Pov. Jacob
Lorenzo seguía molesto mientras caminábamos al auto, pero fue su culpa por pararse cerca, era obvio que le iba a disparar, no me dejaba hacer lo que quería.
— ¿Qué mierda fue eso? —gruño y lo miré.
— ¿Qué? Me dijiste que terminara —limpie la tarjeta —¿Lo querías vivo? —me miró.
— Me refiero a ti diciéndole si no le gusta que le hicieran lo mismo.
Mis ojos fueron a él. Había hablado en voz alta, mi maldito recuerdo salió a la superficie para demostrar que no estaba del todo bien.
— Nada en particular —miré afuera.
— Jacob, si necesitas tiempo sabes que Leo te lo dará —lo sabía, pero no lo quería.
— No me interesa tomarme tiempo, estoy bien.
— Es lo que dices siempre.
No respondí, Lorenzo sabía más de lo que me gustaría, pero se mantenía callado, siempre y lo agradecía.
— Estoy bien —tomé mi teléfono —, hay que avisarle al jefe.
— Llamá, dile lo que averiguamos, podemos emboscarlo esta noche.
— Eso sería lo más acertado.
Mi dedos se movieron hasta hacer la llamada que quería. Solo bastaron dos tonos para que me respondiera.
— ¿Qué paso?
— Jefe, tenemos el código de acceso, el lugar y la tarjeta —habla tranquilo —, nos emboscaran mañana.
— Hijo de… —escuche el sonido de la ambulancia.
— ¿Está bien? —Lorenzo me miró.
— Ludmila se desmayó, el alcohol de anoche —moví el rostro.
— ¿Quiere que entre a sus estudios? —sabía que le preocupaba.
— Tranquilo, estoy aquí, le pague a uno de los enfermeros —tomó aire —. Preparen todo, esta noche hacemos una visita y les dejamos claro que con nosotros nadie se mete.
Me gustaba como sonaba eso, era la parte primordial de esto, sobre todo ahora que necesitaba que confiaran más en mí. Leo siempre me miró diferente, la mayoría de mis compañeros también.
Se había corrido el rumor de que era hijo de un policía, nadie confiaba mucho en mí. Lorenzo sí, Sam, Dylan también. Leo sabía la historia, pero mantenía las distancias.
— Vamos a necesitar tus aportes —sonreí.
— Estoy en ello, tengo todo para entrar en la base, puedo saber lo que pasa ahora mismos —silencio.
— Se que sí, confió en ti.
Colgó la llamada y observé el teléfono con una sonrisa. Lorenzo me dio un puñetazo en el brazo y lo miré.
— ¿Qué mierda? —mi mano fue a la zona.
— Confía en ti, deja de joderte la cabeza —hice una mueca.
— No creo que eso sea cierto —sonrió.
— Si no confiase, no te mandaría —tomé aire —, no hubieras entrado hace años.
— No lo sé.
— Por algo Anthony te trajo.
Yo sabía por qué me había traído.
Estaba en esa calle, su calle, observando todo, asesorándome de que ninguna patrulla se acercase porque me reconocerían.
Mis ojos volvieron al grupo de hombres que se acomodaba en un costado, rodeando a una persona, una que había visto con uno de los policías.
Tomé aire, había llegado ese momento, solo necesitaba pensar bien mis palabras y salir. Cuando me sentí completamente seguro y sabiendo que no tenía mucho tiempo, me moví despacio hasta llegar cerca de ellos.
Sabía que estaba lo suficientemente cerca como para que uno de sus guardias me viera, probablemente me agarraría, pero no importaba.
Di varios pasos, en segundos me encontraba presenciando en vivo y en directo como un hombre rogaba por su vida mientras el resto observaba la situación en silencio.
— ¿Crees que me importa tu familia o algo por el estilo? —Anthony lo miraba —, nosotros somos una familia y sabiendo eso, no te importo llevar información con el enemigo.
— Jefe… —intento hablar, pero no lo dejo.
