Pov Ana Llegué a mi consultorio con la mano en el pecho, me recargué en la puerta después de cerrarla, respiré profundo, Arturo Abad me desagradaba por completo, se notaba que era una persona de lo peor, el recordar cómo le hablaba a la madre de su hija, tan déspota, como si fuera alguien insignificante. Caminé hasta llegar a mi escritorio, llené varias formas médicas solicitando las radiografías de la niña. En una hora ya las tendría listas para realizar el diagnóstico. El turno de la tarde – noche era uno de los que menos me gustaba, porque todo se volvía más tranquilo, casi no había pacientes y los pensamientos me embargaban, por ahora tenía a mi pequeña paciente y uno más, que estaba internado por un dolor en la vesícula, en los próximos días lo operarían, pero mientra