5. Caos

1598 Words
Pov Ana  Sentí el calor de una mano que se deslizaba por mi brazo, abrí los ojos de inmediato, estaba desorientada, ¿qué había pasado? Me senté sobre él sofá. Confundida miré a mi alrededor, ¿un doctor? Me miraba con atención, esperando mi reacción, también estaba aquel hombre de traje que hablaba con el dueño de la constructora y otro hombre que no conocía. ¿Qué estaba pasando?  - Señorita se desmayó - respondió el hombre de traje, con amabilidad y mirada tierna.  - ¿Dónde está el señor Abad? Necesito hablar con él - dije de la manera más seria posible.  El otro hombre se acercó unos pasos.  - Yo soy Abad Rocamonte, ¿en qué le puedo ayudar? Señorita.... - esperaba que le dijera mi nombre.  - Ana Lago – espeté con algo de timidez, seguro eran familiares, tal vez hermanos, los dos se veían más o menos de la edad.  - Srita. Lago - habló el médico - el desmayó ha sido a causa de todo el estrés que ha sufrido durante los últimos días, debe tratar de descansar y comer bien para que pueda recuperar sus fuerzas.  - Eso es lógico - dije con ironía - también soy doctora, cree que no sé qué ¿el dolor por perder a mi prometido está afectando mi salud? ¿cree que eso me importa ahora? Lo único que quiero es poder verlo una última vez, pero su familia me lo ha negado - comencé a llorar desconsoladamente.  El médico abrió los ojos por completo.   Me senté en posición fetal, abrazando mis rodillas y hundiendo mi rostro en ellas. Pude notar como todos se veían entre sí, pero los ignoré, no me movería de aquí hasta que hablara con Arturo Abad.  - Déjenme sólo con ella - ordenó el otro hombre de pronto.  El hombre de traje y el doctor, asintieron y se retiraron de aquella oficina. Una vez solos, él se sentó en la mesita de centro que estaba frente al sofá.  - Roberto Abad Rocamonte – dijo ofreciéndome su mano, dude en responderle el saludo.  Él se limitó a dibujar media sonrisa en su rostro. Lo miraba fijamente a los ojos con cara de pocos amigos. ¿Dónde estaba el otro Rocamonte?  - ¿Dónde está el dueño de la constructora? Necesito hacerle algunas preguntas - fruncí el ceño.  Roberto Abad inclinó su torso hacía adelante, suavizando su expresión.  - Soy hermano de Arturo Abad, también dirijo la constructora, fui quien contrato a su prometido y lo asigne como líder del proyecto de plaza Antara, me siento muy apenado por el accidente ocurrido y le ofrezco mi más sentido pésame ante la pérdida de su ser querido – lo miré con los ojos humedecidos, escuchando sus palabras con atención - el arquitecto Alcázar fue uno de los mejores que hemos tenido trabajando para nuestra empresa, era responsable, dedicado a su trabajo, pero lamentablemente nosotros no podemos hacer nada contra el destino, aún no podemos entender cómo es que ocurrió el accidente de la Plaza, pero estamos trabajando para que no vuelva a ocurrir, lo lamento mucho Srita. Lago, pero ya no hay más que hacer, más que aceptar el fallecimiento del arquitecto.  Lagrimas corrían por mis mejillas, me negaba a aceptar que Carlos estuviera muerto, como podría continuar con mi vida sin él, mi vida ya es tan triste este dolor que siento jamás se marchará, Carlos mi amor, te necesito. Lloré.  Roberto Abad me dio unas palmaditas en mi espalda, no me importaba lo que pensará de mi en este momento, sólo quería llorar y desahogar todo mi dolor.  - La llevo a casa y me aseguraré que coma algo – expresó de forma severa, sus palabras tenían peso sobre mí no sabía por qué, me veía con mucha lastima. Lo podía ver en su mirada.  Asentí en silencio, ya no me dejarían hablar con Arturo Abad, así que no tenía ya caso que me quedará aquí, tampoco tenía ánimo de conducir así que lo mejor era que aceptará la propuesta de este hombre. Luego me las arreglaría para que vinieran por mi auto.  El señor Roberto Abad dijo que enviaría mi auto a casa en cuánto yo ya estuviera ahí, le di mi dirección y condujo hasta ahí, todo el trayecto hubo silencio, subimos por el ascensor y al llegar a la puerta de mi apartamento, vi que había varias maletas en el pasillo, entrecerré los ojos confundida y caminé a paso rápido hasta ahí, ¡eran mis maletas!, mi cuerpo comenzó a sentirse nervioso, saqué las llaves de mi bolso, el Sr. Roberto me miraba algo confundido, pero espero a unos pasos de distancia. Metí la llave por la rendija, pero al darle vuelta la puerta no se abría, intenté una vez más y nada, el Sr. Roberto me pidió intentar abrir la puerta al ver como intentaba abrirla de manera desesperada, comenzaba a sentir que sudaba frío, él tampoco pudo, la señal de las maletas hizo que en mi mente se proyectará la imagen de los padres de Carlos. Saqué mi celular del bolso de la chamarra con intención de llamarlos, esto no podía ser obra más que de ellos, en estos momentos no pensaba con claridad.  