— Sabiendo que tu familia corría peligro ¿Crees que soy un idiota? —se trató de acercar y lo pateo —¿Me ves cara de imbécil?
Era claro que estaba molesto, pero no importaba. Me acerque un poco más intentando escuchar la respuesta del hombre y mi cuerpo fue tomado.
— Suéltame —me queje.
Fui llevado hacia adelante, tomé aire y me preparé para lo que posiblemente vendría, pero el hombre que me sostenía apenas me miraba.
Mis pies rozaban del suelo y me quejé al menos dos veces intentando ver si me soltaba, quizás por ser un niño no sufriría, pero no era algo que importase para él.
Eso me hizo replantearme la situación, mi idea no era salir con infierno y meterme en otro, quería poder defenderme, pero ahora posiblemente el infierno parecía que era lo que obtendría.
— Jefe, tenemos un pequeño ratón —me quejé y moví mi brazo con violencia para soltarme.
Anthony se quedó observándome en silencio, sus labios se curvaron en una sonrisa antes de dar unos pasos y acercarse.
— ¿Qué haces por aquí niño? —hablo tranquilo —, no creo que estas sean horas de andar por la calle, probablemente te estén buscando.
Me buscaría, de eso no había duda, pero en este momento no me preocupaba que algo como eso fuera a pasar. Solo tenía que decir lo que quería.
— Quiero unirme a ustedes señor.
La risa de sus hombres llegó y Anthony levantó la mano, era un claro pedido de silencio. Se callaron automáticamente, ninguno se atrevió a decir nada, algunos de ellos miraron hacia otro lado, pero Anthony solo mantenía la vista en mí.
— ¿Por qué debería dejar que te unas a nosotros? —movió la mano —, no perteneces a ninguna familia importante de nuestro ambiente, eres un niño pequeño sin nada que aportar —en sus ojos había desafió —, no le encuentro el sentido —movió la mano y giró —. Hazme caso niño, deberías estar durmiendo en tu cama, no hagas que tu madre se preocupe.
Esa pequeña palabra hizo un clip en mi cabeza que esperaba. Mis puños se apretaron, cerré los ojos y me fui directo al hombre que hora me daba la espalda para tirar de su brazo haciendo que me observé.
— No —subió su ceja —, señor, quiero trabajar con ustedes y no me iré de aquí hasta que me deje formar parte de su clan.
Sus ojos se entrecerraron, admití que sabía que era un mafioso.
— No sabes de lo que hablas niño —movió la mano —, ve a casa —de nuevo giró y otra vez lo detuve.
— Sí sé lo que hablo —uno de los chicos se fue a acercar y él levantó su mano —, usted es Anthony Maccanelli, el jefe de la Cosa Nostra y yo quiero entrar.
Todos se miraron, pero no importo.
— Eres un niño, no puedes hacer nada que no sirva en este momento —subió sus hombros —, vuelve cuando crezcas, ahora ve a casa —señalo la salida y giró.
— Eso no es cierto —retrucó —, yo puedo ayudarles se cómo se maneja la policía, tengo todo lo que necesita para poder hacer su transporte y que ellos no los descubran —Anthony se detuvo y giro para mirarme.
Sus ojos me repasaron en completo silencio, parecía que intentaba comprender del todo mis palabras, aunque también llevaba un tinte de satisfacción. Él sabía quién era, tenía en claro con quién estaba hablando.
— Siempre pensé que tu padre era un cabrón —se acercó —, pero que mantenía ciertos códigos consigo, porque tenía un hijo que mantener, ya que había perdido a su mujer —lo sabía —, ahora creo que tendría que haberlo matado antes, solo por usar un pequeño para intentar atraparme —negó —, debería encargarse de ti, no enviarte a esto —su mano tocó mi rostro para tomarlo entre sus dedos y apretar mi mentón —, parece que el asqueroso Antonio Moretti no le interesa enviar a su hijo para conseguir sus ascensos.
— Ese sujeto no es mi padre —aparté mi cara de su mano con enojo.
