Capítulo 3: Patito feo

1014 Words
Egan sostuvo la mano de Román Palmeri, lo miró severo, no soportaba que nadie golpeará a una mujer en su presencia. Todo se debía al cruel pasado, que él tanto quería olvidar, pero le era imposible hacerlo. El hombre le miró con furia, casi a punto de pelear, pero Zafiro se acercó y medio entre los hombres. —¡Ya basta! —dijo Román, miró a su hermana con rabia, luego su mirada se fijó en Zafiro y Egan—; nos veremos pronto para darles el dinero por el cuarenta por ciento de las acciones, mi hermana tiene su mensualidad para sus gastos, y el dinero de su herencia podrá manejarlo por completo cuando hayan cumplido seis meses de casados. —¡¿Qué?! —exclamó Zafiro, su voz sonó enojada, eso pareció molestar a Egan. «¿Por qué tiene que ser una mujer tan materialista? No soporto que sea así» pensó Egan y se encogió de hombros, enfadado. —Ya que me queda muy claro que no nos agradamos, hermanita, me largo, no volverás a verme, para mí, ahora estás muerta como tus malditos padres —espetó Román con tal severidad, que los ojos de Grecia se volvieron casi cristalinos, estaba segura de que le dolían sus palabras, de que podría echarse a llorar, pero se negó a hacerlo, sacando fuerzas de sus entrañas. —Para mí, también estás muerto —dijo, levantó la barbilla altiva. Román no esperaba eso, sintió que fue humillado, un nudo se formó en su garganta. Egan se quedó perplejo. «Vaya-vaya, parecía una chiquilla tonta, un patito feo sin carácter, pero le han salido un par de garras, parece que está dispuesta a defenderse, y tiene una larga lengua», pensó, trató de ocultar una sonrisa. El par de hermanos se miró fijamente con desafío, pero Román perdió la pelea, decidió irse, maldiciendo entre dientes. Cuando abrió la puerta, casi tropezó con Nía Montenegro, se miraron fijamente, ese hombre parecía tener los ojos llenos de rabia, tanto que la asustó. Nía era novicia, por eso llevaba su hábito religioso. Al verla, Egan corrió abrazarla, besó su frente, emocionado por verla ahí. Egan adoraba a su hermana menor, Nía, se volvió monja hace dos años, luego de la horrible tragedia que todos luchaban por olvidar. —¿Qué haces aquí vestida así, Nía? —exclamó Zafiro con ojos severos. Grecia miró a la chica con intriga. —Madre, es mi ropa religiosa, no puedo estar sin ella. —¡Me avergüenzas, Nía! —exclamó su madre con un grito desesperado, Nía bajó la mirada triste de saber que su madre no era capaz de comprenderla. —¡Ya basta, madre! Déjala en paz —sentenció Egan La mujer hizo un gesto de fastidio. —Egan, ¿No me vas a presentar a mi cuñada? —la voz de Nía sonó dulce y sonrió al ver a la jovencita al fondo, que estaba agachada sin verlos. Egan se puso nervioso, asintió. —Sí, ella es Grecia Palmeri, Grecia, ella es mi hermana Nía. Ambas se dieron la mano sonrieron con cortesía, Nía no pudo evitar ver el golpe en su mejilla. —Ven conmigo, Grecia, debemos ocultar ese moretón. Grecia quiso alejarse, la mujer la tomó del brazo, la apartó. —¿Qué le pasó? —preguntó Nía en voz baja al quedar a solas con su hermano. —Un hermano estúpido… mírala, ¿No te parece un patito feo? Nía le dio un codazo, él lanzó un quejido. —¡Oh, eres cruel! Claro que no, tal vez no es como tus exnovias, modelos superficiales, esta chica me parece dulce, real, es linda, solo muy joven, debes ser un buen esposo, Egan —dijo Cuando Zafiro y Grecia salieron de la habitación del fondo, Egan miró a la joven de arriba abajo; llevaba un vestido blanco casi antiguo, con mangas amponas, sus cabellos eran largos, rizados, de un color como el trigo bajo el sol, tenía la piel blanca, ojos grandes almendrados, sus ojos le parecieron lo único bonito, pero Egan confesó en su interior que Grecia le resultaba fea «Nunca me hubiese fijado en ella, si no fuera porque papá está a punto de perder la Naviera Montenegro; estamos en la ruina, ella es mi salvación», pensó —¿Te quedarás mucho tiempo? —preguntó Egan a su hermana. Nía negó. —Debo volver al convento, ¿ustedes irán de luna de miel? —Claro que no —espetó con desdén Zafiro trajo consigo a la chica, dijo que estaba lista. —Vamos, deben bailar su primer vals de casados. Egan hizo un gesto de fastidio que Grecia notó. —¿Es necesario? Zafiro le miró con severidad, y Egan entendió que sí. Nía tocó su mano. —No seas grosero, papá no te perdonará que seas poco caballero. Aquellas palabras fueron un escarmiento para Egan, asintió. Caminó hasta alcanzar a Grecia que se adelantó unos pasos. —Toma de la mano a tu esposa, hijo —la voz de su madre se volvió desagradable y él pudo reconocer que era hipócrita. Tomó la mano de la chica, ella se quedó perpleja, no pudo alejarla, porque las miradas volvían a estar sobre ellos. Egan sintió que estaba tan helada como un cubo de hielo, su mano era pequeña comparada a la de él. Egan sintió que esa mano temblaba, la miro de reojo, pero, ella ni siquiera lo miró. Los aplausos resonaron, él la llevó hasta el centro de la pista. Debian bailar su primer vals como esposos. Egan tomó su mano, puso la otra mano en su cintura, resonó una suave balada, y comenzaron a bailar, pero él notó que la chica estaba tiesa, como un maniquí. Refunfuñó con desdén, tenía la mirada severa, y fijó sus ojos en ella, casi como si le gritara. «Será mejor que de una vez por todas sepa quién es Egan Montenegro, a mí me debe respetar, no me dejaré dominar por un patito feo», pensó —Además de ser fea, ¿Tampoco sabes bailar? —exclamó con crueldad
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