Pov. Anna
Cuando alguien te pregunta qué es lo que más deseas ¿Qué es lo primero que se te viene a la cabeza? Desde siempre mi mayor deseo fue conocer Malta y algunos lugares de Italia a los que no podía ir por cuestiones obvias.
Bueno, al menos para mí lo eran.
Pero había otras que por cuestiones de salud jamás me permitieron. Tenía al menos un sin fin de cosas que necesitaba hacer para sentirme completa, pero había algo que ansiaba más qué otra cosa.
Algo que siempre supe que sería imposible.
Llegar así a Seattle significaba hacerle frente a un montón de otras situaciones que no quería. El médico que me había dado la hermosa noticia se encontraba en Europa con mis hermanos y tíos.
Creo que era un poco ilógico que viviendo aquí y teniendo a Hannah en el hospital, no hubiera recurrido a ella. La razón de eso era, primero: Hannah no hacia esa profesión. Segundo: no quería que la gente del hospital supiera mi condición.
El jefe tenía conocimiento de ello y se encargaba de hacer mis horarios mucho más cortos que el resto. En ocasiones me dejaba igual de horas que los demás, pero al no estar del todo regulada mi condición, terminaba mandándome a casa antes.
Lo que ocasionaba que mis compañeros se quejaran por ello.
Soy bastante crítica conmigo misma, no me gusta que me tengan contemplaciones solamente por ser familiar o hija o incluso la enferma. Me gusta ganarme las cosas por mí misma, siempre he tratado de dar mi cien.
Me gustaba poner todo mi esfuerzo para que al llegar el momento, los reconocimientos fueran simplemente míos, pero a nadie le importaba eso.
De modo que las personas solamente veían una parte de todo, así fuese la pequeña, pero significativa, para que les dejara en claro una suposición de quien era o hacía.
— Pareces pensativa —Max hablo en mi oído y lo miré.
— ¿Dejaste tu lado inmaduro? —pasó su brazo por mi hombro.
— Sigo siendo tu hermano mayor —beso mi frente —¿Qué pasa?
— ¿Qué pasa si todo sale mal? —lo miré y él a mí.
— Siempre podemos buscar uno por el lado oscuro de la línea, tomar lo que queremos y… —negué.
— No hare eso.
— ¿Por qué?
— Uno de mis deseos —tomó aire.
— Odio tu lista de deseos.
Yo también la odiaba, porque eso implicaba que las cosas estaban pasando y yo no tenía más remedio que poner con ello. Empezar a hacer lo que debía.
— No vas a morir, no va a pasar nada —Esteban hablo bajo —, no dejaremos que pase —lo miré —, yo donare de ser necesario —sonreí —, nuestro padres lo harán, pero dijeron que había menos posibilidad de rechazo con Lud.
Lo sabía, había menos, tenía más posibilidades de salir bien, un pequeño porcentaje de esperanza, eso era lo que tenía.
— ¿Qué tanto hablan? —papá nos miró el espejo retrovisor.
— Le decíamos a Anna el ácido que usaríamos con su novio —Max sonrió.
— ¿Cuándo elegimos ácido? —Aarón negó —, no, no pueden siempre matar personas.
— ¿No? —respondimos todos y negó.
Todos nos reímos, menos papá, él me observaba desde el espejo. Mamá no paraba de mirar su teléfono, había llamado a Reed preguntado por April y maldecido.
Entré en la casa de los Hamilton con mis padres siguiéndome las pisadas. Mamá entró molestando a Oliver, Esteban comentó la situación del aeropuerto y Aarón se justificó.
Papá no paraba de mirarme, sabía que necesitaba hacer alguna de sus preguntas, esas que le ayudara a entrar en mi coraza.
No me molestaba responder, tampoco sacar sus dudas con respecto a algún tema, pero sabía lo que me iba a preguntar y siendo honesta no quería responderle.
Tampoco a las personas que ahora me miraban con ese gesto de pena. Aarón les había dicho, claramente lo hizo, sabía hackear cada cosa que se le ponía en frente, claramente haría lo mismo con el hospital.
