Pov Ana
El día que regresé a trabajar a la clínica me sentía como si fuera otra persona, recuerdo que cuando entre a trabajar al Hospital San José estaba muy emocionada por el hecho de que era uno de los mejores hospitales privados de la ciudad y la paga era muy buena, estaba muy feliz por que por fin podría ayudar a Carlos con los gastos de la casa. Siempre tuve buena relación con mis compañeros de trabajo y al mismo tiempo mi jefe veía en mí el entusiasmo con el que trabajaba.
Esta vez todo era muy diferente, sentía sus miradas clavarse sobre mí, me miraban con lastima, varias veces escuché cotillear entre ellos y decir, “pobre Ana, se quedó viuda antes de casarse”, “pobre, parece un zombi”, “pareciera que Ana también falleció con su novio”, todos esos comentarios me hacían sentir peor de lo que ya me sentía, cada día era una lucha para mí.
Así me concentré tanto en el trabajo que cuando había que tomar jornadas dobles las tomaba, no es que necesitará del dinero, que ya había comenzado a ahorrar de nuevo para pronto irme a vivir a algún lugar para no incomodar a Lili por mucho tiempo ella estaba acostumbrada a salir a antros y fiestas, pero por no dejarme sola ahora se estaba conteniendo y eso me hacía sentir culpable, pero el trabajo e interactuar con personas y poder ayudarles a que sanen sus enfermedades me daba una confortabilidad que me hacía sentir mejor. El problema era cuando llegaba a casa y volvía a estar sola de nuevo, me acurrucaba en mi cama y comenzaba a llorar, lo extrañaba demasiado a pesar de que intentará continuar con mi vida, era muy difícil. Nunca dejaría de amarlo.
Así pasaron dos meses, de alguna manera Lili tenía razón la gente parecía habérse olvidado que Carlos había fallecido, excepto a mí. Un viernes por la tarde cuando recién entraba a mi turno, la dra. Ruíz entró a mi consultorio casi al mismo tiempo que yo.
- ¡Ana! Voy de salida y acaba de llegar una paciente, es una niña que se quebró el brazo jugando en un árbol, eso dijo la madre – su voz era agitada y su postura denotaba que tenía prisa por marcharse.
- No te preocupes yo me hago cargo, enseguida voy para allá - dije con una sonrisa.
La doctora Ruiz salió de mi consultorio, me puse la bata rápidamente, el estetoscopio en mi cuello, metí el oxímetro y el otoscopio a mi bolsillo.
Salí de mi consultorio y casi chocó con un hombre que iba caminando a toda prisa por el pasillo, mi cuerpo se paralizó al reconocerlo, el me vio por unos segundos sin detenerse. Lo mire fijamente, ese rostro lo tenía grabado en mi memoria, era el dueño de la constructora donde Carlos trabajaba, mi cuerpo se puso frío ante el recuerdo. Al parecer él no me reconoció, aquella vez que lo ví, estaba despeinada y ojerosa, sin maquillaje.
Sacudí mi cabeza concentrándome en el caso de la niña, fui a la sala de enfermeras a preguntar donde se encontraba la paciente, me dieron su número de habitación y me dirigí hasta ahí a paso rápido.
Entré a la habitación, lo primero que ví fue a la niña llorando por el dolor que sentía se tocaba el brazo con desesperación, aquel hombre, Arturo Abad y una mujer muy producida en su atuendo, seguro esposa, él se quedó mirándome fijamente por un instante.
- ¿Usted? - preguntó incrédulo.
- ¿La conoces? - preguntó su esposa observándome con desconfianza.
Ironías de la vida, pensé.
- Buenas tardes, ¿Qué fue lo que le paso a la niña? - pregunté mirando a los ojos a sus padres, mientras revisaba con tacto su brazo.
- Ella estaba jugando en el jardín, cuando de repente ya estaba en el árbol, se resbaló y se cayó - la respuesta de esa mujer no me convencía del todo, su voz se notaba preocupada pero no parecía estarlo del todo, quien si estaba hecho una furia era aquel tipo.
- Katherine, ¡primera y última vez que te permito cuidar a mi hija, no puedo creer como fui tan tonto al pensar que podía estar a salvo contigo! ¿qué estabas haciendo? ¿no viste cuando subió al árbol? Ella nunca hace esas cosas – mire como Arturo Abad asesinaba con la mirada a aquella mujer que con voz chillona se disculpaba una y otra vez, “cariño lo siento, no volverá a pasar” decía, pero a él no le importaba que tanto se disculpará por que de tanto y tanto mientras la niña seguía llorando y yo revisando todos sus signos vitales asegurándome de que no tuviera un golpe fuerte en la cabeza, si tenía varios raspones de mayor grado.
- ¿Sabes qué?, vete a casa luego hablamos – le ordenó autoritario, yo sólo observaba, porque estaban peleando enfrente de la niña.
- Pero Arturo... no fue mi culpa – chillaba la mujer que por lo que escuché se llamaba Katherine.
