Egan detuvo el auto, era de tarde, bajó del auto, corrió hacia él. —¡Jacques! —¡Egan! —gritó Grecia yendo tras él, sollozando, asustada por tal situación. Miraron el auto, que no logró derribar los barandales, pero estaba realmente mal. Jacques fue hasta ahí, miró a Jacques, estaba herido, con la frente sangrante, casi inconsciente, escuchó algunos quejidos, salir de su voz. Grecia observó la cantidad de gasolina que salió del auto. —¡Egan! Hay un escape de gasolina, el auto es una reliquia, debemos sacarlo. Egan miró alrededor, tuvo un terror que lo congeló, se apuró a sacar a Jacques de ahí, luchó contra el cinturón de seguridad, pero al fin pudo quitárselo. Lo sacó de ahí, era tan pesado como un saco de cemento, pero luchó, casi arrastrándolo, no era correcto, si él tenía fractu