Pov Roberto Abad
Conduje con dirección a casa de mis padres, aproveché el trayecto para marcar un número en mi celular.
- Roberto, al fin te dignas a responder mis llamadas, tu hermano ha estado insistiendo en negociar el seguro de construcción, quiere recuperar la obra, pero sin dinero de por medio - apreté con fuerza mi mano en el volante.
- Tienes que rechazarlo, es mucho más dinero el que ganaremos si paga el seguro – dije con voz seca.
- Por supuesto, ahora mismo estoy trabajando con mis abogados.
- Perfecto, te llamo luego - colgué al ver que ya faltaba poco para llegar a mi destino. Era el cumpleaños de mi sobrina Lisa, a pesar de odiar a mi hermano, era la hija del amor de mi vida y la quería como si fuera mía también, pronto Arturo pagaría por su muerte, esperaba con ansias el día que lo viera derrotado.
Tomé el regalo de la cajuela, lo había mandado pedir especialmente para el cumpleaños de mi sobrina, caminé hasta el área de jardín y lo dejé en la mesa de regalos, la busqué con la mirada para felicitarla, pero no la vi seguro estaba jugando con sus amigos del colegio.
- ¿Por qué tardaste tanto? - escuché la fastidiosa voz de Arturo a mi espalda.
Me giré, me costaba mucho evitar verlo con desprecio, el odio que sentía hacía él era infinito. Me aclaré la garganta, observando su porte arrogante de superioridad.
- Llevé a la chica a su casa, cuando llegamos todas sus cosas estaban afuera de su departamento, los padres de su prometido la dejaron en la calle, me ofrecí a llevarla a casa de una amiga, pobre, está destrozada – en realidad, sentía algo de lastima por ella, pero era el precio que tenía que pagar por ver a mi hermano caer.
Arturo se quedó pensativo.
- ¿Qué pasa? - le pregunté, entrecerré los ojos tratando de adivinar sus pensamientos.
- Me preguntaba por qué la odian tanto, ¿Qué les habrá hecho? - me encogí de hombros.
- Dijiste que habías llegado a un acuerdo con los padres de Alcázar, pero podrías enviarle un cheque o algo a su ex prometida, al parecer ellos vivían juntos – le sugerí mientras tomaba de una de las mesas un refresco, lo abrí y tomé unos tragos, hice una mueca de disgusto – necesito algo más fuerte, hablamos más tarde iré a buscar un whisky.
En el camino al bar de la casa, me topé con Katherine, quien al verme sonrío con maldad.
Caminé hasta quedar a un metro de ella.
- ¡Vaya, no pensé que tendrías el descaro de venir a la fiesta de mi sobrina! - exclamé con ironía.
Ella desapareció la sonrisa para fulminarme con la mirada.
- No molestes Roberto, que, entre tú y yo, el más descarado eres tú, mira que haberle querido quitar la esposa a tu hermano – con una mano apreté su delgado brazo con fuerza mientras la asesinaba con la mirada, la jalé hasta el interior del despacho de mi padre que estaba a espaldas de nosotros. La habitación estaba vacía.
- No se te ocurra volver a mencionar eso Katherine, ¿entendiste?
- ¡Ya suéltame! Me estas lastimando... - se quejó, la solté de mala gana, Clara siempre considero a Katherine como su mejor amiga, ella le confesó en secreto la relación que mantenía conmigo, lo que nunca supo es que esta maldita mujer era una víbora que sólo la aconsejaba para su conveniencia y quedarse con Arturo cuando ella lo abandonará para irse conmigo.
Acerqué mi rostro al suyo, con la intención de hablar en voz baja para que nadie a nuestro alrededor escuchará la conversación.
- Si tú hablas, yo le digo a Arturo que siempre supiste lo que hubo entre Clara y yo, especialmente tú le lavaste el cerebro a Clara el día del accidente para que ella se lo dijera, que pensaría tu amorcito de eso, te aborrecería para toda la vida – su mirada se volvió sombría.
- Tienes que ayudarme para que él formalice conmigo – me ordenó, a lo cual sonreí burlesco.
- Eso no es asunto mío, hazle como puedas – enfadada salió del despacho dejándome solo, me serví una copa de vino de los que tenía mi padre en el despacho y me la tomé de un sorbo.
