta. Él contesta de inmediato y por lo visto, también debe irse. Cuelga y me mira con ojos de disculpa. —Lo sé, lo sé, tú también debes irte. —Lo siento mucho. ¿Ves por qué te necesitamos? Esta boda solo saldrá a camino si haces tu magia. Aquí tienes mi tarjeta, puedes llamarme a cualquier hora, confío en tu criterio. Se levanta y me da la mano, y el contacto de nuestra piel es electrizante. —Bien, haré lo mejor que pueda —prometa, ya no tan segura de que pueda ser tan profesional esta vez.
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