— Ahí está la nena de la casa.
Emily levantó sus brazos y me acerque a ella para abrazarla sabiendo que mi mamá se molestaría por ello. Resultaba ser bastante celosa cuando de ella se trataba, en realidad con la mayoría de los Hamilton.
Sobre todo porque estos la peleaban avisando que nos llevarían lejos, que nos adoptarían y le dirían los beneficios de vivir con ellos. Con esa última frase ella literalmente perdió la cabeza.
— Vas a ir soltándola Emily —Samantha se acercó —, porque es mi hija, no tuya.
— ¿No le dijiste a tu madre que te adopté?
Aprete los labios para no reírme y mamá me sacó dedo del medio mientras todo se pasaban plata. Papá por su parte comenzó a reír, al menos hasta que Nathan se acercó y me dijo hija.
Su sonrisa se fumó tan rápido que observé como el boxeador apretaba los labios antes de sonreír. Papá ahora parecía querer golpearlo.
Apretó sus puños, cerró los ojos y se calmó. Algo que hizo a Nathan grita “gane” y a todos bufar. Eso incluía a mi madre.
Me acerque a él con una sonrisa.
— ¿Estás tratando de morir? —consulto.
— No, pero cuando se trata de tu padre o madre, las recompensas son mucho más grandes —sus dientes asomaron —, estás viendo a un hombre con cien grandes en su cuenta bancaria.
Mi padre lo miró y automáticamente llevó su puño al hombro de Nathan que se mantuvo en silencio, todos se quedarán observándolo.
Por mi parte entrecerré los ojos esperando que se quejara, pero no lo hizo. Otra serie de quejidos se escuchado y mire al sujeto aguantando la mueca de dolor.
— ¿Es en serio? —me aleje para observar a los demás —¿Apostaron por todo? —se quedó collado un rato más mientras que miraba su reloj para luego mirar a papá.
— Joder Giovanni —sacudió el brazo —, me va a salir un hematoma —papá le dio una de sus sonrisas tenebrosas y Nathan se mantuvo impasible —. No me mires así, que yo no soy Samantha, puedo hacerme encima.
Las risas ahora se convirtieron en carcajadas, incluidas las de mis padres que negaron antes de pasar y comenzar a charlar con el resto.
Me acerqué a Emma y el resto de los chicos. Sophie se movió hasta llegar a mi lado, me abrazo con fuerza y comenzó a preguntarme por el viaje y los estudios.
— Oh, lo de siempre, voy a morir.
Contesté y la sala se quedó en completo silencio, hice una mueca antes de levantar el rostro y observar a mi mamá molesta con mis palabras.
— No es gracioso.
Levante la mano y las charlas siguieron. Sabía que no me lo dejarían pasar, lo tenía claro, pero ahora el asunto estaba en mi hermana Ludmila y su falta de comunicación.
Mis padres hablaron todo el camino a la casa lo que podía estar pasando con ella, comentaron su desmayo, que bebió alcohol y lo un sinfín de comentarios que la dejaban sin nada de confianza.
Mire a Max que no paraba de mandar mensajes, sabía que no le hablaría a Lud, él no haría eso, viajaría para golpearla. Yo por mi parte no podía hacer mucho, mi línea estaba siendo monitoreada y mamá solo sufría en silencio.
Nos habíamos comprado una casa en el medio del bosque a unos kilómetros del nido de amor de George y Emily, seguían teniendo esa casa.
La usaban de despeje o incluso los chicos para hacer sus fiestas. No las ofrecieron, pero ninguno quiso. Esa mujer procreo a sus hijos ahí, no iría.
No importaba la limpieza y los cambios.
Nuestra casa era una mansión en el medio del bosque frondoso, estábamos en el límite para salir de la ciudad, solo nos rodeaban árboles y agua.
— Hogar, dulce hogar —miré a mamá que dijo aquello y luego me miró —¿Quieres practicar con las armas? —sonreí.
— ¿Puedo dispararles a mis hermanos?
— No —dijeron ambos y suspire.