Anthony me miro curioso, pero yo ni siquiera le devolví la mirada. Tenían el nombre parecido y al parecer más cosas.
— ¿Sabes lo que sí me da curiosidad? —volvió a hablar.
— Ese sujeto —lo interrumpí —, ayer les dijo a los policías que ustedes confiaban en él, les hablo de los movimientos y lo idiotas que eran —el hombre del piso tembló.
— ¿Cuánto tiempo llevas en la calle? —parecía no escuchar —, te ves bastante descuidado.
— Le digo que ese hombre no es nada mío —le devolví la mirada —, es un hijo de puta y estoy dispuesto a ayudarlos acabar con cada uno de ellos, siempre y cuando me lo dejen a él a mí.
Yo lo quería matar.
— ¿Crees que soy idiota niño? —chasqueo los dedos —¿Por qué te dejaría al sujeto que te engendró y crío? Es obvio que tramas algo, probablemente tu padre cómo es un gallina decidió enviar a su pequeño hijito a hacerse cargo de las cosas que no puede —sonrió y los demás rieron —, ahora vete —todo rastro de diversión desapareció —, y dile que la próxima vez que envíe a su hijo, se lo devolveré por pedazos.
— Que no soy su hijo —mi grito hizo que todos prestaran atención en mi dirección.
Anthony se acercó para tomar mi rostro entre sus manos, se mantuvo impasible mientras deja la vista fija en él.
— Tienes pelotas, lo que es bueno —me acercó —, pero mentir con respecto a que no es tu padre, no te ayudará a cometer algo que no tienes que hacer —traté de salirme, pero no me dejo —¿Estás seguro que quieres poner tu vida en riesgo por un sujeto que debería dar la cara el mismo? No creo que sea muy hombre de su parte enviarte a cumplir con lo que necesita.
— Ese hombre no es mi padre —sisee —, no me envió y quiero que no lo maten, porque quiero hacerlo yo.
— ¿Por qué querrías hacer eso?
— Quiero saber por qué estoy tan delgado y tengo tan mal aspecto —no respondió —, me pega, me viola, me hace pasar hambre a diario.
— ¿Qué? —me soltó.
— Es la única vez que vas a escuchar esto, no lo voy a volver a decir —no lo haría —, solamente son usted y todos estos hombres —miré al del suelo —y ese cabrón que cuando lo dije le aviso a mi padre.
— Mátenlo —subí mis cejas y los hombres fueron con él.
— Son los que van a tener este pedazo de información —continúe —y espero que así como le voy a dar información, usted se comprometa a prepararme, entrenarme y permitirme matarlo.
No mire a los demás, pero sí observe la forma en qué Anthony contenía su gesto.
— No pensé que ese sujeto fuera ese pedazo de basura.
— Bueno, ahora lo sabe —tomé aire —, lo que no cambia el hecho de que usted sabía de mi presencia, seguramente han estado vigilando en mi casa y no hicieron nada para evitar eso.
Ahora no me gustaba esto.
— Primera regla de esto Jacob, es nuestro deber saber la familia de todos nuestros enemigos, es la forma que tenemos de jugar contra de ellos —afirmé —. La única manera de ganar esta batalla es conociendo todo —tomó aire —, de haber sabido qué sucedió eso contigo, de tener a alguien vigilando tu casa, tu padre ya estaría muerto.
— Mato a mi madre.
— Es más sí vas a formar parte de nosotros, desde este momento tú pasas a tener nuestra protección —tocó mi brazo —, eres un m*****o más y como tal serás protegido y cuidado frente a todos —sonreí —, por lo que sí decides ayudarnos, mis hombres pueden ir ahora mismo y matar a tu padre —pensé —, puede ser tan doloroso como quieras, puedes dar cada indicación que quieras.
Era una propuesta tentadora, tanto que no ha estado tan seguro de dejarla pasar, no quería hacerlo, pero había otra pequeña vocecita dentro de mi cabeza que me decía que no era el momento.
Desaparecer lo pondría en un mal lugar, generaría duda en su palabra y pondría la mía de nuevo al corriente.