A veces pensaba que Katherine era una piedrita en mi zapato, una piedra muy molesta.
Pov Ana
Al día siguiente estaba sentada en el sofá con mis piernas cerca de mi pecho, apoyando una mano sobre mis rodillas y con la otra sostenía y observaba un recipiente de antibiótico a la altura de mis ojos. De mis ojos ya no salían lagrimas estaban por completo enrojecidos.
Carlos ya no regresaría, ya no tenía donde vivir y los ahorros que teníamos para hacer nuestra boda estaban a una cuenta de Carlos, mi hermana Laura me alentó a pelear por mis cosas, pero ni si quiera tenía el ánimo de levantarme de la cama o del sillón, Lili decía que le preocupaba mi situación, tardaría poco tiempo en hacer efecto la intoxicación si tomaba todo el frasco de pastillas, esa era una buena opción, pero también pensaba en el sufrimiento que le ocasionaría a mis padres y me arrepentía, ellos sacrificaron mucho para que yo pudiera graduarme de Medicina, una decepción así los derrumbaría, no podía hacerles eso, tendría que aprender a vivir con el dolor de estar sin él.
- ¡Ana! ¡Ni se te ocurra hacer lo que creo que estas planeando! - exclamó a gritos mi amiga, apreté con fuerza el frasco de antibiótico, pero fue en vano porque ella camino hacia mí y me arrebató el frasco de mis manos - ¡Ni se te ocurra Ana!
Me acurruqué sobre mis piernas.
- Sólo estaba analizando la opción - dije con la voz entrecortada - extraño mucho a Carlos.
Lili se sentó a un lado mío, me miraba con compasión y ternura.
- Se que es difícil Ana, pero algún día tendrás que continuar con tu vida, tu familia y yo estaremos aquí para apoyarte - apreté mis labios en forma de puchero – no te preocupes por el tiempo que pases aquí conmigo, lo importante primero es que regreses a trabajar y poco a poco todo se volverá a estabilizar – su voz sonaba muy entusiasta por lo que me limité a dedicarle una media sonrisa.
Me quedaban dos días de licencia de los que había pedido, en dos días tendría que regresar a trabajar, pero no estaba tan convencida de poder hacerlo, era muy difícil vivir con este dolor en mi corazón. ¿Podría algún día superar la muerte de Carlos?
Un día antes de regresar a trabajar, decidí que le ayudaría a Lilia a limpiar el departamento mientras ella estaba en el hospital trabajando, si me quedaría aquí con ella no sería una carga, bajé hasta la recepción del edificio para pedir la correspondencia del día, me sorprendió que había un sobre pequeño a mi nombre. En cuánto entre al departamento dejé los demás papeles en la mesa del comedor, y abrí el sobre que tenía como remitente el logo de Constructora Grupo Rocamonte, en el interior del sobre había un cheque por cincuenta mil pesos, no entendía por qué me lo habían enviado, tal vez el señor Roberto Abad sintió lastima de mi cuando me trajo a casa de Lili, pero no tenía intención de cobrarlo, no quería nada de ellos porque ninguno podía regresar a la vida a mi Carlos. Fui a mi habitación y guardé el sobre en el cajón del buró junto a mi cama.
Escuché el timbre y me dirigí a la puerta para abrir, desde el otro lado podía escuchar las risas de mis sobrinos, me sentí mejor de que vinieran a visitarme, abrí la puerta y me arrodillé para recibirlos, mis dos sobrinos Iker y Alan, me abrazaron al mismo tiempo, les di un beso en la mejilla a cada uno de ellos para después abrazar a mi hermana.
- ¿Cómo te has sentido Ana? - exhalé.
- Creo que ya es un avance que me haya despertado temprano y me haya puesto a hacer el aseo de la casa, mañana regresó al trabajo, siento miedo Lau, me niego a vivir una vida sin Carlos – mi voz sonaba apagada y triste.
Ella frotó mi brazo con una de sus manos.
- Tienes que poder hermana, los primeros días serán difíciles, pero después todo pasará a ser un amargo recuerdo, a Carlos no le hubiera gustado verte así.
Todos me decían lo mismo, tal vez tenían razón, pero por ahora era algo que veía muy lejano.