— Creo que no son divertidos.
Me pusieron los ojos en blanco y baje para entrar directo a mi habitación. Ludmila dormía en la habitación que se contaba con el baño privado.
Reed, Max y Esteban tenían sus habitaciones contiguas y con su propio baño. Mis padres dormían al final del pasillo. Lo que no era bueno cuando se ponían en modo cariñosos.
— Bueno, no desempaques tanto que te vas en días —tomé aire.
— ¿Vas a decirme que pasa? —papá hablo y giré mis rostro.
— ¿Qué pasa si estamos haciendo esto en vano? —giré —¿No se pusieron a pensar en eso?
Necesitaba decirlo, necesitaba sacar la espina que tengo atravesada desde que me dijeron que era así, que todo lo que seguía era una maldita ayuda para poder seguir.
— Sabemos todo lo que trae —negué.
— No, no creo —tomé aire —, es egoísta, muy egoísta.
— Es su decisión, nosotros los iba a hacer, ella lo eligió —mordí mi labio.
— Riesgo quirúrgico, infección, sangrado, problemas respiratorios, reacciones a la anestesia, daño a órganos —comencé —, eso solo en la cirugía si sale, fistulas, problemas orgánicos o de desarrollo de enfermedad.
— Cada una de esas cosas la sabe, todas, cada una de ellas —me recuerda —, se lo has dicho desde que se tocó este tema.
— ¡Porque es una locura! —prácticamente gritaba.
— Es su decisión, nadie le dijo que lo hiciera —mantuvo el tono.
— Quiere bailar, sale… —levantó la mano.
— ¿Te preocupa tu hermana o la culpa que sientes por eso? —lo miré —, Anna, no estas bien, no te ves bien y estoy seguro de que manejas todo como puedes, pero te repito, necesitas ver a un psicólogo, si no nos quieres decir, bien, pero tienes que hacerlo.
Ya no sabía si quería hacer todo esto, no se lo podía hacer a ella.
— El médico fue claro, no te esta funcionando el tratamiento, necesitamos estabilizarte o puedes…
— Morir, lo sé —me senté en la cama.
— No estoy preparado para dejarte —levanté mi rostro para verlo —, no quieres que sea tu hermana, busco un donante, lo saco de donde sea, sabes que no es problema, tenemos los médicos para hacerlo.
— No puedo hacer algo como eso papá.
Mi padre se acercó y se sentó a mi lado, mis ojos se llenaron de lágrimas, mi labio tembló y sus brazos me envolvieron.
— Tienes que vivir Anna —suspiré —, te niegas a hacerlo, no te permites nada, solo vas por la vida jugando a que nada te golpea —me apartó —. Ama, juega, ríe, has algo, pero no te quedes ahí para ver como te ahogas, no puedo verte dar manotazos ahogados, no quiero hacerlo.
— ¿Quieres que tenga novio? —hizo una mueca.
— Quiero que dejes de acostarte con idiotas —hice una mueca —, Max quiere matarlos —me aparto —, has tu lista, cumple cada detalle de ella, pero no te acuestes con nadie más hasta que estés segura que es lo correcto —lo miré.
No tenía idea de como pensaba que sabría eso sin acostarme. Nadie iba por ahí, veía a alguien y quedaba tan idiotizado que creía haber encontrado el amor de su vida.
— ¿Cómo quieres que haga eso? —negué —, papá es imposible que encuentres a alguien y todo cobre sentido.
Pensó un momento.
— No, no pasa, tienes que conocerlo, pero hay algunas cosas que si pasan —lo miré —, la sensación de que te toque debe ser igual que una descarga eléctrica, su presencia es lo más raro que vas a sentir —sonrió —, la piel se te encrespas, la paz te toca, vas a ver que todo lo que duele se va, el tiempo para y luego, solo los ves y tienes las respuestas a todo.
Eso sonaba imposible, sabía que lo que mis padres tenían era único, pero no todos llegábamos a eso, porque de aquello existir, de esa persona ser real. Yo pelearía por vivir.