- Pero nada, no tengo humor para que estés aquí - escrutó de forma severa, ella hizo un último puchero, antes de irse. Su rostro se endureció por completo dando un tremendo portazo. Después los ojos furiosos de Arturo Abad se posaron en los míos. Él masajeó su sien para después apoyar una de sus manos en la cintura.
- ¿Y bien? ¿Cómo está mi hija? - el tono de su voz era de total descortesía, pero no me rebajaría a actuar de la misma forma que seguro estaba acostumbrado, ya una vez nos habíamos topado y mantenía la misma actitud, como si él fuera superior a todas las demás personas, como si por ser millonario todo mundo debería obedecer sus órdenes. Aunque me daban ganas de gritarle y decirle hasta de lo que moriría respiré profundo para no exasperarme.
- Mandaré hacerle unas radiografías de cuerpo completo a... ¿cómo te llamas pequeña? - suavicé mi voz, ella no tenía la culpa de tener un padre como el que le tocó.
- Lisa - contestó sollozando.
- A Lisa, nos aseguraremos que no tenga otros golpes que puedan repercutir en su recuperación, el brazo tendrá que ser inmovilizado, no está quebrado, pero si tiene una fisura en el codo, además de que si no me equivocó también tiene un esguince en el pie, ¿te duele? - ella asintió con una mueca de dolor cuando apreté su tobillo - además tendré que dejarla el día de hoy en observación porque veo que tiene algunos golpes en la cabeza, esperemos que sean leves, enseguida vendrá un enfermero para llevarla a la sala de rayos x.
Arturo Abad asintió.
- Todo estará bien, ¿de acuerdo? No tengas miedo – acaricié su frente con suavidad dedicándole una sonrisa.
- ¿Cómo te llamas? - preguntó Lisa.
Apunté con mi dedo indicé el gafete médico que colgaba del bolsillo de mi bata a la altura de mi pecho.
- Soy la doctora Lago, pero tú puedes decirme Ana – le guiñé un ojo.
- Tienes unos ojos muy lindos Ana – dijo de pronto, olvidándose del dolor por que ya estaba sonriendo.
- Gracias Lisa, también eres una niña muy linda - sonreí, tomé el expediente que estaba junto a su cama, y le dirigí una mirada de rencor a su frío padre antes de salir de la habitación.
Pov Arturo Abad
Había permitido que Katherine cuidara a Lisa ya que mis padres estaban de viaje unos días, sabía que fallaría de cuidarla, a Katherine no le gustaban los niños, por eso nunca tendríamos una relación formal, había planeado que sería la excusa perfecta para deshacerme de ella, que se diera cuenta que lo nuestro sólo era por placer no por otra cosa. Pero grave error, Lisa terminó lastimada gracias a que ni si quiera ha de haber estado al pendiente de ella. Estaba enojado conmigo mismo, al ver como mi hija lloraba del dolor, pero también estaba furioso con Katherine.
En cuánto llamaron de la casa avisando lo que paso dejé la oficina sin pensarlo y conduje rápidamente al hospital, en recepción me dijeron en que habitación estaba Lisa y Katherine.
Cuando entré a la habitación mi corazón se partió al ver a mi hija llorando asustada por el dolor que sentía, fulminé a Katherine, pero en ese instante la doctora entro a la habitación, al verla, se me hizo familiar su rostro, recordé, era la prometida de Alcázar, mi cuerpo se tensó justo ella tenía que atender a mi hija, ironías de la vida, pensé.
- ¿Usted? - pregunté en voz alta.
- ¿La conoces? - escuché la voz de Katherine, sonaba molesta.
La doctora no respondió, pero noté como endureció su mirada, como me olvidaría si pensaba que yo era el responsable de la muerte de su prometido. Ella se veía muy diferente a la última vez que fue a buscarme a la oficina, hace dos meses estaba devastada, despeinada, pálida y ojerosa, daba lastima, ahora ya se veía recompuesta, llevaba el cabello sujeto en una coleta media, y maquillada en tonos marrones de forma sutil, por una parte, me tranquilizaba la conciencia que hubiera recuperado su vida normal.
La doctora preguntó cómo fue que Lisa cayó del árbol, Katherine respondió, pero mi enojó regresó al notar que ella no tenía idea de que había pasado, una vez más confirmé que fue una negligencia de mi parte haber permitido que cuidara a mi niña, comenzamos a discutir por que le pedí que se fuera a su casa, Katherine era muy terca, ya no vacilaría en sacarla de mi vida, el sexo era bueno con ella pero hasta ahí, Lisa era más importante para mí y Katherine no era el ejemplo perfecto de alguien que pudiera convertirse en su madrastra.
Katherine salió hecha una furia después de que la corrí de la habitación, la doctora mencionó que Lisa tendría que quedarse por la noche en observación, me quedaría con ella. Lisa le pregunto su nombre a lo que ella respondió que se llama Ana, nombre común, vi una expresión de alegría en mi hija, la doctora le agradaba, hasta le dijo que tenía lindos ojos, antes de que se fuera, nuestras miradas se cruzaron por unos instantes, era verdad sus ojos eran grises, un color no muy común en las personas, eran llamativos.