Había un mensaje de texto que decía, “El departamento en el que vives era de Carlos por lo que ya no tienes nada que hacer ahí, toma tus cosas y no vuelvas jamás, tampoco se te ocurra pelear por él porque te recuerdo que el departamento estaba a nombre de mi hijo, no del tuyo, por lo que no tienes derecho a nada de lo que mi hijo tenía, ya que nunca se casaron” mis manos comenzaron a temblar, el celular cayó de mis manos al igual que yo caí de rodillas al suelo.   El sr. Roberto recogió mi celular leyendo el mensaje de la madre de Carlos, después de eso, me levantó de los brazos, yo estaba en shock, ida, ¿Dónde viviría ahora? Todos mis recuerdos de Carlos estaban en este departamento que con tanto esfuerzo compramos entre los dos.  - Lamento lo que te voy a decir, como abogado, lo que dice este mensaje es cierto, si tu departamento estaba a nombre de tu prometido, todas sus pertenencias y cuentas pasan a estar a nombre de sus padres ahora, porque ustedes aún no se casaban – su mirada atravesó la mía, casi me desmayó de nuevo cuando mis piernas flaquearon peor él me sujeto y cargó en peso como si fuera una muñeca, me sentía muy débil, ya no podía más, como podía continuar con mi vida con todos estos problemas a cuestas y sin Carlos, esto estaba mal, todo estaba mal, no debería estar pasando esto.  - ¿Algún lugar al que pueda llevarla? ¿Un familiar, amigos? - preguntó aún con mi cuerpo en sus brazos. No iría a casa de mis padres porque sentiría mucha vergüenza de que me vieran en este estado, no quería verlos sufrir, a casa de mi hermana no podía ir por que ellos ya estaban llenos no había lugar para mi ahí, mi única opción era a casa de mi amiga Lili, ella vivía sola, tal vez me pudiera recibir mientras pensaba a donde irme a vivir.  Asentí, el Sr. Roberto me llevó de nuevo al auto, donde me dijo que lo esperara, traería mis maletas y me llevaría a casa de Lili, agradecí que me hiciera ese favor, el Sr. Abad se veía buena persona a comparación con el otro hombre que me causaba temor, del sólo recordar su mirada oscura me estremecía.  Cuando toqué a la puerta de mi amiga, no tardó más que unos instantes en abrir, su mirada paso de mí, al señor Abad y después a la maleta.  - ¿Qué pasó Ana, estas bien? - preguntó preocupada.  - Los padres de Carlos me echaron del departamento – dije apenas en un susurro audible, abrazándola con la poca fuerza que me quedaba y deshaciéndome en el llanto. Ella acarició mi cabello – ¿puedo quedarme unos días contigo? - dije con voz entrecortada entre sollozos incontrolables.  - Claro que sí, ven siéntate aquí - me guio hasta la sala de estar de su departamento. Donde me acurruqué con la vista pérdida.  El señor Abad entró al departamento sólo un metro para dejar las maletas adentro.  - ¿Quién es usted? - le cuestionó Lili con demanda.  - Roberto Abad Rocamonte - respondió - la Srita. Lago estuvo en la oficina, se desmayó y me ofrecí a llevarla a casa, pero viendo las circunstancias no pude dejarla sola, la acompañé hasta aquí, en un rato más le traerán su auto - sacó una tarjeta de su billetera - tenga, por si llegan a necesitar algo, no dude en llamarme.  Lili tomó la tarjeta, escrutaba al Sr. Roberto con minuciosidad, de arriba abajo.  - Nos vemos Srita. Lago, esperó pronto se recupere y pueda continuar con su vida – dijo en un tono de extraña melancolía que pude reconocer.  Una vez que se marchó y nos quedamos a solas, le platiqué a Lili, sobre mi dolor al no poder ver por última vez a Carlos, lloré en su pecho, ella me abrazaba frotando mi espalda, Ya no había más que hacer, Carlos no regresaría de la muerte, se supone que los doctores sabemos que la muerte es algo natural en las personas, que estamos preparadas para despedir a pacientes, pero yo no estaba preparada para vivir sin el amor de mi vida. Prometimos que siempre estaríamos juntos.  
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